Ser Competitivo

13 diciembre 2009 ·

El concepto de competitividad aplicado en el ámbito empresario tuvo su debut y rápida difusión en la década de 1980. De la mano del experto en estrategia Michael Porter, las empresas fueron direccionando sus destrezas hacia aquellos negocios y procesos que les permitiesen, vía la diferenciación, acceder a la ventaja competitiva. El momento y la época eran óptimos porque el mercado era de demanda, motivo por el cual haciendo bien los deberes la mayoría de las empresas podían acceder a un razonable crecimiento en participación y rentabilidad.

A partir de la nueva economía del conocimiento y de la información, que se gestó a partir de la década de 1990, la situación mencionada comenzó a licuarse en forma sostenida. Al respecto, en la actualidad a las empresas les resulta hasta difícil poder mantener el nivel de identidad de sus marcas, por las consecuencias nefastas derivadas de la práctica recurrente del “me too,” con lo cual la ventaja competitiva ya no está necesariamente centrada en los productos y servicios comercializados.

¿En dónde hoy radica la diferenciación?

En el conocimiento que los empleados aportan para hacer viable la estrategia de la empresa.

Ante la imposibilidad de lograr que un producto o servicio logre mantener su innovación o exclusividad en un plazo razonable de tiempo, la ventaja competitiva hoy se sustenta y retroalimenta en las prácticas idóneas que los líderes implementan en sus mercados. Para nada se discute que el producto o servicio sea el mejor en su categoría, porque es la llave mínima de entrada que deberá contar para alcanzar un aceptable posicionamiento. Lo que sí varió es la percepción de valor derivada del uso o consumo de ese excelente producto: pasó del ámbito tangible al intangible. Por tanto, hoy se es competitivo si la oferta es capaz de generar memorables experiencias, emociones y disfrute en el mercado objetivo. ¿Ejemplos? Starbucks, Apple, Toyota, FedEx, Amazon, ...

Estas empresas son memorables porque brindan un producto-servicio de excelencia. Y en ello el personal tuvo y tiene un rol clave. Son empresas que invierten en talento –no buscan empleados basándose en la variable precio, es decir, el “más barato” sino el que mejor potencial cuente para sumar valor vía el conocimiento aplicado– cualquiera sea la posición que ocupe en la organización: cadete, operario, empleado o ejecutivo. Todos son parte del intangible que les permite ser competitivos.

Este nuevo estilo de gestión se tornó en un campo propicio para la práctica y el desarrollo del Personal Branding. Al ser la nueva economía facilitadora de la gran expansión de la sobreoferta de productos y servicios existentes, también ha establecido las condiciones para el reposicionamiento del papel asignado al empleado-dependiente del ayer. Y si bien todavía hay muchas empresas o áreas de personal que no se han dado cuenta de ello –sea por desconocimiento o eventual resistencia al cambio– las que hoy nos muestran su competitividad no dudan en señalar y anteponer al empleado en el núcleo del proceso.

¿Cuál es el rol de Tu Marca Personal en estas empresas?

Es el factor diferenciador, justamente porque necesitan a partir de la heterogeneidad de ideas, creatividad, habilidades y talentos sumar nuevas y permanentes soluciones a la economía de sistemas que hoy impacta en las prioridades del cliente. De allí que estas empresas vienen también poniendo énfasis en el desarrollo de la marca personal de sus empleados.

De esta forma, el ser competitivo en un talento asociado a Tu Marca Personal. Es algo que debe partir de nuestro interior para luego plasmarlo en el rasgo diferenciador que caracterizará el trabajo-servicio brindado, tanto en el ámbito laboral como profesional.


José Podestá

 

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