Si bien es cierto que no sólo estamos insertos en un
contexto competitivo, sino que también somos “objeto” de evaluación frecuente,
ello no supone que en materia de Personal Branding deba ser igual. ¿Por qué? Porque
los componentes referenciales del Personal Branding parten y se “mueven” en
otra dimensión.
No
es magia, suerte ni inmediatez
Hoy en día es bastante común ver y escuchar personas
que opinan, con gran elocuencia y simplicidad, del Personal Branding como
“algo” imprescindible que no debemos dejar de lado. Especialmente cuando uno aspira
a un mejor trabajo, se desee lograr influencia y aceptación en diversos ámbitos,
se aspire a generar “expectativa” ante un auditorio, o bien en todo aquello que
la imaginación de ustedes los lleve a proponerse un posicionamiento exitoso en
la vida laboral, profesional y social.
Por supuesto que los deseos y las buenas intenciones
son impulsos necesarios para la acción, pero no suficientes cuando uno no tiene
bien en claro el qué y el para qué de ello. ¿Esto qué nos dice?
Que para hacernos cargo del desarrollo del Personal Branding se necesitará
previamente enunciar cuál es su propósito
y objetivo, para luego poder
planificarse los pasos a seguir.
Entonces, se trata de un “trabajo” meramente
personal que para nada se puede “linkear”
con lo mágico, el factor suerte o la inmediatez. Tampoco demanda que uno hable
de él, porque es algo que está exclusivamente reservado para los demás; en
definitiva, son éstos los que se referirán a nuestro Personal Branding, como
consecuencia de lo que cada uno de nosotros viene haciendo en la vida.
Sin embargo, hay un factor o elemento del cual sí
debemos ocuparnos “seriamente”, porque hace a nuestra identidad, reputación e
imagen: ¡El nombre y apellido! Justamente porque alude directamente al Personal
Branding. Por tanto, las consecuencias negativas provenientes de nuestro
comportamiento en general, impactarán luego de tal modo en el Personal Branding
que, aunque les parezca un poco exagerado, podría llegar a generar hasta
nuestra “muerte cívil” en la comunidad, sociedad, nación o el mundo
globalizado.
Como ejemplo y por tratarse de casos reales, basta
pensar o recordar cómo han terminado algunos jefes de estado que han sido
corruptos o genocidas en su gestión, excelentes profesionales que llegaron a
vaciar el holding que lideraban, profesionales que sorprendieron la buena fe de
sus clientes,… Pero también se aplica a los casos más cotidianos que cada uno
de ustedes recuerde en estos momentos.
No
es un fin en sí mismo
Al principio había aludido al contexto competitivo.
Por el mero hecho de alguien ser un excelente ejecutivo, profesional, artesano,
músico o poeta, inmediatamente tendemos hoy a calificarlos, debido a la cultura
reinante, por su performance o nivel
“competitivo”. Si bien el Personal Branding los expone en tal sentido, no pasa
por allí su naturaleza y razón de ser. Más aún, le estaríamos adjudicando una
calificación meramente circunstancial, porque hace a un momento histórico, real
y concreto en la vida de su portador. Pero como sabemos que nadie podrá
mantenerse indefinidamente en el tiempo en tal circunstancia, terminará cayendo
luego en el olvido; lamentablemente también abundan ejemplos en tal sentido.
Sabiendo entonces que el Personal Branding no es
para competir, uno bien se podrá preguntar: ¿Para qué me sirve? Pues bien, nada
más ni nada menos que para: ¡Trascender!
En la sociedad de iguales en que vivimos e interactuamos,
sumada la gran atomización de profesiones, oficios y emprendimientos que muchísimas
personas llevan a cabo con solvencia y dedicación, el Personal Branding se
constituye en el mundo en el “mejor refugio” del cual disponemos para lograr,
al menos, dos objetivos básicos:
- Ganar “territorialidad” con nuestro nombre y
apellido –por ello llegamos a ser respetados y valorados, a partir de nuestro
hacer y consideración de los prójimos.
- Lograr “trascendencia atemporal” –tal como hoy son
recordados los referentes que nos han precedido, brindando lo mejor de sí– para
que en la medida de cómo hemos llevado a cabo nuestra misión, seamos también tan dignos de ejemplo y estima.
¡El portador de tu Marca Personal ejerce su
vocación con el compromiso de brindar, dentro de sus posibilidades, aquellas soluciones
que tengan sentido, valor y respeto para y con los prójimos!
José
Podestá