Frustración y Costos

09 octubre 2011 ·

En el ámbito laboral y profesional muchas personas padecen de estrés debido a las tensiones, presiones e imprevistos que diariamente no se logran gestionar de un modo correcto. Esto tiene que ver con el denominado estrés negativo, fruto de haber superado la persona los límites normales de exigencia y saturación al cuerpo y mente. No obstante, también es conveniente tener en cuenta que un acotado nivel de estrés es necesario, pues motiva a estar atentos y a la acción.

Pero cuando en una organización o profesión existen personas con signos de pérdida de interés en su tarea, indeferencia o llamativo nivel de irresponsabilidad, estamos ante el denominado síndrome de desgaste profesional. El mismo también se lo conoce como burn out y fue descripto, en el año 1974, por el psiquiatra Herbert Freudenberger como: “Fallar, gastarse, sentirse usado, fracasado, agotado o exhausto debido a excesivas demandas de energía, fuerza o recursos personales”.

En el ámbito laboral-profesional el burn out se produce generalmente por sobrecarga de trabajo, alta competencia entre pares, presiones económicas-financieras o escasa satisfacción laboral. El problema radica en que el organismo humano termina por habituarse a sentirse mal y afectando la salud mental y física de quienes lo padecen. Algunos estudios señalan que el 30% de la población lo padece en forma grave y sube al 50% en los casos más leves.

El problema del burn out es que la persona puede transmitirlo anímicamente a sus compañeros de trabajo. Así, tal como si fuera un virus, termina afectando la productividad, generando accidentes, errores, ausentismo, etc.

La generación del costo que surge de esta enfermedad afecta a ambas partes. Para el empleado-profesional, es la antesala a la frustración, especialmente cuando éste tenía previsto algún plan o proyecto personal. Para la empresa, no sólo incurre en mayores costos sino que el impacto-contagio termina dándose en la organización, alterando el clima laboral.

Cómo nos damos cuenta

Porque la persona manifiesta un gran cambio en sus hábitos –alimentación, recreación, descanso– y de actitud hacia el trabajo, es decir: desmotivación, falta de compromiso, escaso o nulo deseo de involucramiento. En una palabra, el trabajo pasa a ser una carga con connotaciones negativas.

Como también ocurre con otros síntomas, el afectado no busca ayuda o solución. Por lo general se muestra hiperactivo, aumentando su cansancio y frustración, lo que conlleva a mostrarse irritable y violento en los ámbitos en donde se nueve, incluido el familiar.

El punto de máxima se da cuando esta persona se retira de toda actividad que no sea la laboral-profesional, resignando el entorno familiar-social e ingresando a un estadio de autorreclusión.

Los excesos restan

El burn out no debería ser soslayado por el individuo que viene trabajando fuerte para alcanzar su objetivo de posicionamiento laboral-profesional. Muchas veces, sin darnos cuenta, caemos en nuestra propia trampa de hiperactividad o cometiendo errores tácticos, como ser:

- No descansar adecuadamente.
- No respetar los horarios de comidas o frecuentar los desayunos y/o almuerzos de trabajo.
- No darse tiempo para las gratificaciones.
- Practicar deportes extremos o actividad física de competición, algo que desde hace milenios los orientales nos vienen advirtiendo no hacer.
- Trabajar más de la cuenta, como una autoimposición y creencia del deber ser, “para que me tengan en cuenta”.

De lo que se trata, de lo verdaderamente razonable e inteligente, es saber que uno mismo es el artífice de su plan o proyecto personal. Muchas veces se piensa que acelerando los pasos se podrá llegar antes, pero la realidad se encarga habitualmente de señalar que los tiempos de decisión del mercado objetivo suelen ser más lentos y hasta erráticos.

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José Podestá

 

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