Cuando se le pregunta a los directivos de una
organización qué rol le asignan a la comunicación interna y externa suelen
responder, prácticamente al unísono: “¡Mucha!”
Pero cuando se les pregunta a los empleados y a los públicos externos de
la compañía, qué posibilidades tienen de expresar sus necesidades,
observaciones o críticas, también suelen responder al unísono lo contrario, es
decir: “¡Poca o nada!”
Daltonismo
y sordera ejecutiva
Los ciudadanos solemos a menudo criticar a un
político o funcionario público cuando se empecinan en no reconocer los datos de
la realidad, ni escuchar a los reclamos o aportes que, a través de
especialistas o cámaras que representan al sector en cuestión, les formulan
como un aporte o un principio de solución.
Esta negación de la realidad perfectamente guarda
relación con lo mencionado al inicio sobre los directivos de una organización.
En ambos casos, los actores “negadores” asumen tal actitud porque creen,
piensan y hasta temen, con la apertura a la escucha, llegar a perder la
“autoridad”. Lamentablemente no han tomado conciencia que en la sociedad
informacional en la que vivimos, la comunicación pasó a ser excluyente para
sumar conocimientos, trabajar en red, delegar empowerment, aumentar la productividad, etc.
Tal vez estos ejecutivos y políticos no sepan –y
aquí ya hay un síntoma de su incapacidad– que la autoridad no se pierde por
escuchar al empleado o al ciudadano, sino por la toma de decisiones
desafortunadas. Por tanto, en ambos casos se termina haciendo culto y honor a
lo incorrecto, motivo por el cual si en la escala superior jerárquica no hay
nadie para hacerles notar a estos funcionarios acerca de su error, las cosas
seguirán como hasta ahora.
Los
canales alternativos
La cultura actual nos viene mostrando el fluir
constante de las comunicaciones en todo sentido, es decir: vertical,
ascendente, horizontal y transversal. El empleado, que además de ser un ser
humano es también ciudadano, viene interactuando en sus grupos de relaciones.
Si bien no todos son extrovertidos en el compartir, la realidad nos señala que
las personas literalmente están conviviendo en un estado de conversación, cada vez más participativo y a la que se le
van sumando grupos afines.
Entonces, si alguna organización no quiere darse
cuenta de ello porque se refugian en la cultura y los valores fosilizados del ayer, es evidente que la conversación de
los empleados castrados en el uso de
los canales formales de la comunicación, buscarán otras vías alternativas para
hacerse escuchar. Las consecuencias de ello suelen terminar siendo
perjudiciales, tanto para la organización como para el político o funcionario
público. Pero como en la práctica estas cuestiones no son asumidas debidamente,
la miopía, la telaraña ideológica o, lo que es peor, el autoritarismo
irracional, termina luego perjudicando a los ciudadanos en general.
Las
excepciones valen, y mucho
Muy distinta es la situación y el posicionamiento
que por ello ejercen y detentan las compañías que se han dado cuenta del triple
valor que hoy tienen:
-El empleado de calidad.
-La comunicación.
-El conocimiento compartido.
Esto es literalmente lo opuesto al modelo de management que estuvo vigente durante décadas.
Las empresas que optaron por el cambio han terminado por reinventarse a sí
mismas, despojándose de las estructuras rígidas y del clásico perfil-recurso
humano que hoy, felizmente, ya no tiene más cabida.
Finalmente, hay otro dato clave que caracteriza a
las empresas que vienen transitando en el nuevo
sendero. Más allá del conocimiento divergente que los lleva a la innovación
y a la creatividad continua, han reconocido que el poder ahora está en manos del empleado; éste lo ejerce
diariamente a partir del conocimiento aplicado al logro de los objetivos
estratégicos de su posición
¡El portador de Tu Marca Personal en un
individuo que se posicionó para ser el mejor referente en su mercado, sea el
profesional, empresarial, político o comunitario!
José
Podestá