Cuando de Personal Branding se trata, es muy
importante tener en claro cómo y por dónde vamos transitando nuestro camino –es
decir, la misión– y el resultado que
se va desprendiendo del obrar –consecuencia de la vocación elegida. Sin embargo, hay un error bastante generalizado
de creer que en los tiempos que corren, importa mucho más ser “ultra
competitivo” y sumar en su formulación o perfil una alta exposición a los
medios, a la búsqueda de fama-poder y de querer ser el mejor.
Para los que valoran las estadísticas, esta
categoría de personas luego terminan reconociendo que tal aspiración no era tan
así, porque la cosecha de insatisfacciones generalmente termina siendo superior
al de las alegrías. ¿Por qué? Porque depender en exceso de la mirada y el
reconocimiento del otro suele derivar en un problema conducente al de tener que
sacrificarse o “inmolarse” para poder lograrlo. Entonces, cuando escuchamos más
la “voz social” que nuestra “voz interior”, se termina pagando el costo de no ser
“auténtico” ni tampoco un “yo soy”
pleno.
En el otro extremo se ubican aquellos que hacen un
culto por sentirse miembros de la “cofradía de la invisibilidad”. Si bien esta
expresión en la actual agenda pública tiene una connotación negativa, para
estas personas les resulta un “activo” que es funcional a sus negocios y a su
bienestar emocional.
Más allá que ambas tipologías puedan confluir en el
psicólogo como un problema de “solución terapéutica”, lo que nos dice el sentido común es evitar irnos por los extremos.
Si bien hay consenso mayoritario en ello, no todos lo terminan asumiendo, para
beneplácito de los psicólogos.
La
clave está en el equilibrio
Seguramente que muchas de las personas más exitosas
sean aquellas que nunca hemos oído hablar hasta ahora. Se trata, por cierto, de
una actitud muy positiva para tenerla en cuenta. ¿Por qué? Porque entendieron
que el bienestar emocional pasa por
otro lado, que la fama y la riqueza no son esenciales para ser felices, ni
tampoco para un Personal Branding de valor. Al respecto, en la red social LinkedIn
podemos encontrar a muchos que se dicen ser “oradores inspiracionales” –émulos
de los que pululan en las charlas TED– como una forma de “creer” destacarse
socialmente; su “ego” no les permite discernir que si alguien es inspirador o
no, es algo que deberían definir los demás.
Que la realidad sea así es también por influencia de
los medios, más allá de la actitud personal. En las historias de éxito empresario
existe lo que se conoce como el “sesgo de supervivencia”, que refiere a los casos
de los triunfadores que salen a luz, con lo cual muchos “creen” que así debe
ser en la vida.
Por cierto es que hay infinidad de personas súper exitosas
que cuentan con un mejor sentido para definir, por ejemplo, que “esto es ya suficiente”
o que se sienten cómodos operando desde el “backstage”,
dejando que otros se lleven el crédito. Ello es consecuencia de la experiencia
que brinda la realidad, al mostrarnos en el opuesto decenas de historias de CEO’s,
políticos o figuras públicas famosas y exitosas en sus carreras, pero que luego
terminaron sus vidas en forma desdichada, o que en pleno apogeo no tenían disfrute.
Frente a ello es muy bueno preguntarse, cuando uno
ha llegado a tal situación, si ello tiene algún sentido, qué relación guarda
con lo que verdaderamente debo hacer en la vida –la misión– y en que estaré beneficiando a mis prójimos o eventualmente
a la humanidad.
También es bueno recordar que uno de los principales
obstáculos, para una vida con sentido,
es perseguir las 3P’s:
- Prestigio/fama.
- Poder.
- Plata/dinero.
Si las 3P’s son la consecuencia de perseguir y
concretar la misión, no hay nada de
negativo en ello; siempre hubo y habrá gente que lo logró a partir de su
trabajo y vocación. El problema se
presenta cuando ello pasó a ser un “error de programación” en nuestro GPS
vivencial.
Sobre este punto los millennials deberían sentarse a reflexionar. ¿Por qué? Las
encuestas “dicen” que la riqueza y la fama son los valores que más desean,
incluso por sobre la familia o el amor. ¿Esto qué significa? Según lo
manifestado por los millennials, se
vislumbra una tendencia incipiente que se muestra más dispuesta a separarse de
su familia, a cambio de ser famoso. Además, las redes sociales potencian la
necesidad de juicios positivos de terceros y minan la autoestima.
El Personal Branding así no funciona
Si bien el contexto y las relaciones terminan
ejerciendo sobre muchos una gran influencia y “dependencia”, lo que se necesita
para posicionar el “yo soy” y a
partir de allí avanzar hacia el logro de la misión
personal, es “bajar un cambio” para comenzar a relacionarse y conversar honestamente
con el “segundo hombre interior” que anida en nuestro ser. Si bien no se lo
consigue tan fácil, deberemos comenzar por invertir un mayor tiempo en nuestro
ser para poder “descubrirnos” y concentrarnos en aquello que, “realmente”,
tiene sentido para nuestro hacer. Esa respuesta lamentablemente no está en el
mundo exterior, en las redes sociales ni en las series exitosas de Netflix.
Entonces, de lo que se trata es de poder comenzar a “domesticar”
nuestro ego –es decir, nuestro enemigo N° 1– para así poder ir generando,
paso-a-paso, el éxito aspiracional que subyace y espera en nuestros respectivos
proyectos personales.
¡El portador de Tu Marca Personal genera
estima, admiración y respeto en la medida que pueda llevar a cabo su misión y
vocación de vida, sin olvidarse de sus prójimos!
José
Podestá