Trabajo Dependiente

21 febrero 2016 ·

Cuando se trabaja en relación de dependencia –ya sea como empleado o profesional contratado– hay algo que de entrada conviene saber: No siempre lo que se nos dijo acerca de la actividad o lo que en la realidad suele ser, coinciden con nuestras expectativas. Más aún: Muchas veces la coincidencia ha sido por mera casualidad.

En la actualidad, la gente joven es más impaciente que los trabajadores del ayer. Además, la mayoría no suele estar preparada para la frustración; conviene reconocerlo que tampoco muchos adultos. De allí que, en muchas oportunidades, se observen salidas o renuncias prácticamente instantáneas, es decir, a los pocos días del ingreso a la organización.
No todo es culpa del “otro”

El primer paso de la desilusión no necesariamente suele ser la promesa incumplida del empleador. También puede ocurrir que el nuevo empleado “viene” con una serie de problemas personales no resueltos y, a partir de allí se pueden presentar situaciones tales como:
- No me gusta el jefe.

- No me gustan algunos integrantes del equipo.
- Me aburro en la función asignada.

- No les interesan “mis” capacidades.
- De entrada tengo sobrecarga de trabajo, etc.

Si bien puede ser que algunas de las razones mencionadas sean muy atendibles y reales, muchas veces no dejan de ser presunciones o malestares personales cuyo origen nada tiene que ver con la empresa en cuestión. Por tanto, es muy conveniente examinar aquello que percibís que está mal mediante una introspección honesta. ¿Por qué? Porque puede ocurrir que aquello que te “molestaba” poco y nada tenía que ver con el trabajo y la empresa, sino a factores externos.
Entonces, si la raíz del problema no es el trabajo –porque en tu interior, por ejemplo, incide el descontento con una situación concreta de tu vida– el renunciar y cambiar de empleo no va a mejorar tu situación personal. Incluso, hasta podría llegar a tener consecuencias desastrosas en tu plan de carrera laboral y profesional.

La “otra” postura
Al quedar descartado que el problema no es realmente la empresa, es muy saludable ponerse a trabajar en la mejora de la relación, vínculo e involucramiento en el nuevo trabajo. ¿Cómo? A partir de algunos abordajes, como ser:

- Comenzando por uno mismo.
Ello supone examinar tus capacidades, especialmente aquellas que te permitan fortalecer tu gestión, evaluando si éstas son realmente las que necesitas. Luego, sabiendo que si permaneces en la empresa obtendrás otras competencias que contribuirán, en un momento, para que alcances el siguiente nivel en la organización.

- Reemplazando el vacío por oportunidades.
Si realmente el nuevo empleo te hace sentir vacío, seguramente que en la organización existan otras oportunidades que permitan que puedas “disfrutar” del trabajo. ¿Cómo proceder en este caso? Una opción es ofrecerte voluntariamente para trabajar en proyectos que te entusiasman. Por supuesto que ello te demandará una aptitud creativa para encontrar esas oportunidades y el momento, que luego te aportarán experiencias que seguramente replicarán positivamente en tu plan de carrera.

- Encarando al jefe.
Si hubo ciertos aspectos de tu empleo que no quedaron en claro cuando te ofrecieron el puesto, nada mejor que hablar de ello con tu jefe. Seguramente que éste valorará tu actitud proactiva para poner “las cosas en claro”, y juntos puedan encontrar soluciones dentro del puesto en cuestión o bien renegociando el trabajo.

- Evaluando tu malestar.
El cambio es difícil para muchos. Implica tener que adaptarse a la cultura y el clima laboral, horarios, nuevos procesos, etc. Del autoanálisis podrán surgir cosas muy importantes que te ayudarán discernir si lo que te molesta es el nuevo trabajo o sólo el cambio que te exige. Ante ello conviene que te des un tiempo mínimo, de seis meses, para decidir tu eventual partida.

- Asimilando lo sucedido.
Si realmente el problema era la empresa, es decir que el nuevo empleo no era para ti, más que archivarlo en el “arcón de los malos recuerdos” es importante, por ejemplo, que listes las cosas que no te gustan del cargo actual o del nuevo empleo, y después escribir la lista inversa, de manera que puedas arribar a una idea más acabada de lo que para ti puede ser el empleo ideal. Así, en la próxima sabrás de entrada lo que realmente te conviene o no.

¡El portador de Tu Marca Personal seguramente ha tenido que afrontar, en su biografía, algunas situaciones de rechazo en lo laboral y profesional, preservando así el llegar a poner en riesgo la vocación que da sentido a su vida y un servicio a sus prójimos!
José Podestá

 

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