Seguramente que muchos no están predispuestos en
aceptar o admitir que el ser humano es una máquina. Sin embargo hay personas
que no sólo lo afirman, sino que también lo “ejercitan” en su actividad o
profesión. Para ello basta con dos ejemplos:
- En el ámbito de las organizaciones, el área de
personal tiende a reducir al ser humano a la categoría de “recurso humano”, tal
como si fuera una “cosa”, una “materia prima” pasible de extraerle todas sus
potencialidades o parte de un “engranaje” afín y homogéneo al equipo de
pertenencia.
- En el ámbito de la medicina y la psicología, es un
ser que posee una “bomba” –el corazón– una fábrica de azúcar –el hígado– un
“centro de informaciones” –el cerebro. Aquí todo se reduce a la materia, es
decir, a lo físico-orgánico que se visualiza, ignorándose el atributo
anímico-espiritual que nos individualiza, por el hecho de tratarse de algo
meramente intangible y de “dudosa” comprobación, porque no resiste la “prueba” de
la ciencia natural o materialista. De allí que el psicólogo no reconozca el alma
humana, sino la “psique” asociada al cerebro, que es un órgano material.
Sin embargo, el ser humano también alimenta la
percepción del hombre-máquina. Lo vemos en aquellos individuos hiperactivos que
consideran el dormir y el ocio como una “pérdida de tiempo”, porque lo
importante es hacer y hacer. En esta “patología” están incluidos los
denominados “workalcoholic”, es decir
los adictos al trabajo, a pesar de que en la práctica no exista nada que los
obligue a ello. De allí lo patológico de tal actitud.
¿Por
qué aún subsiste?
Más allá de las señales concretas del cambio
acelerado y permanente al que estamos expuestos a diario, no todas las personas
e instituciones son plenamente conscientes de ello. ¿Por qué? Porque no hemos
sido preparados para los cambios, ni tomamos la iniciativa de prepararnos para
ello. Entonces, no nos llama mucho la atención que un médico crea que la mejor
manera de “curar” al paciente es “medicándolo”, a fin de que su “cuerpo-motor”
funcione a la perfección.
Además, las señales del entorno en el cual vivimos,
trabajamos e interactuamos nos van desgastando, por el hecho de que no todo es
estable, ni cada cosa permanece en su lugar como antes. Y como todo viene de la mano del
cambio, lo primero que debemos admitir e incorporar en los tiempos que corren
es:
- Que lo único fijo es el cambio constante.
- Si no lo vivenciamos, nuestra “máquina” quedará
obsoleta y pasible de recambio, porque los que “saben” considerarán que ya no
calificamos como “recurso humano”.
¿Dónde
está la “máquina”?
Ya he manifestado en otra oportunidad que toda organización
o emprendimiento es un conjunto de personas. El resto son oficinas, “máquinas”,
sistemas, procesos que caducan y se desactualizan constantemente. En el momento
en que se tome consciencia de ello y se lo acepte como “verdad”, cambiará por
completo la forma de abordar los problemas, pues ya no estamos ante un
organismo frío, apático, distante de la realidad y de las personas.
Si los directivos de la organización estuvieran más atentos,
no se llegaría a la situación patológica ya mencionada, y se erradicarían los
conceptos de “recursos humanos” y de “capital humano”, por ser tóxicos y denigrantes para la condición humana.
Entonces, al no calificar la persona como una
“maquina” y por estar interactuando en la estructura informal de la
organización, ésta debería de “ocuparse” por plasmar y hacer realidad un clima
y ambiente de trabajo óptimos.
El área de las personas, por su parte, al haber
eliminado el “cepo de recursos humanos”, en lugar de la gestión de talentos se
podrá concentrar en la gestión de las expectativas, los miedos, las
decepciones, las simpatías y antipatías, la armonía y los conflictos, el estilo
de liderazgo, el prestigio de pertenencia, la comunicación,… Quizás y sin darse
cuenta de ello –porque la “ciencia” no lo admite– el área de las personas terminaría
ocupándose del “alma de la organización”, por la importancia y trascendencia
que ello tiene para su permanencia en el tiempo.
En la medida que la organización por un lado, y el
profesional independiente por el otro, consideren que sus colaboradores son
personas que están predispuestas en hacer realidad su misión, estarán logrando mejores resultados y una destacada
reputación en la comunidad. Esto es perfectamente viable a partir del momento
en que:
- Se erradique el concepto del “hombre-máquina”.
- Se potencie el espíritu transformador y creativo
que anida en el ser humano.
¡El
portador de Tu Marca Personal no sólo es un impulsor del cambio, sino también
un ser predispuesto en generar soluciones con foco en los resultados, y en todo
aquello que le permita transformar y mejorar su obrar en pos de las necesidades
de sus prójimos!
José
Podestá