Así como en el ayer era considerado “normal” el
poder acceder a un empleo una vez finalizado los estudios secundarios,
terciarios o universitarios, hoy ya no lo es. El mundo, la sociedad y las
organizaciones han dejado de ser lo que fueron. No necesariamente por un
impulso de evolución y mejora, sino por el resquebrajamiento estructural de sus
principios en donde el cortoplacismo y las carencias éticas y morales vienen
haciendo lo suyo.
Precarios
somos casi todos
Cuando uno se informa de la existencia de una oferta
laboral precaria, ésta se define e identifica con la carencia de las
prestaciones y condiciones básicas formales de contratación, como ser:
- Salario inferior a la tarea asignada.
- Informalidad en materia de aportes previsionales y
asignaciones familiares.
- Horario
mayor al establecido.
- Mayor carga laboral de la prevista; generalmente
tiene que ver con el “hacer” o el “cubrir” las tareas de otros puestos
vacantes, sin el correspondiente plus salarial.
Otro dato no menor del precariado actual es que
incluye a personas de todas las clases sociales. Tal como lo manifestaba el
sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman, “todos nosotros o al menos el noventa y nueve por ciento, somos ahora
precarios”.
Lo son también quienes están en situación de
desempleo, los que temen que sus trabajos no sobrevivan a la segunda ronda de
recortes o “reestructuraciones”, lo son los universitarios que buscan en vano
un trabajo acorde con sus destrezas y ambiciones, los empleados que tiemblan
ante la idea de perder sus hogares y los ahorros de toda la vida en el próximo
colapso bursátil o de gestión corrupta de su gobierno, y los infinitos “otros”
que tienen sobradas razones para no confiar en la seguridad del lugar que
ocupan en la sociedad.
Cada vez más ciudadanos toman consciencia que en
nuestra era de tecnología “disfrazada” de democracia, los liberales traicionan
a un ser humano cada vez que lo tratan en términos de fuerza de trabajo, como
unidad estadística o simplemente como parte de una mayoría del electorado. Las
administraciones “populistas”, por su parte, dicen ocuparse de la clase media y
fundamentalmente de los pobres y marginados, pero luego los datos que
sobrevienen cuando llegan al final de su gobierno, muestran la profundización
del precariado en contraposición a los delitos de corrupción incurridos por
aquellos que decían “trabajar” para los más pobres.
No necesariamente todo esto significa un exacerbado
aumento de la hipocresía y del individualismo en los funcionarios, políticos,
empresarios, comerciantes y de la sociedad en su conjunto, porque ello existió
siempre y acompañó al ser humano en su devenir. Hoy se evidencia así porque,
además, existe un agotamiento del sistema económico que ha puesto todas sus
fichas en “fogonear” el consumismo a raíz de la desmedida sobreoferta de
productos y servicios existente.
Entonces,
qué hacemos
No se trata simplemente de tomar las calles como una
forma de protesta –en realidad de huida– a lo que no les gustaría seguir
haciendo, sin tener en claro lo que “hay que hacer”, pero con la esperanza de
encontrar una sociedad “alternativa”.
Así como el clásico modelo organizacional y
empresario está agotado –de allí las permanentes reestructuraciones y “expulsiones”
de trabajadores– existen un sin fin de nuevas oportunidades laborales y
profesionales derivadas de la visión y creatividad que las nuevas generaciones
están imprimiendo en sus propios emprendimientos, no sólo comerciales sino
también sociales. Por supuesto que ello demanda un mayor esfuerzo y dedicación
que el trabajo en la oficina, pero se trata de un nuevo impulso que sí está más
en línea con los tiempos actuales.
Cada vez son más los que se animan al “hazlo tu
mismo”, partiendo de un comportamiento en el cual no está ausente la nueva
responsabilidad moral y social que incluye, además, a sus prójimos. Estos nuevos emprendedores –futuros portadores
del Personal Branding– son conscientes de encontrarse en un mundo equivocado,
que ha perdido el norte. De allí que se “concentran” por hacer algo distinto y
superlativo, que los aleje del modelo que cada vez más lo sienten como algo
“tóxico”, que no les pertenece y ni tiene cabida en su nueva concepción del
mundo.
Si bien algunas personas piensan o “sueñan” en la
posibilidad de una “isla” para salirse del sistema, no es el caso del cambio de
reglas que se viene perfilando, a partir de la solución que están llevando a
cabo los nuevos “constructores” que aspiran a una sociedad más justa y
equitativa para todos. De allí que tampoco están centrados en el cortoplacismo
característico del presente modelo agotado. ¿Por qué? Porque no hace al sentido
de sus convicciones ni del compromiso asumido.
¡El portador de Tu Marca Personal sabe que
tiene una misión de vida que cumplir, que lo predispone e incentiva para que lo
suyo tenga el valor y el sentido esperado por la sociedad!
José
Podestá