Las
organizaciones líderes hoy ya saben que para alcanzar la visión – desafío
realista previsto para el mediano o largo plazo– se necesita contar con
personas capaces, motivadas y con talento. Esto nos dice que algo está cambiando
en el paisaje de algunas empresas, incluso más allá del área de personal, y que
el paradigma del recurso humano ya no
es lo redituable que era en otros tiempos.
Tipificación de recursos humanos versus defunción anticipada
Lo bueno de
algunos títulos fuertes es no sólo llamar la atención sino también motivar el
pensar. Si bien lo que expresa este título era impensable hasta no hace mucho
tiempo, a partir de la revolución tecnológica y de las telecomunicaciones las
personas dejaron de ser un recurso manipulable y sujeto a una tipificación o
encasillamiento estándar.
Así, las
empresas se han visto sorprendidas por una realidad poco permeable y amigable a
las prácticas de las reglas de oro del ayer. Tampoco las bases, es decir los
empleados, responden hoy al verticalismo autoritario ni a los controles y
prácticas de sumisión: ¡Enhorabuena!
El
paradigma del poder-empresa, por su parte, se ha venido licuando en las últimas
décadas, aunque algunos se resistan aún a tal pérdida. El empleado ya no está
predispuesto a ser reducido a un código o número de legajo, ni mucho menos a un
objeto o recurso asignado a una tarea-función con un costo laboral
predeterminado. ¡Enhorabuena!
¿Por qué?
A medida
que la información se fue compartiendo y extendiendo globalmente gracias al
medio de comunicación más democrático disponible desde mediados de la última
década del siglo pasado –la Internet– paulatinamente el ser humano fue tomando
consciencia del rol central que tiene en el mundo que le ha tocado vivir. Al
respecto, hoy se cuestionan cosas muy importantes. Una de ellas es que el
empleado, cualquiera sea el rol y responsabilidad que ocupe en una
organización, no es un medio al
servicio de la empresa de turno. Tampoco es un objeto-recurso porque refiere a
lo descartable, y como individuo-persona no es descartable, aunque estemos
cansados de ver que muchos así lo consideren.
El empleado,
tal como ocurre en sus otros roles de ciudadano, cliente, público, etc., es un fin para la organización, porque
ninguna organización puede ser mayor que el horizonte espiritual de las
personas que la integran y conducen. De esta forma la empresa, especialmente
aquella que hoy dice ser socialmente responsable, ha descubierto que para
llegar a ser sustentable en el tiempo se necesita contar con las mejores personas
en cada una de sus posiciones. ¿Esto qué implica y demanda? Que el empleado
pasó a estar posicionando en el corazón de la organización, y por lo tanto es el
artífice-responsable de alcanzar la tan mentada visión.
En
consecuencia, ahora el empleado está llamado a ser parte de un proyecto que le
será relevante en la medida que lo sea también para su plan de carrera
laboral-profesional. Es lo que ha elegido y acordado con la empresa, además de
percibir que con su decisión podrá darle un sentido al trabajo, a su vida y a
los demás.
Ahora es cuando surge el talento
Más allá de
la habilidad, estilo y competencias que uno vuelca en un trabajo, tal
actitud-predisposición define a esa persona como un ser inteligente. ¿Por qué?
Porque optó por un proyecto-desafío que lo motiva, le gusta y se compromete en
hacerlo bien.
Quizás
algunos creen que allí también hay talento. Esta cualidad o bien escaso en las
personas es un activo que privilegian las empresas sobresalientes. Pero el talento
además tiene para el trabajador o profesional otra acepción: Refiere a la vida
equilibrada que éste lleva a cabo entre el trabajo y la vida personal.
Talentosa
no es aquella la persona que es muy buena e incondicional en lo suyo –se trate
del trabajo, emprendimiento o profesión– cualquiera sea la dimensión de horas
diarias y fines de semana en la que se sacrifica o más bien se inmola. Para algunas empresas podrá ser
el candidato ideal, porque brinda mucho más que el resto. Pero lamentablemente
se trata de un ser enfermo, un workalcoholic
o adicto al trabajo, que una vez que se haya consumado, la empresa no dudará en
reemplazarlo por otro, tal como si fuera un recurso. Sin darse cuenta, los
seres que carecen de talento personal, terminan resumiéndose como un medio al servicio de la organización,
resignando así su propia misión y fin en la vida.
¡El
portador de Tu Marca Personal va construyendo el desarrollo de su propia
identidad, a través de las decisiones en las que hace valer su talento, como
individuo inteligente que tiene muy en claro el sentido de su vida!
José Podestá