El Líder Informal

27 julio 2014 ·

En toda organización debe convivir el liderazgo formal –representado por los que ocupan cargos ejecutivos– con el liderazgo informal, que está a cargo de todos aquellos empleados que cuentan con el reconocimiento espontáneo de sus compañeros.

Cuando en los puestos clave de la empresa –CEO, director, jefe, supervisor– el titular reúne ambos tipos de liderazgo, los resultados obtenidos suelen ser superiores a los habituales, como así también el clima laboral. Pero ello no es algo frecuente.
Proactividad, pasión y sentido común

En el perfil de un líder informal coexisten distintas habilidades y valores. Pero si carece de empatía –saber colocarse en el lugar del “otro”– humildad y generosidad, es difícil que pueda llegar a ser aceptado por sus pares.
Contrariamente a lo que muchos piensan, el líder informal nace a partir de sus cualidades humanas, es decir, de sus competencias blandas. Esencialmente es la contraparte del líder formal, porque a éste se lo elige o promociona fundamentalmente por sus competencias duras, es decir, por el expertise teórico-práctico que posee para el cargo en cuestión. Habitualmente muy poco de ello suele verse cuando estamos ante la presencia de un funcionario o de un político. A pesar de cargar sobre sus espaldas con una gran responsabilidad social, no la saben honrar por carecer de las capacidades mínimas y necesarias que requiere la función para la cual fueron nombrados o elegidos.

Esto no significa que el líder informal carezca del know-how o del saber cómo hacer las cosas. No sólo es muy bueno en lo suyo sino que también ha sido valorado y elegido por sus compañeros. De esta forma se convierte en un facilitador y en un vocero calificado de los requerimientos que parten de la estructura formal de la organización. Pero también es el mediador e interlocutor de peso ante la dirección o supervisión y un factor clave dentro de su equipo de trabajo; es aquí en donde el líder informal logra que las cosas se hagan en tiempo y forma, más allá de las dificultades e imprevistos.
Para aquellos que cuentan con un proyecto de carrera laboral y profesional, el llegar a ser aceptado y reconocido en algún momento como un líder informal, pasa a constituirse en una cualidad fundamental. ¿Por qué? Porque con ello logra enriquecer su personalidad, a partir de las condiciones humanas que surgen de su ser interior, y que están más allá de sus conocimientos técnicos y específicos. 

Si uno observa en perspectiva al líder informal, podrá llegar a percibir que suele tener muy buena predisposición para la anticipación de los sucesos –es proactivo y autónomo– siente placer y pasión por lo que hace, además de sugerir muchas veces cuáles son las soluciones más atinadas y oportunas. Se trata, por cierto, de condiciones que son también importantes y hasta esenciales para todos aquellos que se interesen por construir y desarrollar el Personal Branding.
Si bien en este abordaje del liderazgo informal hemos puesto el foco en la organización, no deja por ello de ser un atributo o cualidad que puede presentarse en cualquier manifestación o ámbito de la vida. Tampoco es algo surgido en los tiempos que corren: se ha venido dando a través del devenir de la evolución histórica de las sociedades.

¡El portador de Tu Marca Personal deberá hacer confluir en su propuesta de valor ambos tipos de liderazgo, además de tener bien en claro que lo que “marca” la diferencia no proviene exclusivamente del expertise!
José Podestá

Poder–Saber

20 julio 2014 ·

En la Sociedad Informacional en la que vivimos, anclada en la Economía del Conocimiento y la Información, se ha reiterado con frecuencia que el conocimiento incorporado brinda poder al individuo. Por ello, todos podemos ser parte activa de la legión de ciudadanos que a diario se hacen valer y respetar por lo que son y saben. Pero en la práctica, no es tan así.

Todo comienza por uno
Desde pequeños nos han enseñado que el hombre es un ser social. Pero si vemos el fuerte individualismo imperante en el mundo, uno bien podría pensar que tampoco es así.

Aunque la realidad indique o intente hacernos convencer de ello, porque a diario el comportamiento actitudinal de la inmensa mayoría nos lo hace sentir, el ser humano es eminentemente social. ¿Por qué? Porque necesita “del otro” para constituirse y realizarse, sin por ello perder la individualidad. Entonces, antes de encarar una misión o un proyecto de vida, uno deberá comenzar por darse cuenta del “qué soy”: no del que me gustaría ser o del que me atribuyo ser.
El futuro portador del Personal Branding tampoco está exento de ello. Si no comienza por tener en claro aspectos clave de su persona – del “quién soy”, no del que se propone aparentar ser para llegar a seducir con su marca al futuro mercado objetivo– seguramente que terminará siendo una víctima de su propio autoengaño.

