La Responsabilidad Moral

26 agosto 2018 ·

La conducta desviada en el ser humano no es una novedad ni tampoco una realidad excluyente en los tiempos que corren. Lamentablemente nos acompaña desde el inicio de la civilización. Sin embargo se observa que su aceptación y práctica subyacen, en la actualidad, en los distintos estamentos de la sociedad sin distinción de liderazgo político, posición económica, nivel etario y profesión.


Así como algunos se cuestionan y preguntan si el mundo económico y de negocios, el marketing, la publicidad, la medicina,… son una actividad “ética”, también en el ámbito del pensar deberíamos hoy reflexionar y meditar acerca de lo que llegó a expresar, hace ya mucho tiempo, el sociólogo y economista estadounidense Thorstein Veblen [1857-1920] en su libro “The Theory of the Leisure Class” del año 1899, al referirse al “hombre de negocios”. Al respecto, Veblen no dudó en afirmar que “el tipo ideal de hombre de negocios es como el ideal de delincuente: por su aprovechamiento inescrupuloso de bienes y personas para sus propios fines, por la insensibilidad con los sentimientos y deseos de los otros y con los efectos futuros de sus acciones”.

El equilibrio como desafío

Por su parte el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman [1925-2017] –precursor de la “modernidad líquida”– sostenía que “la actitud consumista de las personas, si bien puede lubricar las ruedas de la economía, lanza arena en los engranajes de la moralidad”.

El problema también radica en que nos hemos acostumbrado a considerar al ser humano –nuestro “prójimo”– como una mera unidad estadística. Además:

- La negación del derecho a fracasar parece haberse instalado en el centro de la modernidad.

- Lo rutinario no estimula a nadie. Necesitamos convertirnos en estrella-celebridad o en el opuesto de 
“víctima”, para conquistar algún tipo de atención por parte de la sociedad o por lo menos de las redes sociales. Como se podrán imaginar, por aquí no está el camino para la creación y el desarrollo del Personal Branding.

- Sentimos que “lo que me pasa a mí es lo real”. A los “otros” los reducimos a la categoría de ficciones creadas por analistas, artistas, expertos o periodistas.

Por supuesto que en estos extremos no encontraremos la solución ni el camino. En cambio, se está allí a un paso por asumir actitudes y comportamientos afines con la corrupción, porque ello para nada es propio de una “persona sana y normal”.  

Entonces, uno aquí bien puede preguntarse ¿por qué es tan difícil arribar y mantenernos en la zona de equilibrio? Quizás no nos demos cuenta que estamos transitando una época en la que predomina el “temor”: ¿Temor a qué?

Hay un temor abrumador a la incertidumbre, al derrumbarse o simplemente a ser uno mismo; tal el caso del temor a la insignificancia y del no poder dejar “huella” alguna de visibilidad, presencia y trascendencia.

Con ello ocurre que el temor termina “vistiendo” máscaras diversas. Alimenta el odio, es un estímulo a las prácticas de corrupción de todo tipo, genera la incertidumbre, la inseguridad y la inquietud. Es lo que la realidad nos muestra en su cotidianeidad.

En el plano político, el temor se ha convertido lamentablemente en una “mercancía” que despeja el camino para la llegada de una ola de populismo e incluso de xenofobia. Es lo que ya tiene presencia en algunos países de Latinoamérica –en algunos hasta con impulsos a una próxima restauración– como así también en Europa.

Parece ser que miedo y modernidad son hermanos gemelos. De allí que podamos resumir en tres las razones para estar asustado:

- La ignorancia. No saber qué pasará a continuación, pudiendo llegar hasta abstraerme por ello.

- La impotencia. La sospecha de que no hay prácticamente nada que podamos hacer para evitar un golpe o desviarlo cuando nos alcance. Por supuesto que en soledad difícilmente se podrá llegar a lograr, pero sí en grupo e incluso mediante el involucramiento en organizaciones  u organismos internacionales, gracias a la “transferencia” y “conectividad” reinantes.

- La humillación. Es la derivada de las dos anteriores. La amenaza a nuestra autoestima y a la confianza en nosotros mismos, cuando se revela que no hicimos todo lo que podríamos haber hecho. Esto puede terminar impactando negativamente en el Personal Branding.

Seguramente que para nada nos identificamos con el temor. Si realmente lo tenemos en claro y sabemos que la depresión es un “virus silencioso” que acosa a un número creciente de personas, a las que se las ha recientemente englobado bajo el nombre colectivo de “precariado”, justamente porque la precariedad denota incertidumbre existencial.

