El Pensar Activo

05 marzo 2017 ·

Con el avance de la ciencia en general y de la neurociencia en particular, se está logrando un sólido posicionamiento del cerebro para la comprensión de un sinnúmero de funciones en el cuerpo humano: ¡Enhorabuena!

Sin embargo, no deja de ser un “misterio” el rol que tiene la función del pensar, no sólo por su complejidad intrínseca, sino también porque no tiene nada que ver con lo orgánico en sí; no es la materia la que piensa. Así como suele decirse que las compañías vinculadas directamente con la sociedad de la información –Microsoft, Google, YouTube, Facebook, Twitter,...– prácticamente nada tienen que ver con lo tangible, lo mismo ocurre con las ideas, la creatividad y por supuesto, el pensar. Al respecto, los directores creativos publicitarios suelen decir que pertenecen a la “industria del aire”, más allá que luego veamos o escuchemos el resultado creativo expresado en los spots publicitarios.

El sesgo intelectual

Hasta el siglo IV de nuestra era –el punto de inflexión fue en el año 333– prevalecía la conciencia que establecía que el pensamiento humano no es elaborado por el cerebro, sino mediante una revelación, ya sea que el individuo la recibiera directamente o indirectamente a través de otras personas, con base en la confianza. Por tanto, no existía la “idea terminante” que hoy domina por igual a académicos y no académicos, acerca que los pensamientos son algo que uno mismo elabora en el propio cerebro.

¿Y por qué es así? Porque al ser humano lo instan “a creer” que la ciencia es la que va brindando las respuestas lógicas, objetivas, en su devenir. ¿Ustedes están de acuerdo con ello? ¿La ciencia, por basarse exclusivamente en lo “evidente” y “lógico”, nunca se equivoca? Si fuéramos sinceros con uno mismo, no lo afirmaríamos rotundamente. Más aún, frente a una enfermedad específica no es la primera vez que un médico “honesto” reconozca que la ciencia llegó hasta aquí, y deje en libertad de acción al paciente para que éste, luego de consultar a terceras personas –a la medicina alternativa o incluso a un chamán– alcance la sanación definitiva.

¿Esto que nos aclara? Que la ciencia material, al quedarse muchas veces “enredada” en sus propios principios, termina demostrando a todos aquellos que avanzan por otros caminos, que tampoco están errados en su pensar y hacer. Lo que ocurre es que la lógica de los científicos y su intelectualismo riguroso los lleva, muchas veces, a terminar “presos de su propio cerebro”, al que lo fueron alimentando y “condicionando” con sus “razones lógicas”.

Con esto para nada estoy subestimando a la ciencia. Al contrario, es fundamental y necesaria para la humanidad. Lo que ocurre es que a raíz del sesgo racional instalado en Occidente a partir del siglo XV y exacerbado por la ciencia en los últimos dos siglos, se ha venido profundizando en la mayoría de las personas el “pensar pasivo”, es decir, meramente “intelectual”.

Si nos remitimos al ámbito de las organizaciones, éstas siempre han valorado tener en sus dotaciones empleados “lógicos”, omitiendo al “creativo” para así no tener que correr “riesgos innecesarios” provenientes de aquellas personas que luego se las pasan haciendo cuestionamientos generales, y lo que es peor, llegando a producir una eventual disrupción con respecto a las normas “lógicas” y predecibles vigentes.

Sin embargo, esa cultura de orden racional e intelectual –referido en este caso a todo aquello que es fruto de la mente, del cerebro físico– no es lo que esperan ni necesitan las organizaciones que vienen marcando tendencias y nuevos rumbos en la sociedad. ¿Se imaginan que empresas innovadoras como Amazon, Google, Nike, Netflix, Apple,… puedan hacer lo que hacen con personas que piensan con “la mente”?

Entonces, el desafío para todos aquellos que hasta ahora se jactan de ser “cerebrales”, lógicos y previsibles, es evolucionar del pensar pasivo e intelectual al pensar activo. Para ello, es necesario movilizar el pensar ingresando en el proceso del pensamiento. ¿Cómo? Migrando del pensamiento cerebral y necrótico –en el que el corazón no participa– hacia el pensar activo que está latente en nuestro interior. Concretamente, en nuestra alma, que por ser “intangible” e imposible de poder ser “domada”, disciplinada y sometida a un riguroso proceso lógico-racional, decididamente la ciencia no la tiene en cuenta; más aún, la ignora.

Pareciera ser que la ciencia se olvidó que la organización del ser humano es tripartita: cuerpo físico, alma y espíritu. De allí que todo lo resuma a lo “seguro”, “lógico” y “tangible”, es decir, a la corporeidad física, que en definitiva es sólo una parcela de nuestra integridad. Es por ello que la ciencia se sienta “muy bien” al decirnos que el pensar está en el cerebro físico. Quizás mañana también nos diga que una “corazonada” es una función cerebral.

Si desean un ejemplo contundente del pensar activo, espontáneo, no cerebral y elemental, lo encontrarán en los niños, antes de su ingreso a la escuela primaria. Lamentablemente ésta luego los “castrará” en su pensar creativo, vital y activo, para adormecerlos mediante la imposición sistemática de conceptos intelectualistas muertos. Recién cuando se alcanza la maduración psíquica que permita incorporar ciertas verdades, para cuya adquisición se requiere el juicio logrado por el pensar activo –cosa que ocurre entre los dieciocho y diecinueve años– es cuando la persona podrá internalizarlas y saberlas. De allí que en materia pedagógica se cometan también grandes errores por la acumulación de toda clase de “objetividades” –desligadas de la personalidad del maestro– y por enfatizar la uniformidad de los planes de enseñanza que no sólo apuntan a generar alumnos promedios, sino también porque están divorciados de la madurez psicológica y del momento biográfico del alumno.

Entonces, de lo que se trata es poder darnos cuenta de:

- Cuán limitado estoy en mí pensar activo para poder brindar las respuestas adecuadas en el hacer.

- La primera riqueza que adquiere nuestra alma está compuesta de conceptos intelectuales, de abstracciones. Hoy hasta el campesino es un adicto a la abstracción.

- El cerebro nunca otorgará validez –al igual que la ciencia– a todos aquellos impulsos que sean conducentes al pensar activo. ¿Por qué? Porque el cerebro sólo se halla organizado para captar tan sólo al hombre físico. Además, todo lo que nos llega del mundo exterior se embotella en el cerebro y no influye en el hombre integral.

- El intelecto no establece una relación objetiva con el mundo, porque es simplemente la persistencia automática del pensar pasivo. Además, la intelectualidad ya rebasó nuestro cerebro; nos dejamos guiar únicamente por conceptos, no por impulsos humanos. Por tanto, tenemos que sacarnos de encima las “ideas muertas”.

- Fijarme un plan de acción para el cambio. Esto demandará aplicar una voluntad vigorosa, con una fuerte intervención emotiva; nosotros felizmente necesitamos también escuchar al corazón, cosa de la que están exentos los robots.

¡El portador de Tu Marca Personal, especialmente si es un profesional universitario, deberá rescatar de su interioridad el pensar activo para plasmarlo en su vocación y en todo aquello que mejor sabe hacer en beneficio de sus prójimos!

José Podestá

 

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