En consecuencia, cuanto más uno sepa de sí mismo será más consciente de sus fortalezas, de sus debilidades y de su vocación de vida. Durante el trayecto, además, podrá ir constatando que la huella que va dejando es fruto del conocimiento aplicado en el trabajo y en las obras realizadas, gracias a los vínculos, a las relaciones y a los apoyos que en el camino de la vida fue recibiendo de otros seres.
La vida laboral y profesional, cuando se la construye a partir del proyecto que uno aspira realizar, cobra un sentido pleno. Las etapas que se van superando son como partículas de estímulos sucesivos que van construyendo el camino, del cual uno se puede llegar a enorgullecer, básicamente por dos motivos:

- Porque nace a partir del despertar interior, es decir, del habernos dado cuenta de nuestras carencias y habilidades y del sentido que aspiramos imprimirle a la vida. Además, la práctica de la escucha interior nos permitirá orientarnos y mantenernos en el rumbo fijado.
- De lo que aspiramos ser –la vocación– sabiendo que en un mundo de alta competitividad como el actual, el conocimiento es la materia prima básica, mínima y necesaria para hacer las cosas de la mejor manera, pero sin dejar por ello de considerar al prójimo, porque así nos lo demanda nuestra responsabilidad social.
En la medida en que uno esté persuadido de la necesidad de tomar las riendas de la vida en sus propias manos, en lugar de pretender tercerizar el destino o esperar que otros lo hagan por uno, se podrá ejercer con autoridad y convicción el poder que emana del “saber interior”. Los que se den cuenta de ello no sólo lograrán gratificación por el sentido dado a la vida, sino porque éste, al estar en función del otro –de los prójimos– hace que nos reconozcan y valoren.

¡El portador de Tu Marca Personal, más allá de ser competente y sobresaliente en lo suyo, tiene una gran responsabilidad social, de gratitud y de compromiso por el reconocimiento cosechado en el ámbito de su vocación!
José Podestá

Trabajar Para Vivir

13 julio 2014 ·

Durante décadas nuestros mayores hicieron el “sacrificio”, ya sea por necesidad o convicción, de vivir para trabajar. La Generación Y –jóvenes entre 17 y 31 años– rotó ese paradigma en ciento ochenta grados: ahora la prioridad radica en trabajar para vivir. Esta es la actitud que vincula a los jóvenes con el trabajo y lo manifiestan a partir de cómo ven y están dispuestos a encarar su vida.

El nuevo rol de la empresa y el trabajo
Más allá de la existencia de empresarios y ejecutivos que aún no se dieron cuenta de esta realidad –o especulan con atrasarla lo máximo posible– la empresa necesita asumir un reposicionamiento integral que va más allá del convencional aggiornamiento.

En el contexto actual la empresa ha perdido su poder ancestral. Básicamente, por los siguientes motivos:
a. Ya no puede establecer o mantener las normativas y los valores de un modo unilateral.

b. El empleado está informado y en estado de “conversación”, es decir, compartiendo con sus pares experiencias y haciendo valer sus demandas. Y por ello es también un referente.
De allí que ambos actores –empresa y empleados– deben consensuar previamente sus requerimientos e intereses para que el proyecto no sea meramente sustentable y redituable para la empresa, sino que ésta los pueda concretar a partir de la propuesta de valor que brinde a sus empleados.  

Se trata, por cierto, de cuestiones inéditas en el ámbito de la oferta laboral. La organización que aspire a seducir o captar a la Generación Y, deberá contar con una propuesta de valor, tal como hoy los clientes-consumidores le exigen al producto-servicio de su preferencia.
Para poder reposicionarse en el mercado laboral, la propuesta de valor de la empresa debería contemplar factores tales como:

Proyecto; Imagen y reputación; Perfil del staff; Ambiente laboral; Oportunidad de carrera; Compensaciones y beneficios.
A diferencia del ayer, a la empresa hoy no le basta con ser –tener una impecable trayectoria– sino también con parecer. Tampoco tiene que “venderse” para poder captar a los empleados sino que son éstos los que hablan por ella, tornándola así en creíble, “amigable” y atractiva.

De esta forma, la organización podrá acceder a un buen perfil de jóvenes emprendedores, siempre y cuando logre reposicionarse a las nuevas expectativas. Caso contrario, los empleados que decidieron ser parte del proyecto disponible, se irán retirando para poder concretar y proyectar su Yo SA en otro ámbito o bien en su propio emprendimiento. Por tanto, de nada servirá que la empresa recurra a la táctica de la “retención” como factor de disuasión.
Entonces, reposicionarse demanda poner al empleado en el centro de la organización, disponer de un staff directivo acorde con el contexto y tener en cuenta que ya no es la empresa la que elige a sus empleados, porque son éstos los que vienen eligiendo en qué empresa quieren trabajar.