Por supuesto que cada tipo de sociedad y cada etapa histórica tienen sus propios miedos e incertidumbres específicas. Lo que marca la diferencia entre el miedo del ayer y de hoy es su “comercialización”. Es mercancía tanto de consumo como de política; concretamente, una moneda utilizada para gestionar el juego del poder, incluso dentro de una organización.

¿Esto qué significa? Que en el presente mundo consumista, el sufrimiento, las víctimas y las historias hacen a la “historia del éxito” de la modernidad líquida: ¡Las víctimas son celebridades y las celebridades son víctimas!

De allí que en nuestros días la traición –incluso derivada por la corrupción– pasa a ser una oportunidad. Entonces, cuando la fidelidad deja de estar en el centro de nuestra personalidad y ya no es una fuerza que integra la identidad del ser humano, entonces la traición pasa ser una “norma” y una “virtud” situacional.

En consecuencia, es importante no olvidar que lo más perjudicial y nefasto para el Personal Branding es fabricar el propio éxito y construir la propia “leyenda” a expensas de los demás, usándolos como situaciones, fragmentos y componentes individuales de nuestro propio proyecto.

¡El portador de Tu Marca Personal necesita del equilibrio de su ser interior como reaseguro frente al contexto tóxico en el que necesita interactuar, para poder llevar así a cabo con sentido y responsabilidad, el desarrollo y la posterior entrega de su legado-misión!
José Podestá

El Trabajo Será Otro

19 agosto 2018 ·

Si bien nuestros abuelos y padres tuvieron permanencia en el ejercicio de la vocación y profesión elegida, ello es y será prácticamente imposible en el hoy y ni que hablar en el futuro. No porque uno se haya equivocado al pensar y sentir “su” vocación, sino porque las circunstancias de la época vienen generando cambios y transformaciones estructurales y culturales como jamás se haya visto.


Esto para nada implica estresarse ni angustiarse, pero sí estar muy atentos a las tendencias disruptivas que ya están merodeando alrededor de uno. Lo que sí es un dato frecuente y tranquilizador de la realidad, es que nada de lo nuevo supone necesariamente un cambio drástico, sino más bien paulatino y de reacomodamiento. Esto nos da tiempo para “repensar” lo que estamos haciendo en la actualidad, para poder ver en qué medida estaremos “obligados” a cambiar de oficio o profesión, o bien “reformular” el enfoque y el sentido del mismo.

El robot es lo de menos

Si un robot es creado para tocar el piano ello no significa, en absoluto, el tener que disponernos a abandonar la vocación de pianista. ¿Por qué? Porque el robot carece de “alma” y de la impronta expresiva que se necesita para plasmarla en la interpretación y ejecución. El hecho que cuente con una “técnica” estupenda de ejecución y que tenga el “don” de no errar una nota, ello no es una condición necesaria de superación humana, por la sencilla razón que nunca podrá “mostrarse” sensible para establecer una comunicación directa e íntima con la audiencia, justamente por “carecer” de calor humano.

Seguramente que alguno de ustedes ya sabe que los robots pueden llegar a reemplazar al conserje de un hotel o al dependiente que en la cocina elabora una hamburguesa. Tanto en estos ejemplos como en otros, también vale el comentario anterior. Para hacer cosas que necesitan las personas, la “maquina” o el “robot” no alcanza. En cambio son de una gran ayuda en una línea de producción e incluso en una cirugía de alta precisión, ya que a ellos no les ha de “temblar” el pulso, justamente porque no son “humanos”.

Sí es cierto que la automatización se hará cargo de las tareas “repetitivas” y de bajo valor agregado. Y no está mal que así sea, porque de esta forma permitirá liberar a esas personas para capacitarse y dedicarse a otros trabajos más gratificantes y “humanos”.

Por eso es que considero –tal como lo había advertido al comienzo– que es muy importante estar “atentos” al devenir de los cambios, para saber en qué momento me va a convenir dar un paso al costado, porque ya cuento con otra formación en la cual podré seguir plasmando la vocación elegida. Se trata de una decisión eminentemente personal e intransferible. ¿Ello qué significa? En la medida en que no lo asuma a tiempo y responsablemente, entonces sí pasaré a ser una “victima” del robot.

