Que el gobierno de Francia haya sancionado una ley
prohibiendo que las organizaciones exijan a sus empleados la conectividad y
respuestas de información, fuera del horario laboral, es un hecho tanto
auspicioso como lamentable. ¿Por qué? Porque una vez más se demuestra que el
ser humano –en este caso aquel que tiene empleados a su cargo– considere que le
asiste el “derecho” de disponer del tiempo y la vida ajena, a cambio de un
salario, ello no deja de ser una actitud que vincula con el “primitivismo”, a
pesar que nos encontremos transitando el siglo XXI.
Autoritarismo
alienante
La práctica de la dependencia laboral a toda hora es
una típica desviación patológica y de falta de autocontrol, incrementada en los
últimos años por el uso de los soportes multimedia. Al respecto, es muy
frecuente ver personas que se han convertido en dependientes “compulsivos” de
todo tipo de mensajes, a toda hora y en todo lugar.
Sin darnos cuenta, la tecnología se ha venido
apropiando de nuestra libertad y privacidad. Más aún, opera en nosotros con un
efecto “anestesiante”, a punto tal que puede llegar a anular, entre otras
cosas, la comunicación y el diálogo familiar o cobrarse víctimas inocentes,
como el caso lamentable de un niño de cuatro años que se ahogó en China
mientras la madre estaba “distraída” con su celular. Al respecto, ¿existe un
mensaje que demande mayor atención y dedicación que la vida de un hijo? Seguramente
que ustedes saben de otros sucesos en línea con lo mencionado.
Volviendo a Francia y su nueva ley laboral que exige
a las empresas “desactivar” la obligación de sus empleados a responder el
teléfono, e-mails y mensajes electrónicos después del horario de trabajo. A la
fecha, se trata de una disposición única en el mundo que posiblemente sea
paulatinamente replicada en otros países. ¡Enhorabuena!
Permitir a los trabajadores desconectarse y vivir
sus vidas no sólo es muy auspicioso. Nos muestra, además, que ante el exceso de
cualquier tipo de “ismo” –en este caso el autoritarismo alienante proveniente
de la organización– haya surgido por la implementación de una norma que ponga
las cosas en su lugar, cuando el tema debería haberse resuelto por una toma de
consciencia reflexiva de los seres humanos.
Las investigaciones en Europa señalan que el 71% de
los ejecutivos mira sus e-mails y otros mensajes electrónicos por la noche y
durante los feriados. Pero por otra parte, un 76% se “queja” porque los
instrumentos digitales tienen un impacto negativo en sus vidas personales.
Entonces, está claro que hay una carencia volitiva o de la voluntad para
comenzar a vivir de una manera más sensata.
Entonces, en la medida que no hagamos uso del sentido común para evitar ser parte del
“rebaño”, se tardará en llegar a “descubrir” que existen momentos en la vida
que son mucho más gratificantes que la dependencia tóxica y alienante en la que hoy nos encontramos.
Retorno
a lo natural
Seguramente que a las organizaciones les costará
mucho “digerir” la prohibición de la práctica y la presión abusiva que en
materia de conectividad post oficina “creían” poder ejercer sobre sus
empleados. Pero también es muy probable que gracias a ello “descubran” que el
clima laboral y productivo comienza a mejorar sensiblemente, gracias a los
espacios de diálogo y convivencia entre las personas.
Por supuesto que el retorno a un vínculo laboral más
“humano” no se logrará por generación espontánea. Sabemos que bajo el amparo de
sus directivos, existen “jefes hiperconectados” que someten a sus subalternos a
su propio ritmo, enviando mensajes fuera del horario laboral –incluso durante
los fines de semana y en tiempo de vacaciones– esperando una respuesta
“inmediata” y sin tener consciencia ni interesarles el impacto que tal
“intrusión” pueda tener, no sólo en el destinatario, sino también en su
entorno.
A ello me refería al principio cuando aludí al hecho
lamentable que ha llevado a la “necesidad” de tener que sancionarse una ley
para evitar tales “disparates”, con la buena intención de producir un retorno
al estadio natural de responsabilidad “social” del que no tendrían que haberse
apartado.
¡El portador de Tu Marca Personal podría
llegar a ser un “hiperconectado” en lo suyo, pero si no se da cuenta que a raíz
de ello estaría eventualmente atentando contra su misión y el proyecto
laboral-profesional que decidió llevar adelante, serán sus prójimos –clientes,
empleados, pacientes o el entorno– los que terminarán finalmente neutralizando
su accionar!
José
Podestá