Cuando uno se encuentra en un proceso de búsqueda
laboral o recibe una propuesta imprevista para cambiar de empresa, se suele
producir una alta expectativa no exenta de cierta dosis de “miedo” por lo que
eventualmente sucederá. No está mal sentirse así, porque es algo normal que suele
darse en este tipo de situación.
En otras oportunidades ya he mencionado algunas de
las precauciones que no conviene dejar pasar por alto. Por ejemplo el de
preguntar acerca de los valores y la cultura de la organización, antes de
tomar la decisión final. Parece ser algo que, en principio, no tiene importancia
pero que sin embargo la tiene. ¿Por qué? Porque en la medida que los valores y las convicciones del
postulante sean diametralmente opuestas a las que rigen la conducta y el
proceder de la organización, éste lamentablemente no podrá sentirse
identificado y difícilmente logrará
avanzar con su plan de carrera.
Otra
razón-sorpresa
Si alguno de ustedes piensa o cree que antes del
cambio de empresa hay que tener asegurado el riesgo a su mínima expresión,
estaría cayendo en una ilusión. Al respecto, no debemos olvidarnos que todo emprendimiento
u organización está constituido por seres humanos. También sabemos que no somos
individuos “normales” en el sentido estricto del término. Más bien, somos
bastante impredecibles en determinados momentos y a veces también en los
contextos en donde nos desempeñamos. Entonces, no podemos exigirles a nuestros
prójimos conductas que incluso uno mismo no está en condiciones de garantizar.
Por suerte existen, tanto en la sociedad como en el
ámbito de las organizaciones, una serie de normas que nos ayudan y llegado el
caso hasta nos obligan a comportarnos de una manera civilizada. Ahora bien,
como no todos somos iguales, incluso en materia de principios y convicciones,
las instituciones se reservan el ejercicio de la autoridad frente a los
comportamientos tóxicos y desviados.
La otra razón-motivo que me interesa destacar, luego
de lo mencionado, tiene que ver con los malos jefes o directivos que existen en
las organizaciones. Ya sabemos, al respecto, que siempre habrá algunos seres
que para nada hacen honor a la responsabilidad y a la autoridad que detentan.
Quizás conozcan algunos casos de empresas
“mentirosas” –como los de Enron y Parmalat– que ante el cambio de conducta
imprevista de sus directivos, fueron un epicentro del fraude y la corrupción en
gran escala, terminando luego en la bancarrota, con varios ejecutivos presos y
otros que, directamente, se suicidaron. Se trataba de empresas exitosas que en
algún momento no sólo fueron líderes sino que también gozaron de una alta
reputación e imagen internacional.
Como ejemplo de ello, la consultora estadounidense
Mc Kinsey había publicado en el año 2001 –meses antes de bancarrota de Enron–
el best seller “la Guerra por el
Talento”. Luego que el libro se convirtiera en un best seller, muchas personas llegaron a “ilusionarse” por querer trabajar allí. Pero como
el hecho delictivo ya se venía gestando desde hacía bastante tiempo, éste
finalmente terminó produciendo la pérdida del empleo y del dinero que los
trabajadores habían destinado a la compra de acciones, dado que no se enteraron
oportunamente de lo que algunos especialistas venían anticipando acerca de
Enron y sus directivos.
Si bien los que se interesan en el Personal Branding
llegan a darse cuenta, en una de las etapas del desarrollo, del porqué deben
asumir en el trabajo el rol de Yo SA, también ello vale para los empleados en
relación de dependencia. Hoy en día, frente al proceso de licuación de las normas y de los valores existentes en las organizaciones, es fundamental que el
empleado –cualquiera sea el puesto que ocupe en la empresa– asuma que está para
brindar un “servicio” y que por ello acordó un nivel de salario determinado. Si
bien trabaja allí, él mismo es su propia empresa, motivo por el cual es el
portador de un proyecto de desarrollo laboral-profesional que lo llevará a cabo
en aquellas empresas que considere más afín con el objetivo personal perseguido.
Como podrán inferir, una empresa mentirosa y
esquizofrénica como aquella que escribe su misión
en la pared, para luego en la práctica terminar haciendo lo opuesto, no puede
pretender “retener talento” ni tampoco decir que es “socialmente responsable”.
Entonces, no hay que dudar de “huir de las
organizaciones” que están representadas por los malos jefes, a pesar del excelente
sueldo que ésta destine a sus empleados, porque tal “política” quizás encierre
una “trampa” que más tarde se convierta en noticia, tanto en las tapas de los
diarios como en las redes sociales.
Pero afortunadamente no todo es así. Por tanto, en
la medida en que uno sea parte de un proyecto laboral-profesional en donde las
personas que lo integran compartan principios y valores, se justifica plenamente estar allí para hacerlo realidad.
¡El portador de Tu Marca Personal no deja de
monitorear y de estar atento al contexto en donde está o aspira brindar sus
servicios, porque sabe muy bien que ello no sólo es fundamental para su misión
y vocación de vida, sino también en virtud de la contribución que siente debe
brindar a sus prójimos!
José
Podestá