Respeto Mutuo

26 marzo 2017 ·

Quizás la empresa estadounidense Motorola no pensó, cuando introdujo en el año 1983 el primer teléfono móvil –precursor del celular multimedia– cómo terminaría la telefonía celular posicionándose en la vida de las personas. Lo mismo vale para IBM, cuando en el año 1981 introdujo la computadora personal de escritorio –precursora de la notebook y la tableta– y el posterior advenimiento de la World Wide Web con sus plataformas de comunicación en general y de correo electrónico en particular.

Lo cierto es que en la actualidad la inmensa mayoría de los seres humanos es altamente dependiente de la comunicación, pero no por ello el mundo está mejor. La prueba diaria está a la vista, en donde parecería ser que de un modo inconsciente la gente quedó “atrapada y sin salida”, con el “gadget” que se les adhirió en la mano y los gobierna obligándolos a ser altamente dependientes del mismo y a utilizarlo sistemáticamente, ya sea cuando manejan el automóvil –a pesar de estar prohibido su uso– o mientras van caminado por la vida con la “cabeza baja”, debido al influjo hipnótico que ejerce la pantalla del celular. Entonces, para “asistirlos” y evitar accidentes, ya se han habilitado en algunos países los "semáforos horizontales" para que los adictos al celular no tengan “necesidad” de levantar la vista para saber si pueden cruzar o no la calle, dado que la señal luminosa que aparece en el piso les “indica” si pueden avanzar o no. Es así como el celular –nuevo “fetiche” de la posmodernidad– logró posicionarse como el “amo y señor” de las personas, al menos hasta que éstas tomen consciencia de su dependencia “patológica” y reaccionen algún día en consecuencia.

Disparate sin sentido

Más allá del tono irónico que he enfatizado en el relato anterior, no deja de sorprender hasta qué punto el ser humano está dispuesto a ceder espacios de su libertad, en este caso en manos de un objeto inmaterial, al tiempo que la empresa de telefonía disfruta del momento convirtiéndolo en un estupendo negocio de oportunidad.

Esto llevado al ámbito de las organizaciones, también tiene lo suyo. Si bien a la mayoría de las empresas les “encanta” que sus empleados y ejecutivos sigan conectados a ella después del horario de trabajo –incluido los fines de semana y feriados– pareciera ser que poco les importa las consecuencias que se derivan de ello, en términos de la salud y productividad de su gente.

Otras compañías, por su parte, han tomado conocimiento prohibiendo a sus directivos “exigirles” a sus empleados el estar conectados fuera de la jornada de trabajo. Incluso hay casos en donde la empresa “premia” con dinero a sus empleados, en tiempo de vacaciones, para que no se contacten online con sus respectivas áreas.

Realmente es llamativo que en el siglo XXI se haya llegado a esta realidad, al tiempo que existan directivos, especialistas y asociaciones profesionales vinculadas al ámbito laboral, que “sugieran” hacer el esfuerzo de dar cumplimiento a la jornada laboral y a la privacidad de sus empleados. ¡Con sólo observar las disposiciones legales se evitarían tener que hacerlo!

Como ejemplo descriptivo de la tremenda confusión en la que vive la mayoría de las personas, me parece interesante reproducirles a continuación tres situaciones que son bien gráficas:

- Un ejecutivo que se encontraba de vacaciones en Quebec, Canadá, comentó que gracias a no estar conectado online con la compañía, “tenía tiempo para hacer muchas cosas maravillosas, tales como visitar a sus sobrinos, alojarse en un lugar parecido a un castillo, disfrutar la versión canadiense del bowling y dormir un par de siestas”. ¿No les resulta llamativo a ustedes el testimonio de esta persona que se sienta feliz, luego de sus vacaciones, por haber disfrutado de su merecido descanso, cuando es lo más natural que debiera suceder?

- El fabricante alemán de automóviles Volkswagen decidió reprogramar sus servidores para que los empleados dejen de enviar correos electrónicos fuera del horario de trabajo.

- A partir de enero de 2017, una ley francesa dio a los empleados en todo el país el “derecho a desconectarse”. Al respecto, la ley establece que las compañías con cincuenta o más empleados implementen una política que evite que el correo electrónico de la oficina, después de las 18 horas, invada el tiempo libre.

Esta ley ha sido consecuencia de la aflicción surgida y conocida como de la “obesidad informativa”. La misma mantiene a las personas con la cabeza baja, tal como lo vemos a diario, con los efectos nocivos que ello tiene para la salud.

Sentido común

En el ámbito de las organizaciones abundan estudios que muestran que el desconectarse luego de la jornada de trabajo, reduce los niveles de fatiga y agotamiento mental. De esta forma, los empleados que vuelven descansados tienden a poner un mejor empeño en la resolución de los problemas y otras tareas creativas.

Si bien hoy en día se le presta atención a este tipo de conclusiones, considero que no necesariamente debería invertirse o “gastarse” dinero para llegar a este tipo de conclusión. ¿Por qué? Porque son básicamente lógicas y propias del sentido común.

¡El portador de Tu Marca Personal sabe que en la medida que incurra en la “obesidad informativa” y no respete el tiempo de los demás, correrá el riesgo de perder autoridad y credibilidad tanto en su actividad-profesión como frente a sus prójimos!

José Podestá

 

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