Tiempo atrás, los hombres que se llamaban a sí
mismos honrados, solían resolver su
“honorabilidad” en un duelo. Pero por lo general uno de ellos podía morir en el
intento.
De las mujeres honradas
se dice que solían atar sus pies para avergonzar a todos aquellos que no lo
hacían.
Paradójicamente, los humanos honorables poseían esclavos en su mayoría, cosa que hoy sería
literalmente inaceptable, a pesar de que aún existen casos en una cantidad que
no podemos imaginar.
La
apariencia, complica
En muchos ámbitos de la vida y de la cultura se piensa
que el ser honorable es un signo o un
atributo “cuantificable”, compatible además con lo figurativo y los estímulos
del contexto. ¡Error! Aunque los medios y el mundo de las celebridades se
nutran de ello, la honorabilidad es algo que se cultiva a partir de nuestro impulso
interior, de nuestras convicciones y compromisos; vincula con lo que somos
capaces de hacer, con el cómo y el rol que tienen nuestros prójimos en todo
ello.
La persona multimillonaria que en vida viene
contribuyendo con su fortuna periódicamente en acciones humanitarias o en pos
del desarrollo de la ciencia, no la convierte per se en un ser honorable. ¿Por qué? Porque no se trata
simplemente de dar aquello que me “sobra”, sabiendo que podré terminar luego
“ganando” con ello una mayor reputación o visibilidad en “mi” Personal
Branding.
En el opuesto, también sabemos del caso de algunas
personas que son realmente muy pobres, pero que sin embargo no dudan ni un
instante en brindar lo poco que tienen a otro carenciado, aunque tal privación
no les permita luego poder alimentarse debidamente. Aquí sí estamos ante seres
muy honrados, a los que la
honorabilidad y trascendencia del gesto poco y nada les importa, por la
sencilla razón que el impulso interior que los moviliza a ser solidarios opera,
“espontáneamente”, en la misma frecuencia que la de sus “hermanos”.
Por supuesto que el ser honrado no se limita al dinero, sino a todo acto que realizamos a
diario, ya sea como empleado o directivo en una organización, como profesional
ante sus clientes o pacientes e incluso como funcionario de estado, más allá
del cargo que se detente. Al respecto, cuando se dice que el índice de
inflación, de pobreza o de desocupación, aumenta, uno percibirá rápidamente
cómo es la honorabilidad del funcionario –incluido el presidente del país en
cuestión– según sea su compromiso, explicación o “justificación” del caso. ¿Por
qué? Porque es la gente, los ciudadanos, los que hacemos en definitiva a un
país, no las estadísticas.
Dilema
para el Personal Branding
El hecho que en la cultura del ayer en donde se
hallaban encuadrados los dos ejemplos mencionados, hayan cambiado, sumado a las
situaciones cotidianas del hoy, nos alerta y enseña que el ser honrado que se ocupa por hacer muy bien
las cosas, no puede estar condicionado por los usos y las costumbres que
impactan en sus sentidos, sino por su rol y compromiso frente a la vida
–recordemos que para eso hemos venido a la Tierra– y que en la práctica se resume
a lo establecido en nuestra misión.
Algunos de ustedes podrán pensar que siempre hubo y
seguramente habrá seres tóxicos, nefastos y criminales. Si bien ello también es
parte de la realidad, los invito a que visualicen por unos instantes la imagen
que recuerden de un niño pequeño –de hasta dos o tres años de edad. Seguramente
que para nada nos íbamos a imaginar que años más tarde ese ser devino en un
corrupto, un abusador o un asesino serial. Entonces,… ¿Qué es lo que pasó? ¿Qué
establecía su misión? Esto nos lleva
a meditar en lo siguiente:
- El ser humano es un “misterio” que se va revelando
a lo largo de la vida. Bien pudo ser honrado
y muy honorable hasta una determinada
edad, para luego convertirse en “otro” ser opuesto y radical.
- Que ninguno de nosotros está exento de recibir un
impulso exterior negativo tal, que nos haga girar en ciento ochenta grados lo
que hacíamos hasta ese momento, o viceversa. Así como Cristo necesitó que lo
traicionara uno de sus apóstoles –Judas Iscariote– para que se cumpliera lo
establecido en las sagradas escrituras, quien haya profundizado en la vida
anterior de Judas Iscariote descubrirá que fue un judío piadoso, creyente y muy
preocupado por los estragos que la dominación romana venía produciendo en el
pueblo hebreo.
En consecuencia y en la medida en que nos demos
cuenta de ello, debemos asumir que en la historia universal y en la que nos
toca vivir, hubo, hay y habrá seres humanos honrados,
honorables y malos. Ello dependerá de
cómo uno asuma la responsabilidad de su misión
y el destino que le “correspondió” llevar a cabo en la vida; hasta Judas
Iscariote se arrepintió de lo hecho. Esto para nada se trata de resignación,
pero sí de comprensión y ayuda en la medida de nuestras posibilidades. Porque
en el fondo de su interioridad, ningún ser humano desea ser un deshonesto, un
traidor o una mala persona; basta con el recuerdo que tienen aquellas personas
que llegaron a conocerlo de niño, cómo su espíritu puro y alegre se manifestaba
en sus gestos ante sus padres y familiares, hasta el momento en que logró vencer
la gravedad y ponerse de pie para decir: “Yo soy”. A partir de ese momento, su misión y el entorno comenzaron a hacer
el resto.
¡El portador de Tu Marca Personal, en caso de
ser honrado, lo será siempre y cuando su destino no establezca lo contrario,
para poder así también ir metamorfoseándose en el tiempo en un ser honorable y
referencial para las nuevas generaciones!
José
Podestá