En el mundo de las organizaciones e instituciones no
siempre se aceptó la diversidad en el pensar
y el hacer del empleado. Si bien hoy
es un requisito prácticamente excluyente, durante décadas el área de recursos
humanos se “ocupó” por erradicar a todas aquellas personas que no “aceptaban”
ser parte de la legión de iguales en sus respectivos sectores, incluido los
directivos de primer nivel.
Adiós
al paradigma de la uniformidad
En más de una oportunidad he escuchado en las
búsquedas de alto nivel ejecutivo que el postulante debía ser una persona muy
predispuesta a la no confrontación de opiniones e ideas con sus superiores.
Como en los tiempos pasados las organizaciones no estaban expuestas a los
cambios imprevistos y a las crisis recurrentes propias de la actualidad, la
“docilidad” de los empleados no modificaba el clima laboral u organizacional.
Esta forma de pensar y de actuar fue creando una
tipología de empleado que, con el tiempo, desembocaría en una consecuencia no
deseada: el empleado promedio, rebaño o “clon”, es decir, ubicado dentro de una
media uniforme que respondía a la consigna de obediencia para hacer lo que el
“jefe” establecía. Hasta era frecuente escuchar la sentencia “aquí el único que piensa soy yo”, toda
vez que un empleado pretendía sugerir de muy buena fe alguna propuesta de
mejora.
Las organizaciones también se beneficiaban con ello
por tener bajo control el costo laboral. ¿En qué sentido? En la medida que en
cada una de las descripciones de tareas había
“empleados-promedios”, el salario-sueldo también corría con la misma
suerte. Así, las empresas se evitaban incluso de tener eventuales conflictos
salariales entre pares.
Quien hoy lee o escucha algo así es muy probable que
le cueste comprender tal despropósito, básicamente por dos razones:
- La uniformidad es contraria a la dignidad de la persona, desde el momento
que cada uno de nosotros en un individuo que tiene una misión y un proyecto de
vida a realizar.
- La sumisión nada tiene que ver con la creatividad,
la innovación y el valor agregado que cada persona debe incorporar en su
trabajo o profesión.
Sin embargo, tengamos en cuenta que la uniformidad
no es exclusiva del ámbito de las compañías. Hoy también se da en la formación
universitaria; prueba de ello es la similitud de las nuevas carreras,
asignaturas y programas que muestran contenidos muy parecidos, tanto a nivel de
grado como de posgrado. En tal sentido, los invito a que realicen sus propias
pesquisas y saquen sus conclusiones.
El
sentido del Personal Branding
Cualquiera sea la profesión que se tenga en cuenta
–abogacía, psicología, administración, medicina, etc.– no es fácil encontrar
entre los profesionales significativas diferencias entre sí. El motivo de ello
guarda bastante relación con la mencionada uniformidad en la enseñanza y
estudios. De allí que algunos de estos profesionales terminen luego “optando”
por otro tipo de actividad, ante el limitado campo de desarrollo profesional
existente; también es cierto que en ello suele incidir que la profesión elegida
poco y nada tenía que ver con la vocación
y su sentido vinculante con la misión
de la persona.
Pretender que el Personal Branding brinde una
solución a tal problema o posterior frustración no deja de ser una utopía o
ilusión, a pesar que algunos “expertos” en el tema prometan lo contrario. ¿Por
qué? Por algunas razones, como ser:
- El Personal Branding no resuelve la incorrecta
elección de una carrera laboral o profesional, ni mucho menos la uniformidad
consentida.
- Sí aporta mucho para el mediano y el largo plazo,
en la medida que el plan de carrera o el proyecto de vida de la persona
funcione adecuadamente, es decir, que esté vinculado a la ya mencionada misión y vocación.
- Sólo brindará trascendencia en el tiempo por el
sentido e importancia que tienen los “otros”, es decir, los prójimos. Así como
una celebridad puede disfrutar de su Personal Branding en la medida y el tiempo
en que sus “fans” así lo establezcan, aquella persona que llevó a cabo su
proyecto de vida con vocación y sentido social, lo irá capitalizando favorablemente
a lo largo de su vida.
¡El portador de Tu Marca Personal es un ser
que se opone a cualquier intento de uniformidad, porque sabe que su misión es
un reto y un compromiso puestos al servicio de sus semejantes!
José
Podestá