Ideal, Ídolo o Ilusión

06 julio 2014 ·

Cuando uno se decide por el futuro desarrollo y posicionamiento del Personal Branding, comienzan a surgir las dudas, pero también algunas certezas. Y es natural que así sea, porque el pensar en ello nos remite, necesariamente, a tener que “bucear” en nuestro interior para darnos cuenta del qué y el para qué aspiramos a ser reconocidos y valorados en la vida, a partir de la carrera laboral o la profesión elegida.

Este proceso de indagación interior, que nos conecta con uno mismo –con el “yo soy”– es una tarea ineludible e indelegable. Quizás para algunos les resulte un tanto “molesta”, porque de lo que se trata es de poder llegar a “desnudarnos” frente a uno mismo, para conocernos en nuestra esencia, en nuestro “yo-ideal” y en la aspirada vocación de vida.
Quizás algunos se pregunten:

- ¿Por qué hacerlo, cuando en realidad lo que se necesita es lograr llamar la atención de las personas hacia uno?
- ¿Acaso no es el marketing la disciplina que cuenta con un fantástico herramental para que, al ser aplicado correctamente, nos permita llegar a ser reconocidos y valorados?

Si usted está convencido de ello y decide entonces saltear la etapa inicial de indagación interior, para concentrarse directamente en la “táctica”, es muy probable que termine en una frustración. Más allá de lo incorrecto que es comparar al ser humano con un producto-marca exitoso –justamente porque no somos un objeto ni una cosa– es bueno saber que a pesar del marketing fracasan anualmente en el mundo más del cincuenta por ciento de los lanzamientos de productos y servicios, por múltiples razones.
Yo Personal versus Yo Ideal

En la vida que vivimos es importante no olvidar lo siguiente:
a. Lo que “marca” de manera indeleble al ser humano es su singularidad; y lo que lo “proyecta” en la vida son el ideal y la vocación. De allí la necesidad de tomarse, previamente, conocimiento y consciencia de ello. ¿Por qué? Porque tanto el ideal como la vocación se han de constituir en el punto de partida y el “camino” a través del cual se deberá avanzar luego para hacerlos realidad. En función de cómo lo hagamos se podrá llegar, en el tiempo, al tan deseado reconocimiento y valoración esperada de nuestros pares.

b. Si bien el ser humano no es dueño de su existir, sí puede llegar a ser dueño de su existencia. En la medida en que no se es consciente de ello, el hombre se encontrará “perdido” frente al “todo” indiferenciado, homogeneizado y estandarizado que nos impone el contexto exterior.
Entonces, mientras uno desconozca o no asuma con responsabilidad su misión en la vida, más que vivir se sentirá “vivido”; más que actuar, se experimentará actuado y “llevado” por las circunstancias. La solución tampoco la puede brindar el marketing, porque se trata de una tarea eminentemente personal y única.

Cuando el yo personal “decide” ponerse en camino para realizarse y fundamentar su misión en la vida, el “yo ideal” –que es el que pretende ser– se constituye en la imagen interior que le da sentido y contenido a la existencia.
El ideal es esencialmente moral

De allí que se torne para uno en el mejor reaseguro. Pero para que se constituya en un ideal de vida, las metas que se proponga la persona deberán estar contenidas dentro de un ordenamiento moral. Y esto tampoco lo resuelve el marketing.
El ideal debiera contener el bien más alto al que puede aspirar un individuo, en función de sus posibilidades y de su determinada circunstancia histórico-social. Pero ese bien contenido en un ideal, debe respetar la jerarquía de los valores y poseer la riqueza de la aspiración que uno pone en él. Caso contrario, el ideal se degrada y pasa a ser ídolo o una ilusión.

En consecuencia, cuando se coloca como meta de vida un bien real capaz de poder ser alcanzado, pero que contradice el ordenamiento de los valores, debemos estar preparados y ser conscientes que estamos entregando la existencia a un ídolo. Al respecto, la realidad nos muestra cuántas vidas de seres humanos que saltaron a la fama, “de la noche a la mañana”, terminaron al tiempo destruidas.
La sociedad actual –concentrada esencialmente en la materia, el consumo y la frugalidad–  termina suscitando en las personas una serie de autoengaños y utopías, tanto particulares como colectivas. Y esto no se arregla con marketing ni con el Personal Branding, sino partiendo desde la esencia de nuestro ser.

¡El portador de Tu Marca Personal es aquél que ha logrado, con coraje, responsabilidad y tenacidad, el equilibrio entre sus “talentos” y los “deseos”, evitando así ser víctima de su propia ilusión!
José Podestá

 

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