Cambio y oportunidad

Los chinos nos han enseñado que en toda crisis subyace la “oportunidad”. Prueba de ello son los nuevos oficios, trabajos y profesiones que han comenzado a desarrollarse a partir de la tecnología y la innovación. En la historia, en cada una de las revoluciones industriales, se generaron más trabajos de los que se destruyeron; recuerden cuando Henry Ford comenzó la producción a gran escala de automóviles, se crearon cientos de miles de empleos. Lo que sí va a cambiar es la naturaleza de muchos empleos, y lo que también es seguro es que los nuevos empleos van a ser de más calidad que los que desaparecerán.

Actualmente se vislumbra la necesidad de tener que contar con habilidades blandas, como ser la comunicación, la colaboración, la resolución de problemas, el servicio al cliente y la gestión. Paradójicamente, es algo que a los robots no les puede surgir con naturalidad.

También se van a metamorfosear las profesiones. Los que antes eran actuarios hoy son científicos de datos que se encargan de sistematizar las toneladas de información que recibe una plataforma, y a partir de allí delinear las estrategias. Los community managers –que seguramente muchos de ustedes conocen– llegaron con la explosión de las redes sociales, tal como está ocurriendo ahora con los desarrolladores de apps, debido al crecimiento exponencial de la telefonía celular. También surgieron los influencers que las marcas contratan por la atracción que despiertan en sus seguidores; la masificación de los videojuegos generó gamers y éstos generaron a los instructores de videojuegos.

Los diseñadores gráficos del ayer se orientan hoy hacia el diseño Web y 3D. También existen empleos vinculados a drones –pilotos, mecánicos, fotógrafos. El marketing digital, gracias al “growth hacking” –es  una forma distinta de ver y buscar cómo hacer crecer una empresa en un mercado, con el mínimo gasto de recursos posibles– pasó a ocupar un rol central en las organizaciones. En el área de personas ya se instaló el gerente de felicidad, para  promover y desarrollar el buen clima laboral. El medio ambiente dio lugar al gerente de sustentabilidad.

Si han escuchado algo sobre la “fiebre” del bitcoin, se ha disparado la búsqueda laboral de expertos en blockchain para asesorar inversores y plataformas; también con un excelente nivel de aplicación en la logística en general y en la cadena de suministro en particular.

¿Y en el Personal Branding?

Por supuesto que también existen hoy nuevas oportunidades en la mayoría de las áreas tradicionales, las que demandarán una mayor capacitación en todos aquellos que deseen ser parte activa del cambio. Piensen que los chicos que están empezando la escuela han de trabajar, cuando se gradúen, en empleos y profesiones que seguramente no existen actualmente.

De allí que el Personal Branding ayudará a mostrarse como parte activa del cambio. ¿Por qué? Porque su titular necesitará ir dotando a su identidad personal de nuevos contenidos heterogéneos, debido a las transformaciones e impulsos que necesitará ir brindando a las tareas que va llevando a cabo, siempre en línea con su vocación.

¡El portador de Tu Marca Personal deberá aprender a “gestionarla” ante  a la multiplicidad de tareas que caracterizarán su desarrollo biográfico, tanto en lo laboral, profesional como social!
José Podestá

Persona, No Líder

12 agosto 2018 ·

En los tiempos que corren no deja de hablarse de liderazgo, incluso en el ámbito de las organizaciones. Basta con ver algunas búsquedas laborales, para poder apreciar cómo el “mote” de líder se ha constituido en uno de los requisitos excluyentes. Y ni que hablar entre los políticos y los gobernantes. Sin embargo, qué nos muestra la realidad: ¡La crisis está en todos lados!


Si nos remitimos al concepto básico de líder, el diccionario alude al dirigente, jefe, al que está al frente de algo, al número uno. Se trata, pues, de calificativos o atributos que asume una persona –también una marca– en un determinado momento, en función del rol que desempeña. Esto señala, inevitablemente, una dualidad entre el que dirige y los “otros”, produciendo muchas veces un lamentable condicionamiento o dependencia entre: jefe-subordinados, presidente-pueblo. ¿Por qué? Porque no todos estarán de acuerdo con la conducción circunstancial o, lo que es peor, tampoco les interesa ser parte de la misma aunque trabaje en esa empresa o sea ciudadano de esa nación.

