Hace unos años atrás, el economista y sociólogo canadiense
Henry Mintzberg escribió un libro que, aparentemente, no tuvo la difusión o
aplicación esperada. Me estoy refiriendo a “Directivos, No MBAs”. A pesar de la
cruda realidad de lo que les viene sucediendo a las compañías y reparticiones
públicas, las carreras universitarias de grado y de posgrado del ámbito
administrativo y negocios básicamente forman “profesionales teóricos” que, si
bien pueden estar a gusto con lo “aprehendido,” poco y nada de ello tiene valor
al momento de su aplicación.
Qué
está sucediendo
Más allá que las instituciones académicas aspiran a
ser percibidas por las comunidades públicas y de negocios por el culto y el
resguardo a la “excelencia” que caracterizan sus ofertas, todo ello tenía un
sentido cuando el contexto, las crisis y la velocidad del cambio no producían
los sucesos “disruptivos” de los tiempos actuales.
Si bien las matrices, los modelos y las simulaciones
de casos son un estímulo para el quehacer de nuestras neuronas, nada de lo que
allí se pregona tiene un viso de realidad; en definitiva, son buenas
ejercitaciones y especulaciones. Tiempo atrás, hasta los “juegos de empresa”
eran un requisito al que uno no podía eludir en el plan de estudios. Si bien
hacía a la “currícula académica”, la mayoría sabíamos que se trataba más bien
de un “artificio intelectual” de escasa significancia concreta y real.
Sin embargo, mayoritariamente las universidades se
mantienen en lo suyo porque hace a sus respectivos “core business”. Por otra parte, están surgiendo otras alternativas de
estudios que comienzan a llamar la atención a las nuevas generaciones, por el
enfoque y las aplicaciones que les permiten, a los egresados, poder hacer
frente tanto al contexto como al trabajo desde otra mirada.
En la medida que los planes de estudio no se revisen
de manera continua, poco valor e interés irán despertando en sus destinatarios.
¿Por qué? Porque no los ayudará a resolver, del modo deseado, las tareas ni los
conflictos derivados del entorno “glocal” en donde se encuentran. Para aquellos
que están necesitados de llevar a cabo un curso universitario, les sugiero que antes
pregunten al director de la carrera cuándo fue la última vez que actualizaron
el programa de estudios y cuál es el porcentaje que balancea la teoría con la
práctica; seguramente que se van a sorprender.
Así como en el ayer un operario en la línea de
producción iba aprendiendo-haciendo, en el hoy la gran mayoría de
las personas que ingresan a una organización deben pasar por un proceso de
adaptación y aprendizaje –más allá del origen del título universitario– para
“suplir” así la distancia existente entre la teoría y la realidad. De esta
forma, las compañías e instituciones se evitan de incurrir en sobresaltos
indeseados.
El
título ya no es lo que era
Si bien existen muy buenas universidades a las que
suelen frecuentar algunas empresas para “nutrirse” de los mejores egresados, es
cada vez menor el valor y el reconocimiento que para la mayoría de las
organizaciones tiene el título del cual son portadores los postulantes. Al
respecto, ha habido algunas anécdotas “tragicómicas” por parte de algunos
ejecutivos que pretendieron, de buena fe, “encorsetar” sus proyectos y tácticas
en modelos de una cierta sofisticación que para nada resistían el sentido común,
ni mucho menos la realidad concreta del ámbito en donde se desempeñaban.
Por supuesto que con lo expresado no estoy
pretendiendo insinuar ni afirmar que la formación universitaria o terciaria deba
pasar a un segundo plano. ¡En absoluto! En un mundo que a diario nos deslumbra
con los avances registrados en las ciencias y en las tecnologías –como así
también en las múltiples fuentes del saber– se impone que el individuo lleve a
cabo aquella especialidad que guarde plena relación con su misión y vocación.
Además, el profesional actual sabe muy bien que deberá ir retroalimentando el
estudio de modo continuo, permanente, para suplir así la “descapitalización” de
lo que ya fue, con la incorporación de nuevos conocimientos de reemplazo y superación.
Entonces, el saber que en su momento llegó a
insinuarse como algo estático y dado, hoy nos demanda que no sólo seamos
receptores fluidos de lo nuevo, sino también co-creadores de nuevas ideas y
soluciones.
Esta dinámica, como se han de imaginar, se encuentra
en las antípodas del enfoque académico tradicional. Para colmo, la universidad
se enfrenta a la resistencia al cambio de aquellos directivos académicos que,
no sólo están preocupados por lo que deben innovar de modo frecuente, sino
también por la necesidad de conservar sus puestos de trabajo.
Sabiendo que las organizaciones necesitan soluciones
creativas para los tiempos que corren, de poco y nada les sirve que el
ejecutivo o especialista a contratar se encuentre “respaldado” por un MBA o un
PhD, porque éstos suelen referir a un contexto o temática que no necesariamente
los ayudará para poder llegar a ser eficaces, eficientes y competitivos, todo a
la vez.
¡El portador de Tu Marca Personal es
percibido como tal a raíz del estilo, la actitud y la forma de cómo hace lo que
hace, sin por ello olvidar que lo suyo le demanda, además, una fuerte
orientación y compromiso hacia sus prójimos!
José
Podestá