En un mundo en donde se privilegian los resultados,
poco importa si la persona carece de la capacidad de comunicación, buena
relación con los demás y eventuales principios morales. Por supuesto que es un
deber el estar informado y capacitado en aquello que se aspira realizar, ya sea
por cuenta propia o en una organización. Pero no por ello uno debe considerarlo
como “la” prioridad, porque necesariamente hay que saber también interactuar y
socializar con la gente.
No
todos piensan así
Culturalmente las organizaciones se han ocupado en
el tiempo de poder constituirse en una comunidad de personas heterogéneas –hoy ampliada
por los efectos de la globalización– pero con el adecuado expertise para el puesto en cuestión. A este perfil de demanda se
le ha sumado en los últimos años y con carácter de excluyente, el requisito “actitudinal” que tiene que ver
con la orientación hacia los resultados.
No hay dudas, entonces, que si uno aspira poder sobresalir
del rebaño de iguales en donde se viene desempeñando –se trate del ámbito
organizacional o profesional– deberá estar sólidamente formado. La diferencia
que ello tiene respecto del ayer es que hoy, dado que lo que “sobran” son
productos, servicios y profesionales en la mayoría de las especialidades, es
fundamental disponer del mejor “know-how” en lo suyo. La proliferación de los
cursos y posgrados es una consecuencia de ello, aunque no todos estén
convencidos en la actualidad que el título sea una garantía y la mejor opción
para acceder a un trabajo, tal como lo fuera tiempo atrás.
Así como hoy faltan clientes y pacientes ante la
sobreoferta existente, también ocurre lo mismo en el mercado laboral. La
contracción de la oferta de trabajo ha producido un cambio importante en la
escala de valor que las organizaciones venían teniendo en cuenta con los
empleados y el personal directivo. ¿En qué sentido? ¡Las habilidades técnicas
ya no ocupan el centro de la búsqueda laboral!
Si uno se propone alcanzar un resultado
satisfactorio en la gestión personal y profesional, el conocimiento hace sólo
al cincuenta por ciento. ¿Por qué? Porque el empleado, directivo o profesional
hoy necesita hacer lo suyo dependiendo y trabajando
en equipo junto a sus compañeros y colegas. Para ello, es fundamental
contar con una serie de “habilidades blandas”, como ser:
-Sentido de organización.
-Habilidad social.
-Creatividad.
-Capacidad de adaptación frente a los cambios y a la
propia frustración.
-Comunicación personal; es creciente el porcentaje
de jóvenes que les cuesta poder expresarse con claridad y mantener una
conversación.
-Principios de ética y respeto mutuos.
-Sentido común,…
Sólo
vienen con uno
Las personas que trabajan en el sector de servicios
muestran una predisposición y puesta en práctica de las habilidades blandas que
no es común en las compañías en general. De allí el gran desafío y preocupación
que hoy tienen las otras empresas para poder nivelar o emparejar el fiel de las
habilidades.
Por otra parte, las experiencias que vienen teniendo
en tal sentido las organizaciones se están tornando en un factor de
preocupación, por distintos motivos. Si bien el área de Capacitación y
Desarrollo es la encargada de llevar a cabo el proceso de cambio interno, se han
dado cuenta que para ello se necesita mucho tiempo. Una cosa es dictar un curso
acotado para dotar de habilidades técnicas a una persona y otro muy distinto es
poder sumar habilidades blandas, porque éstas no logran poder ser
internalizadas de similar manera que las técnicas: ¡Dependen de si están
latentes o no en la persona!
A pesar de esta dificultad, hay un estímulo muy
importante que está llevando a las organizaciones a privilegiar el cambio. El
mismo tiene que ver con lo que más le duele a la empresa: “La pérdida de la
productividad”.
¡El portador de Tu Marca Personal necesita
ser plenamente consciente del rol excluyente que tienen las habilidades
blandas, porque en definitiva son las que lo aproxima y posiciona frente a sus
prójimos, en general!
José
Podestá