El liderazgo es necesario, pero…

Seguramente que vamos a coincidir acerca de la necesidad de contar, por ejemplo en una organización, con un conjunto de personas que por el hecho de ocupar una posición formal dentro del organigrama, tienen la responsabilidad, el poder y la autoridad para el logro de la buena marcha del sector-área a su cargo. Ello necesariamente es así, porque hace a un principio básico de organización y gestión. Esencialmente, son los líderes formales.

Sin embargo, en la práctica lo que suele ocurrir es que ese líder formal deviene luego en un “jefe” que, haciendo valer su poder y mandatos, se impone y demanda por vías autoritarias. Así como la autoridad y el respeto marchan de la mano, también lo hacen el autoritarismo y el miedo. Esto lo vemos también en la figura del presidente de un país cuando, a pesar de haber sido elegido democráticamente por el sufragio, termina asumiendo un rol-poder que nada tenía que ver con lo delegado por los ciudadanos.

Si bien mucho se habla hoy del trabajo en equipo, las prácticas y resultados terminan por demostrar la presencia de “jefes” por sobre los liderazgos. ¿Con qué resultados? Prácticamente opuestos a lo deseado y esperado, al impedir el desarrollo de iniciativas que aporten diversidad y nuevas mejoras, sino que contribuye a un “soterrado” malestar entre quienes antes que motivación y visiones inspiradoras, reciben órdenes muchas veces perentorias.

Lo mencionado ya fue oportunamente señalado por Daniel Goleman –difusor de la inteligencia emocional – al advertir que “las competencias emocionales resultan especialmente importantes en las personas y en el campo del liderazgo”. Quien no las haya desarrollado difícilmente podrá demostrar empatía, compasión, comprensión. No tendrá capacidad de escucha. No sabrá convencer, se limitará a imponer. O lo que es peor, decir que “la orden vino de arriba”.

Creerse líder, no sirve

Toda esta distorsión, que para nada es nueva, es consecuencia de una gran omisión de parte de la dirigencia de turno. ¿Cuál? La que no sabe valorar como “persona” a los seres humanos, que no sólo son parte de una organización, institución y sociedad, sino que además son el centro y la razón de ser de la misma.

Tal como lo había mencionado, el liderazgo es necesario por su primaria función de organización. Pero además se trata de un “titulo” que no califica, aunque uno sea el mejor en lo que hace, el más inteligente de la clase, del grupo o el más popular. Tampoco existe una “institución” que otorgue ese título. En cambio, sólo se es líder recién cuando la persona se ganó el respeto de quienes lo rodean, predicando con el ejemplo. Tal como se lo reconocemos al Mahatma Gandhi, a la Madre Teresa, a Luther King,…

El líder se hace a partir de la integridad de la persona, nunca al revés; recuerden lo dicho acerca del autoritarismo. Entonces, no sirven los “atajos” que resaltan los galones, la fuerza, la prepotencia, el marketing circunstancial, las invocaciones al puesto jerárquico, las manipulaciones psicopáticas. En cambio parte del respeto hacia el prójimo, a la coherencia, a la vocación por la verdad y la voluntad de sentido.

De allí que hoy, quizás más que nunca, necesitemos de las personas, de nuestros prójimos, más que de líderes.

¡El portador de Tu Marca Personal termina siendo calificado como un líder por la pasión, el respecto y la consagración que hacia los otros imprime en su obrar cotidiano!
José Podestá

Entre los Opuestos

05 agosto 2018 ·

Cuando de Personal Branding se trata, es muy importante tener en claro cómo y por dónde vamos transitando nuestro camino –es decir, la misión– y el resultado que se va desprendiendo del obrar –consecuencia de la vocación elegida. Sin embargo, hay un error bastante generalizado de creer que en los tiempos que corren, importa mucho más ser “ultra competitivo” y sumar en su formulación o perfil una alta exposición a los medios, a la búsqueda de fama-poder y de querer ser el mejor.


Para los que valoran las estadísticas, esta categoría de personas luego terminan reconociendo que tal aspiración no era tan así, porque la cosecha de insatisfacciones generalmente termina siendo superior al de las alegrías. ¿Por qué? Porque depender en exceso de la mirada y el reconocimiento del otro suele derivar en un problema conducente al de tener que sacrificarse o “inmolarse” para poder lograrlo. Entonces, cuando escuchamos más la “voz social” que nuestra “voz interior”, se termina pagando el costo de no ser “auténtico” ni tampoco un “yo soy” pleno.

