En la modernidad líquida todo fluye de manera tal
que nos resulta cada vez más complicado “anclar” una idea o un proyecto. De
allí que estemos inexorablemente expuestos u obligados a permanecer
“despiertos”, para no dejar pasar aquellas oportunidades que puedan resultar
ser clave y vital en el proyecto de carrera laboral y profesional.
Esta actitud proactiva pone lamentablemente en
riesgo tanto el nivel competitivo aspiracional como la salud personal. Pero
como es lo que se da, muchos terminan adoptándola como un “deber ser”, para
luego dejarse “arrastrar” por las mismas circunstancias.
Emotivo
versus real
Si bien la realidad está fuera de nosotros, son
nuestros sentidos los que captan los sucesos. Pero éstos son mucho más
“aparentes” que reales. ¿Por qué? Porque en definitiva es el ser humano el que
le suma a los mismos todas aquellas connotaciones y valores que les dictan la
emoción y la razón. De esta forma y en función de la impronta interior,
actuamos en función de aquello que hemos creído ver e interpretar del mundo
exterior, pero que no necesariamente coincide con lo visto o percibido por los
demás.
Entonces, para que el cambio permanente no haga
estragos en nosotros, debemos “templar” nuestro cuerpo anímico para no acelerarnos ni desgastarnos con el devenir
de las cosas. Además, en ningún lado está escrito que uno deba estar
“conectado” las veinticuatro horas por si el “otro” nos necesita, ni tener que
estar transitando por la vida con la cabeza inclinada hacia el “tótem
multimedia” que se nos adhirió en la mano, para distraernos de lo importante y
esclavizarnos mediante una catarata sucesiva de vanidades.
El mundo no necesita nada de ello para su evolución,
pero sí de nuestras obras. Es lo que la cultura y la historia han venido
señalando a las nuevas generaciones.
La
época importa
Este sí que es un dato bien concreto y real. Nos ha
tocado estar en la presente época, que poco importa si es mejor o peor a la de
nuestros antepasados. Así como ellos ya hicieron lo suyo –en función de los
impulsos oportunamente vigentes– ahora nos toca a nosotros el tener que llevar
a cabo la propia misión, a través de
la vocación que cada uno sabe es la
que mejor se alinea con “tu” proyecto laboral y profesional.
El pensar la vocación
es posiblemente el acto más importante que debemos determinar, previo a lo que
aspiramos hacer. Sin embargo, suele ser el que menos atención se le termina
prestando. Supone el poder llegar a discernir, en función de los avances
tecnológicos y de las múltiples disciplinas propias de la época, aquella que
uno considere es la que siente que
debe llevar a la acción.
No significa, necesariamente, que se tenga que
“optar” por una determinada carrera universitaria –a pesar de la presión del
contexto o de la familia– cuando lo que realmente uno aspira y siente es, por ejemplo, llevar adelante
un oficio en particular. Al respecto, esta es una de las “novedades” del hoy:
la vuelta o el retorno de los oficios para todos aquellos que aspiran ser
dueños de su tiempo y de sus proyectos.
Otra demanda de la época tiene que ver con la
actualización permanente. La innovación y
la evolución continua de las actividades han acelerado también la
obsolescencia en el saber y en el hacer. La plataforma de Internet ha pasado a
ser un soporte de consulta “amigable”, un potencial prestador de soluciones de
valor y un eventual facilitador para la formación y participación en grupos heterogéneos
de afinidad.
La razón del conocimiento actualizado también tiene
que ver con la incorporación de las nuevas herramientas afines al proyecto
laboral y profesional. En el ayer el cliente de una empresa o el paciente de un
profesional eran “dependientes” de los arbitrios que, muchas veces, se les
imponía. En la actualidad ya no es así, porque tanto el cliente como el
paciente disponen de información o bien saben cómo acceder a la misma, para
evaluar y decidir acerca de la mejor solución o para sus necesidades, sea en
forma directa o consensuada.
En definitiva, la época actual ha puesto a las
personas en acción. ¿Esto qué significa? No quedarse “estancado” en lo suyo,
aunque uno trabaje en relación de dependencia. Por tanto, hay que ser ágil de cintura para saber o poder moverse
con mayor solvencia, sentido y eficacia.
El presente ha generado también el advenimiento y
desarrollo del Personal Branding, como un soporte estratégico de valor agregado
y de diferenciación al que muchos recurren, para no quedar expuestos ni insertos
dentro de una comunidad laboral o profesional de iguales, y por el sentido y
proyección de las obras que viene llevando a cabo.
¡El portador de Tu Marca Personal sabe cómo
moverse ágilmente en lo suyo, cuidando la calidad y el sentido que tiene su
obrar, tanto para sus prójimos como para la sociedad!
José
Podestá