El Tiempo Ganado

23 diciembre 2018 ·

Por lo general, cuando por la noche uno realiza la retrospectiva del día, nos llevamos la sorpresa de cuán poco hicimos realmente. En ese momento tratamos de indagar el por qué y recién nos “descomprimimos” cuando tomamos conocimiento que el problema no estuvo en uno, sino en los imprevistos del contexto; el management se refiere a ello como las variables incontrolables.


También ocurre con cierta frecuencia en las reuniones de trabajo. A pesar de existir un temario y estar estipulado el horario de finalización, no siempre se cumple. ¿Por qué? Porque como seres humanos necesitamos interactuar y consensuar en pos de la mejor solución, la que no siempre es realmente la que uno aspiraba o pretendía arribar. Es muy probable que el día de mañana los robots lo logren, gracias a la “frialdad” que los caracteriza.

La culpa no suma, resiente

Si uno “cree” que por criticar, discutir y echar culpas logrará cambiar la situación, no sólo se equivoca sino que, sin darse cuenta, termina siendo parte del problema. Pero también es cierto que si aspiramos ser competentes en lo nuestro, debemos arbitrar todos los medios a nuestro alcance para crear las condiciones que nos permitan arribar a las soluciones “posibles”. No a las perfectas, por lo menos mientras como seres humanos nos ocupemos de ello.

Entonces, uno se podrá preguntar cómo hago para ganarle al tiempo metafóricamente hablando. Muy simple: intentando hacer las cosas paso-a-paso, sabiendo que siempre habrá imprevistos sobre la marcha. En la medida que prestemos atención a ello, en lugar de lamentarnos o maldecir, seguramente que hasta podremos llegar a capitalizar algún aprendizaje.

El arte de la negociación

Más allá de lo que nos puedan enseñar los profesionales en negociación, empíricamente vamos por la vida haciendo uso de ella. Así, no sólo logramos poder avanzar con nuestro proyecto laboral y profesional, sino también adaptarnos mejor a las circunstancias. Además, llegaremos a “descubrir” que hay tiempos o momentos en donde nuestras propuestas o intensiones pueden fluir casi de un modo natural, sin habernos propuesto nada para que ello ocurra; y que lo opuesto también se da. De allí la sana necesidad de llegar a predisponernos, de la mejor manera posible, frente a ambas realidades.

Si bien hay especialistas que sostienen que el ser humano se nueve u opera en la vida como si fuera un “vendedor”, lo cierto es que en el día-a-día lo venimos haciendo en la modalidad de negociador. El ejemplo del niño que recurre a dicho “arte” toda vez que aspira lograr algo de sus padres –aunque más no sea una golosina– vale para darnos cuenta de ello y emplearlo en la forma y momentos adecuados.

Estas consecuencias se proyectan incluso en el Personal Branding. ¿Cómo? A partir de los logros –y también de los desaciertos– que uno vaya sumando a lo largo de la vida. Al respecto, tengamos en cuenta que el Personal Branding es, esencialmente, el reservorio de nuestra actividad y de la reputación e imagen que de ella se van formando nuestros prójimos y la comunidad en general. Se trata de un lento proceso de sedimentación de resultados y soluciones que son vistas, por sus destinatarios, como contribuciones dignas de ser tenidas en cuenta. Pero cuidado porque también repercuten los aportes nefastos, como los que producen todos aquellos seres a los que poco y nada les interesa el bien común.

Mientras el tiempo ganado “suma” en un Personal Branding con sentido, el tiempo perdido “resta” toda vez que el portador comete las atrocidades que cada uno de ustedes se puede llegar a imaginar; la historia y la realidad misma “hablan” también de estos personajes.

¡El portador de Tu Marca Personal puede identificarse tanto con el recto obrar –principal razón de todos aquellos que aspiran dotar de un buen sentido a sus vidas– como al accionar nefasto en contra de la humanidad, por el cual esta persona ha sido “comisionada” para llevarla adelante, en esta vida, de acuerdo a lo establecido en “su” misión!
José Podestá

 

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