Coeficiente de Adaptación

08 abril 2018 ·


El astrofísico Stephen Hawking, fallecido en marzo de 2018, mencionó en una oportunidad que “la inteligencia es la habilidad de adaptarse al cambio”. Otro genio, Albert Einstein, había manifestado que “la medida de la inteligencia es la habilidad de cambiar”.

Esto nos lleva a pensar la corta distancia existente entre la inteligencia y el cambio inducido por el ser humano. De allí que frente al mismo, uno puede llegar a asumir por lo menos tres enfoques:

- Como artífice del mismo, tal como lo vienen llevando a cabo aquellos que nos sorprenden con sus propuestas innovadoras y disruptivas.

- Como actores reactivos, adaptándonos a sus consecuencias.

- Como agentes “reconfiguradores”, llevando el cambio hacia nuevas fronteras de oportunidades.

Con la “receta”, no basta

Para innovar y producir cambios no se necesita contar con un coeficiente intelectual/IQ superlativo, tal como se lo creyó durante décadas. Cuando en los años 1990 en adelante irrumpió la noción de inteligencia emocionalDaniel Goleman fue su gran difusor– se reconoció y aceptó que la inteligencia no es sólo un don anatómico-fisiológico.

La aceleración en la tasa de cambio que se observa en la actualidad, sumada la necesidad de complementar las habilidades humanas con la inteligencia artificial de las máquinas, nos ha conducido ante un nuevo paradigma: el de la inteligencia adaptativa/IA medida a través de un coeficiente de adaptación/AQ, el que es aplicable tanto a personas, como a empresas y países.

Seguramente que la mayoría de ustedes viene percibiendo que a pesar de los títulos universitarios, la experiencia laboral, el reconocimiento social, el puesto en el organigrama, estamos sin embargo en dificultades para adaptarnos a la era digital. ¿Esto qué nos dice?:

1. Que el pasado no puede ser usado como punto de referencia para construir el futuro.

2. Las propuestas que tenemos como personas y sociedad están perdiendo validez, a pesar de nuestra inteligencia.

Entonces, para “ver” y “afrontar” el cambio necesitamos despojarnos de nuestras expectativas y autoexigencias, permitiendo que el futuro emerja. Pero como ya no podemos planificarlo –hasta nos cuesta imaginarlo– necesitamos cambiar nuestra relación con el presente y el futuro. ¿Cómo? Aprendiendo a “adaptarnos” a las circunstancias, pero “pivoteando” para crear oportunidades.

Lo expresado nos aproxima al coeficiente de adaptación/AQ, aceptando los hechos y haciendo algo innovador con ello. Por ejemplo, diciendo:

- Sí, me adapto a lo nuevo.

- No, esto no me gusta, lo quiero diferente, y haré lo que sea necesario para cambiarlo.

Entonces, hoy no alcanza con tener una “receta”, haber leído el libro referencial del momento, memorizar fórmulas y aplicarlas. Los seres humanos y las organizaciones han pasado a ser los encargados de seleccionar, interpretar y manejar la información. Así comenzamos a diferenciarnos de las máquinas porque también somos “emocionales” y capaces de usar el contexto para hacer valoraciones y tomar decisiones sobre la base de ello; si bien la tecnología también va en el camino de la IA, intersectando el juicio humano con la automatización, como personas seguimos teniendo sobre ella la “ventaja” del germen anímico, para obrar en consecuencia.

De lo que se trata es de comenzar a poner nuestro foco en la inteligencia adaptativa/IA. Así como en las neurociencias se enfatiza la existencia de la “neuroplasticidad”, la IA también se puede ampliar y entrenar. Por supuesto que es conveniente vincularse además con los prójimos, para así poder entender mejor una situación y trazar soluciones; tengamos en cuenta que el mundo digital no tiene fronteras ni nacionalidad, permitiéndonos conocer otras formas de pensar e incluso de poder trabajar en equipos multidisciplinarios.

Para el final he dejado los elementos del cual se nutre la IA, esperando que de esta forma se pueda comprender la dimensión de su alcance. En su constitución intervienen:

- La inteligencia intelectual, que nos brinda análisis y racionalidad.

- La inteligencia emocional, que nos da propósito y sentido.

- La inteligencia intuitiva, que nos brinda motivación y poder de ejecución.

¿Se imaginan cómo podría la IA mejorar el mundo si la aplicáramos, aunque más no sea, regularmente?

¡El portador de Tu Marca Personal, a pesar de no ser plenamente consciente de ello, está expuesto al coeficiente de adaptación toda vez que va rectificando su misión y el destino de su vida, frente a las vicisitudes del cambio!
José Podestá

 

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