Recibir la
noticia de un despido, con justa causa, es una experiencia muy fuerte para
cualquier persona. Se me ocurre, como metáfora-imagen vinculada a ese momento,
una sensación de vacío parecida a la pérdida de la vivienda, sea por un
incendio, huracán o terremoto. A ello se le suma la impotencia y la desolación
frente a un hecho que se nos escapó de las manos.
El impacto
psicológico y social del despido dependerá de la edad del damnificado y de su
actitud. Es muy distinta la situación anímica en un joven de 20 años que en un
adulto de 35 ó 50 años, con carga de familia. En este último caso, se le suma
el agravante de sentir haber quedado literalmente afuera del sistema, es decir, sin posibilidades de reinserción
laboral y a casi quince años para poder acceder a la jubilación; si a ello le
sumamos que las expectativas de vida hoy superan los 70 años, el panorama no
deja de ser muy lamentable.
No todos reaccionan por igual
Así como a
un joven la noticia lo puede motivar para una rápida reacción positiva, siempre
y cuando su autoestima sea alta, lo mismo vale para los más adultos. Por tanto,
y más allá de los efectos negativos que se deben asimilar, es muy importante
reflexionar sobre lo sucedido y ponerse a trabajar en la superación del
momento.
Alguno
podrá pensar que una cosa es escribir o decir estas cosas y otra muy distinta
es vivirla y padecerla. Y tiene razón. Pero si nos quedamos en el lamento o en
la profundización del estado de víctima,
que para nada son constructivos, entonces esta persona se estará haciendo un
daño mayor.
El
reflexionar sobre lo sucedido, tal como se había sugerido, es una actitud necesaria.
¿Por qué? Porque permite a uno repasar los motivos del despido y darnos cuenta,
por ejemplo, que para nada se debió a irresponsabilidad personal alguna. En el
supuesto caso que uno tome consciencia que en lo personal nunca los demás
llegaron a percibir que estaba comprometido con la tarea o padecía de alguna carencia,
ello nos permitirá entonces saber, con objetividad, el nivel de las fortalezas
y debilidades a ser tenidos en cuenta.
Además, los
sucesos negativos o positivos que impactan en nuestra vida no son obra del
azar. Encierran un mensaje que, lamentablemente, muchas veces no sabemos
descubrir o interpretar.
Momento para emprender
Si junto
con el despido se percibe una suma determinada de dinero, tal vez esa persona
se encuentre en el momento oportuno para encarar algo personal; incluso, quizás
hasta pueda brindarle la prestación de algún servicio a la misma empresa que
produjo el despido.
Dado que
hoy nadie está en condiciones de garantizar un trabajo-empleo de por vida, es
muy necesario ponerse a pensar, desarrollar y brindar una propuesta personal,
por supuesto no de modo impulsivo-emocional sino con la mente fría y los pies
sobre la tierra. Quizás se podrá sentir que eso no es para uno. A ello lo que
mejor se le contrapone y constituye en un ejemplo sobresaliente, es lo que
hicieron millones de inmigrantes que a principios del siglo pasado o durante la
segunda guerra mundial, tuvieron que abandonar todo y radicarse en otro país,
comenzado literalmente desde cero y llevando adelante un emprendimiento
personal.
¡El
portador de Tu Marca Personal, sabiendo que es el único artífice de su Yo SA,
trabaja para llevar adelante su plan de carrera laboral-profesional, sea en el
rol de empleado, emprendedor o ambos a la vez!
José Podestá