Nunca fue
bueno ni sensato pensar y actuar bipolarmente, porque así no es
Si la gente
tuviera esto bien en claro, muchas vidas se hubieran preservado, incluida la de
los hijos que no pudieron alcanzar las altas calificaciones para el ingreso en
la universidad, el acceso a un oficio o a una manifestación artística. El hecho
que uno no pueda calificar en una postulación para nada significa la
descalificación terminal, familiar o social. Sí importó haberlo intentado,
porque uno nunca sabe si el destino personal andaba por allí o se trataba de
una mera ilusión.
La
imposibilidad de alcanzar el objetivo o de no llegar a la cima suele verse y
sentirse como una señal de fracaso, con toda la carga emocional que ello tiene
para el damnificado. La cultura material que se ha impregnado en todos los
estamentos de la sociedad, lamentablemente ha llevado a premiar sólo al mejor y
desechar al resto.
No
sorprende, entonces, que el ser humano sea objeto de tal vejación y por ello
finalmente termine descartado como un objeto o cosa. Sin embargo, ser el mejor
en algo o el número uno, implica una gran responsabilidad y compromiso de esa
persona hacia los demás, no una mera posición de dominio-poder, ni mucho menos
un coto de caza.
Equilibrio y sentido común
El mundo de
las organizaciones registra casos reiterados de personas que están
obsesivamente motivadas por alcanzar la cima del poder. Pero cuando lo logran
sienten, al poco tiempo, que deben ir por más o vivir exclusivamente para ello,
aunque luego termine afectando los lazos del núcleo familiar.
El caso de
Steve Jobs no bastó, sin embargo, para una toma de consciencia de lo que
implica ir por todo. La inmensa mayoría lo sigue admirando por el estupendo
desarrollo y posicionamiento que hizo de Apple –mérito que está fuera de
discusión– pero sin importarle tanto el trato que tuvo con el personal ni su
rol como padre y jefe de familia. Entonces, recién cuando la enfermedad
terminal le anticipó su partida de la vida, terminó pidiendo disculpas por ello
y también a su hijo por no haberle dedicado la atención que se merecía.
Esperemos
que el caso de Sheryl Sandberg, ex Google y actual número dos de Facebook, no
se sume como un nuevo caso y ejemplo. Por ahora, esta directora operativa está
dispuesta a no detenerse en la posición obtenida. Como mujer advierte que el techo de cristal no es impuesto en las organizaciones por el hombre sino por las propias
mujeres que sacrifican sus ambiciones profesiones por atender su vida familiar (sic).
Evidentemente esta señora, madre de dos hijos, no descubrió aún que el ser
profesional-ejecutivo y mujer, no implica en absoluto tener que claudicar en lo
familiar.
Cuando el
ser humano y las organizaciones consideran que el trabajo es un fin en sí
mismo, en lugar de un medio puesto al servicio de la realización de las
personas, se puede terminar en alguna situación extrema como la de los ejemplos
mencionados. Pero cuando el trabajo, junto con la especialización o profesión
elegida, es percibido como la oportunidad que brinda un sentido en la vida de
la persona, todo lo que va desarrollando y compartiendo tiene un valor
trascendente. ¿Por qué? Porque no deja de lado al otro.
Camino de viabilidad
Si bien
somos conscientes que lo culturalmente establecido en el ámbito de las
compañías es la permanente generación de resultados rentables, también es
cierto que se trata de un paradigma hoy agotado. La exacerbación del consumo y
el continuo recambio de productos y servicios están llevando a las
organizaciones al desgaste estructural, al empleo irracional de recursos no
renovables y al no sentido. Por otra parte, las señales del contexto y de las
nuevas generaciones alertan que si las organizaciones no cambian y se adaptan a
las personas, no tendrán futuro.
¡El
portador de Tu Marca Personal está muy expuesto a las tentaciones de la carrera
laboral-profesional, debiendo por ello no perder el foco ni el sentido que el
posicionamiento tienen en su vida!
José Podestá