En el otro extremo se ubican aquellos que hacen un culto por sentirse miembros de la “cofradía de la invisibilidad”. Si bien esta expresión en la actual agenda pública tiene una connotación negativa, para estas personas les resulta un “activo” que es funcional a sus negocios y a su bienestar emocional.

Más allá que ambas tipologías puedan confluir en el psicólogo como un problema de “solución terapéutica”, lo que nos dice el sentido común es evitar irnos por los extremos. Si bien hay consenso mayoritario en ello, no todos lo terminan asumiendo, para beneplácito de los psicólogos.

La clave está en el equilibrio

Seguramente que muchas de las personas más exitosas sean aquellas que nunca hemos oído hablar hasta ahora. Se trata, por cierto, de una actitud muy positiva para tenerla en cuenta. ¿Por qué? Porque entendieron que el bienestar emocional pasa por otro lado, que la fama y la riqueza no son esenciales para ser felices, ni tampoco para un Personal Branding de valor. Al respecto, en la red social LinkedIn podemos encontrar a muchos que se dicen ser “oradores inspiracionales” –émulos de los que pululan en las charlas TED– como una forma de “creer” destacarse socialmente; su “ego” no les permite discernir que si alguien es inspirador o no, es algo que deberían definir los demás.

Que la realidad sea así es también por influencia de los medios, más allá de la actitud personal. En las historias de éxito empresario existe lo que se conoce como el “sesgo de supervivencia”, que refiere a los casos de los triunfadores que salen a luz, con lo cual muchos “creen” que así debe ser en la vida.

Por cierto es que hay infinidad de personas súper exitosas que cuentan con un mejor sentido para definir, por ejemplo, que “esto es ya suficiente” o que se sienten cómodos operando desde el “backstage”, dejando que otros se lleven el crédito. Ello es consecuencia de la experiencia que brinda la realidad, al mostrarnos en el opuesto decenas de historias de CEO’s, políticos o figuras públicas famosas y exitosas en sus carreras, pero que luego terminaron sus vidas en forma desdichada, o que en pleno apogeo no tenían disfrute.

Frente a ello es muy bueno preguntarse, cuando uno ha llegado a tal situación, si ello tiene algún sentido, qué relación guarda con lo que verdaderamente debo hacer en la vida –la misión– y en que estaré beneficiando a mis prójimos o eventualmente a la humanidad.

También es bueno recordar que uno de los principales obstáculos, para una vida con sentido, es perseguir las 3P’s:

- Prestigio/fama.

- Poder.

- Plata/dinero.

Si las 3P’s son la consecuencia de perseguir y concretar la misión, no hay nada de negativo en ello; siempre hubo y habrá gente que lo logró a partir de su trabajo y vocación. El problema se presenta cuando ello pasó a ser un “error de programación” en nuestro GPS vivencial.

Sobre este punto los millennials deberían sentarse a reflexionar. ¿Por qué? Las encuestas “dicen” que la riqueza y la fama son los valores que más desean, incluso por sobre la familia o el amor. ¿Esto qué significa? Según lo manifestado por los millennials, se vislumbra una tendencia incipiente que se muestra más dispuesta a separarse de su familia, a cambio de ser famoso. Además, las redes sociales potencian la necesidad de juicios positivos de terceros y minan la autoestima.

El Personal Branding así no funciona 

Si bien el contexto y las relaciones terminan ejerciendo sobre muchos una gran influencia y “dependencia”, lo que se necesita para posicionar el “yo soy” y a partir de allí avanzar hacia el logro de la misión personal, es “bajar un cambio” para comenzar a relacionarse y conversar honestamente con el “segundo hombre interior” que anida en nuestro ser. Si bien no se lo consigue tan fácil, deberemos comenzar por invertir un mayor tiempo en nuestro ser para poder “descubrirnos” y concentrarnos en aquello que, “realmente”, tiene sentido para nuestro hacer. Esa respuesta lamentablemente no está en el mundo exterior, en las redes sociales ni en las series exitosas de Netflix.

Entonces, de lo que se trata es de poder comenzar a “domesticar” nuestro ego –es decir, nuestro enemigo N° 1– para así poder ir generando, paso-a-paso, el éxito aspiracional que subyace y espera en nuestros respectivos proyectos personales.

¡El portador de Tu Marca Personal genera estima, admiración y respeto en la medida que pueda llevar a cabo su misión y vocación de vida, sin olvidarse de sus prójimos!
José Podestá

 

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