El Sentido de Preguntarse

17 septiembre 2017 ·

Así como de niño nuestros padres solían preguntarnos qué te gustaría ser el día de mañana, ya de adolescente uno no tenía otra alternativa que preguntarse qué debo hacer de ahora en más, en la medida que la vocación no hubiese aflorado aún.

Cuestión filosófica y existencial

El filósofo sabe que lo suyo es un preguntar continuo, no sólo en lo personal y existencial, sino en los temas centrales de su quehacer profesional. En tal sentido, se dice que la filosofía es un camino de abordaje y reflexión que busca respuestas a preguntas que tienen que ver con la vida, la verdad, la belleza, la moral y de todo aquello que nos ocupa y vincula con el saber y las cosas.

Aunque no seamos un filósofo profesional, no deberíamos olvidar la capacidad de formular preguntas. En el hoy tan cambiante y veloz en el que convivimos e interactuamos, no se trata de optar por hacer y seguir a la corriente en piloto automático, sino de autopreservarnos con aquellas preguntas básicas que nos permitan saber si no estamos perdiendo el rumbo o quizás el sentido de nuestra vida.

Para ello se necesita estar bien parados, con los dos pies sobre la Tierra. Esto presupone o nos demanda tener que saber sobre sí mismo –el infaltable “quién soy yo”– que no siempre lo tenemos en claro o porque directamente ni se nos ocurrió pensarlo. Sin embargo, esta pregunta es básica, primaria, porque nos remite a nuestro punto de partida existencial, a partir del cual vendrá todo lo demás. Pero cuidado, porque:

- No se trata de preguntarse y responder sólo para un momento en particular –tal como se lo requiere a todos aquellos que se interesan por el Personal Branding– sino que debemos hacerlo también con relativa frecuencia, mediante una especie de “sintonía fina” que nos conecte con nuestra misión en la vida. Con ello incluso podríamos ir despertando las fuerzas volitivas aún dormidas.

- No podemos “tercerizar” la respuesta. El psicólogo no la tiene, tampoco el filósofo ni mucho menos la neurociencia. Aquí estamos “solos” frente a la respuesta que anida en el ADN de nuestro ser interior, motivo por el cual tenemos que darle la oportunidad de “manifestarla” o bien ponernos en una sincera “actitud de escucha” con el Yo, no el de nuestro ego y personalidad, sino el espiritual. De paso, nos estamos autoexigiendo un máximo de claridad de conciencia.

El filósofo alemán Richard David Precht, autor del libro “Quién Soy Yo… y Cuántos”, nos ayuda a “pensar” en el tema, aunque ya nos advierte de entrada que el saber sobre sí mismo dejó de ser esencialmente una pregunta filosófica para pasar a ser, hoy en día, un tema  propio de la neurociencia, dado su afán de querer explicar los fundamentos de nuestro órgano de conocimiento y sus posibilidades cognitivas. Y aquí subyace uno de los errores más frecuentes de la ciencia natural, que todo lo pretende medir, cuantificar, para luego pasarlo por el tamiz de la lógica y de la razón, cuando la pregunta “quién soy yo” es, en realidad, algo que para nada tiene que ver con lo orgánico –el cerebro– sino con lo intangible –lo anímico espiritual.

Al respecto, si en algún momento ustedes quieren poner “nervioso” a un científico, háganle saber que la decisión que han tomado ha sido “fruto de una corazonada”. Justamente porque es a través del calor de nuestro organismo y no del frío de nuestra mente, cuando predisponemos a nuestro ser interior para que nos “hable e ilumine”.

Con ello para nada estoy subestimando el valor ni el aporte que la ciencia tiene y viene brindando a la humanidad; negarlo es un sinsentido. Simplemente lo que intento es advertir que para determinadas cuestiones –como las que tienen que ver con nuestra existencia y su razón de ser en la Tierra– las respuestas no las vamos a encontrar en la ciencia natural, sino en nuestra interioridad. De allí que el pensar filosófico, tal como lo menciona Richard Precht, desempeña el papel de un consejero, justamente porque no se puede establecer desde afuera, desde el mundo exterior, lo que subyace en la existencia de cada uno de nosotros.

Las promesas externas

Es tal el avance de la oferta de propuestas y soluciones que deambulan en el mundo exterior que muchas veces, en lugar de ayudarnos a discernir, nos atrapan, sorprenden y condicionan. De allí la necesidad, nuevamente, de ejercitar nuestra capacidad de formular preguntas para no terminar “optando” por una diagonal que al poco tiempo de estar transitando por ella comenzamos a disgustarnos, no sólo con uno mismo, sino también con los demás.

El procedimiento, entonces, es partir al revés. Es decir, no descartar en absoluto aquello que el contexto hoy te brinda, en la medida que sea relevante para tu proyecto personal, tanto en lo laboral como profesional. Todo aquello que resulte ser funcional y complementario a la misión y vocación personal, no dejan de ser también “dones” que se encuentran a tu disposición para capitalizarlos y desarrollarlos.

En consecuencia, en la medida que tengas las respuestas al qué y el para qué haré uso de las soluciones que te brinda el cambio continuo, seguramente que no terminarán alterando significativamente tu proyecto personal. Más aún, quizás hasta puedas llegar a descubrir que llegó el momento de sumar también a otras personas, para que “juntos” puedas potenciar lo realizado hasta el presente y capitalices, porqué no, un nuevo impulso revitalizador.

¡El portador de Tu Marca Personal es un ser que está muy predispuesto a la escucha de su “consejero interior”, al tiempo que va brindando soluciones a todas aquellas preguntas que sabe no debe dejar de responder!

 José Podestá

 

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