Si bien el ser humano es esencialmente un misterio y
una singularidad compleja por naturaleza, a la hora de evaluarlo tanto en una
entrevista laboral como en su posterior desempeño, la persona pasa a ser considerada
un “objeto de conversión”, es decir, asimilada a una serie de índices o ratios
meramente cuantitativos. Esta forma de proceder es una derivación de la
“creencia” aún generalizada, de que la persona es un “recurso humano”. Y como
tal, deberá ser “cuantificable y medible” en función del “costo y resultado”
esperado en el puesto o función asignada.
Sin embargo, a ninguno de nosotros –incluido el directivo
de “recursos humanos”– se nos ocurre pensar ni aceptar que hemos venido al
planeta Tierra para terminar siendo asimilables a una cosa u objeto, tal como
lo son las materias primas y el resto de los “recursos” e insumos que intervienen
en el proceso productivo de una organización.
Lamentable
simplificación
Por suerte y como somos personas, un software o una
planilla Excel “jamás” podrán abordar ni resumir la complejidad y las valores
que nos caracteriza y distingue. ¿Por qué? Porque somos un crisol de
sentimientos, emociones y personalidades puestos en acción en nuestros ámbitos
de relación, incluido el laboral y profesional. Por tanto, intentar “acotarlas”
dentro de un contexto singular o específico, no deja de ser una “simplificación
irresponsable” por parte de todos aquellos que así pretenden “etiquetar” a una
persona.
Tal como ocurre en un análisis químico, no se trata
de aislar o ignorar determinados atributos cualitativos del ser humano, por
considerarlos que carecen de “relevancia” para el cargo en cuestión; en el
ayer, hasta la “inteligencia emocional” era ignorada. Esas cuestiones ya habían
sido obviadas por el taylorismo, en las primeras décadas del siglo XX, con
motivo del advenimiento de la producción continua o en cadena. Luego terminó
siendo denunciada y parodiada, por el actor Charles Chaplin, en su película
Tiempos Modernos del año 1936.
Así como el ser humano no puede ser “objeto” de
reducción alguna –aunque la realidad nos muestre y pretenda hacernos creer lo
contrario– nada impide que esta “creencia” sea perfectamente válida y aplicable
en la automatización y la robótica. Justamente porque se trata de algo
meramente tecno-material, que nuestra inteligencia pone al servicio del hombre
y de nuestros prójimos: ¡Pero no para su reemplazo!
Por suerte existen organizaciones –especialmente
directivos y ejecutivos– que valoran al ser humano “integralmente”, es decir,
por lo que representa y es. Estas entidades saben que el rol y el desempeño de
las personas son necesariamente un factor clave para el éxito y la sustentabilidad
de la misma en el tiempo, motivo por el cual están en las antípodas de
simplificarlas y reducirlas a un objeto-cosa. Por el contrario, se “ocupan”
para que las personas hagan y brinden lo mejor de cada uno.
Positiva
evolución
Esta apuesta y reconocimiento por todas las facetas
del ser humano, parte de un enfoque principalmente “subjetivo”. Aquí poco y
nada tiene que ver y hacer el área de “recursos humanos”, por las connotaciones
negativas y nefastas que ya he resaltado precedentemente; incluso en más de una
oportunidad. Pero en cambio sí entra en acción un “derecho” sobre el que se
sustenta lo “subjetivo”: ¡Los grados de libertad!
Para pensar, proponer, realizar y hasta equivocarse,
la persona necesita poder trabajar y transitar por la senda de la libertad, con
todos los riesgos que ello implica tanto para el empleado o profesional, como para
la organización a la que pertenece. Esta libertad, desde ya, nada tiene que ver
con los aspectos que algunos directivos luego terminan minimizándola a un nivel
que raya en lo elemental, lo cosmético y meramente aparente. Por ejemplo, el
permitir “traer su mascota a la oficina”, es tan pueril como lo que se
pretendía hacer “creer” de puertas-hacia-afuera, en los primeros tiempos del
concepto de “organización socialmente responsable”, cuando de
puertas-hacia-adentro mantenían un alto porcentaje de sus empleados sin los
aportes previsionales ni sociales, o llevaban a cabo una doble contabilidad
“paralela”, es decir la real y la tergiversada, para eludir el pago de
impuestos; por supuesto que ambas prácticas siguen todavía vigentes para
muchos, lamentablemente.
Por cierto que todo ello nos habla de las “miserias”
que aún anidan en nosotros, pero que paulatinamente ha comenzado a revertirse a
través de un nuevo impulso de mejora y superación. Estos nuevos “anticuerpos”
que han comenzado a surgir en el mundo como respuesta a lo negativo existente, nos
habla de la presencia de seres que no están dispuestos a mantener el “statu
quo” en sus respectivos ambientes, por el mero hecho de habérselo considerado
hasta ahora como lo “políticamente correcto”. Es, por cierto, una evolución
positiva que incidirá hasta en una mejor calidad en la imagen y reputación del
Personal Branding. Porque ya no dependerá de la impresión de “los otros”, sino
de uno mismo.
¡El portador de Tu Marca Personal logrará su
objetivo, independientemente de su misión y vocación en la vida, en la medida
que no descuide ni se olvide del sentido y el respeto que sus prójimos también merecen!
José
Podestá