¡El portador de Tu Marca Personal cuenta con el perfil y el expertise adecuados para concretar el proyecto que el mercado le demanda a la empresa, siempre y cuando ésta sea consistente con su visión y su propuesta de valor!
José Podestá

Ideal, Ídolo o Ilusión

06 julio 2014 ·

Cuando uno se decide por el futuro desarrollo y posicionamiento del Personal Branding, comienzan a surgir las dudas, pero también algunas certezas. Y es natural que así sea, porque el pensar en ello nos remite, necesariamente, a tener que “bucear” en nuestro interior para darnos cuenta del qué y el para qué aspiramos a ser reconocidos y valorados en la vida, a partir de la carrera laboral o la profesión elegida.

Este proceso de indagación interior, que nos conecta con uno mismo –con el “yo soy”– es una tarea ineludible e indelegable. Quizás para algunos les resulte un tanto “molesta”, porque de lo que se trata es de poder llegar a “desnudarnos” frente a uno mismo, para conocernos en nuestra esencia, en nuestro “yo-ideal” y en la aspirada vocación de vida.
Quizás algunos se pregunten:

- ¿Por qué hacerlo, cuando en realidad lo que se necesita es lograr llamar la atención de las personas hacia uno?
- ¿Acaso no es el marketing la disciplina que cuenta con un fantástico herramental para que, al ser aplicado correctamente, nos permita llegar a ser reconocidos y valorados?

Si usted está convencido de ello y decide entonces saltear la etapa inicial de indagación interior, para concentrarse directamente en la “táctica”, es muy probable que termine en una frustración. Más allá de lo incorrecto que es comparar al ser humano con un producto-marca exitoso –justamente porque no somos un objeto ni una cosa– es bueno saber que a pesar del marketing fracasan anualmente en el mundo más del cincuenta por ciento de los lanzamientos de productos y servicios, por múltiples razones.
Yo Personal versus Yo Ideal

En la vida que vivimos es importante no olvidar lo siguiente:
a. Lo que “marca” de manera indeleble al ser humano es su singularidad; y lo que lo “proyecta” en la vida son el ideal y la vocación. De allí la necesidad de tomarse, previamente, conocimiento y consciencia de ello. ¿Por qué? Porque tanto el ideal como la vocación se han de constituir en el punto de partida y el “camino” a través del cual se deberá avanzar luego para hacerlos realidad. En función de cómo lo hagamos se podrá llegar, en el tiempo, al tan deseado reconocimiento y valoración esperada de nuestros pares.

b. Si bien el ser humano no es dueño de su existir, sí puede llegar a ser dueño de su existencia. En la medida en que no se es consciente de ello, el hombre se encontrará “perdido” frente al “todo” indiferenciado, homogeneizado y estandarizado que nos impone el contexto exterior.
Entonces, mientras uno desconozca o no asuma con responsabilidad su misión en la vida, más que vivir se sentirá “vivido”; más que actuar, se experimentará actuado y “llevado” por las circunstancias. La solución tampoco la puede brindar el marketing, porque se trata de una tarea eminentemente personal y única.

Cuando el yo personal “decide” ponerse en camino para realizarse y fundamentar su misión en la vida, el “yo ideal” –que es el que pretende ser– se constituye en la imagen interior que le da sentido y contenido a la existencia.
El ideal es esencialmente moral

De allí que se torne para uno en el mejor reaseguro. Pero para que se constituya en un ideal de vida, las metas que se proponga la persona deberán estar contenidas dentro de un ordenamiento moral. Y esto tampoco lo resuelve el marketing.
El ideal debiera contener el bien más alto al que puede aspirar un individuo, en función de sus posibilidades y de su determinada circunstancia histórico-social. Pero ese bien contenido en un ideal, debe respetar la jerarquía de los valores y poseer la riqueza de la aspiración que uno pone en él. Caso contrario, el ideal se degrada y pasa a ser ídolo o una ilusión.

En consecuencia, cuando se coloca como meta de vida un bien real capaz de poder ser alcanzado, pero que contradice el ordenamiento de los valores, debemos estar preparados y ser conscientes que estamos entregando la existencia a un ídolo. Al respecto, la realidad nos muestra cuántas vidas de seres humanos que saltaron a la fama, “de la noche a la mañana”, terminaron al tiempo destruidas.
La sociedad actual –concentrada esencialmente en la materia, el consumo y la frugalidad–  termina suscitando en las personas una serie de autoengaños y utopías, tanto particulares como colectivas. Y esto no se arregla con marketing ni con el Personal Branding, sino partiendo desde la esencia de nuestro ser.

¡El portador de Tu Marca Personal es aquél que ha logrado, con coraje, responsabilidad y tenacidad, el equilibrio entre sus “talentos” y los “deseos”, evitando así ser víctima de su propia ilusión!
José Podestá

 

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