Sin embargo
existe otra novedad, por cierto muy grata y esperanzadora, en algunos
representantes de esta generación. La misma tiene que ver con la no aceptación
e incluso eventual denuncia de sucesos o conductas que, de por sí, son
corruptas o inmorales.
El caso del
soldado estadounidense de primera clase, Bradley Manning, que filtró
oportunamente información a WikiLeaks sobre acciones militares incorrectas en
Irak o la denuncia sobre espionaje ciudadano en los Estados Unidos, realizada
por Edgard Snoweden, son ejemplos elocuentes de lo que la Gen Y está dispuesta llevar a
cabo.
Creer o
reducir estos casos en algo aislado o excepcional, sería un error por omisión.
¿Por qué? Porque se trata de una generación que esencialmente es disruptiva de
los patrones sociales y culturales vinculantes con el statu quo.
Si hasta
ahora algo no era políticamente correcto, incluso en el ámbito laboral, se lo
aceptaba porque se terminaba privilegiando muchas veces el interés general
sobre el particular. Pero comienzan a surgir señales que muestran y denuncian
que ello no debe ser así. Los que se animan a decirlo no sienten, en absoluto,
tener que someterse a los usos o costumbres sociales, porque sobre ello
entienden que importa mucho más las consecuencias que terminarán afectando a
las personas.
Cuando el
móvil es hacer más transparente los vínculos y las relaciones sociales, sin
pretensión de recompensa económica alguna, se evidencia en ello la reserva
moral que estos actores poseen.
La migración del poder
Desde la
globalización las organizaciones comenzaron a perder el poder que, durante
décadas, ejercieron incluso con evidente autoritarismo sobre el personal. Hoy
la realidad muestra, en contrapartida, que los empleados son los que detentan
el poder, a pesar que las condiciones del contexto no garanticen la estabilidad
laboral.
A partir de
los millennials, éstos se consideran
con el derecho de ejercer el poder en cualquier ámbito en donde estén. Por
tanto, sienten que el silencio o el “qué dirán” son prácticas ajenas y
distantes a sus convicciones y principios morales. Estamos ante una corriente
de cambio vital, que da signos de interés por
comenzar a rechazar todo aquello que es perjudicial para la gente y la
comunidad.
Este
reconocimiento del poder moral se constituye en un valor significativo para el
recambio actitudinal que se les venía reclamando a los distintos actores de la
sociedad, como así también a las organizaciones.
Más que una
amenaza, las empresas comenzarán por darse cuenta del rol que tienen los
empleados en la concreción de su razón de ser y en la visión de mediano plazo.
Que para nada son un objeto-recurso y que tienden a ser más eficaces cuando son
escuchados y respetados por sus superiores.
¡El
portador de Tu Marca Personal, más allá de ser o no un representante de la Gen Y , se diferencia del
resto por su transparencia en el hacer y por los valores que le reconocen sus
destinatarios!
José Podestá