Cada vez es más frecuente el tener que ir rápido por
la vida pero no necesariamente para avanzar, sino para poder permanecer en el
mismo lugar, algo que nos hace recordar al pobre hámster que corre sobre la
rueda que lo lleva hacia ninguna parte. En lo personal, se trata de una
sensación bastante parecida a la de estar corriendo sobre la cinta, en el
gimnasio, con la diferencia que allí uno lo hace con el objetivo o la esperanza
de mantenerse en forma y saludable.
Dos
veces más rápido, no tiene sentido
A Lewis Carroll –autor en el siglo XIX del libro
“Alicia en el país de las maravillas”– se le atribuye la expresión del tener
que ir dos veces más rápido por la vida, para evitar mantenerse en el mismo
lugar. Pero si uno lo piensa seriamente, ello es un despropósito o un
disparate, porque salvo que se trate de un corredor amateur o profesional, no
hemos venido al planeta Tierra para vivir acelerados durante nuestra
existencia; así la gracia y el don de la vida pierden su sentido y encanto.
Nadie pone en tela de juicio que las cosas hoy se
presentan y suceden a una mayor velocidad de la prevista. Tampoco el hecho de
no poder llegar a realizar las tareas básicas o las que nos habíamos propuesto
a lo largo del día, porque no tuvimos el tiempo suficiente para ello. Si bien
en estos casos la omisión no ha sido necesariamente la consecuencia de un error
de imprevisión de nuestra parte, lo cierto es que la cantidad de imprevistos,
sorpresas o “urgencias de terceros” que se van dando a lo largo del día,
terminan impactando negativamente en nuestro ser.
Si estamos atentos a estas circunstancias, lo más
sensato no es asumir una actitud proactiva, tratando de duplicar nuestro empeño
para poder cumplir, a raja tabla, lo que a diario uno se había propuesto
realizar. Pero tampoco supone optar por ser reactivos –del tipo “laissez fair, laissez passer”– porque
así tampoco iremos a ningún lado. Lo que sí es necesario y saludable es buscar
el punto medio de la incertidumbre en que nos encontramos, algo casi parecido a
lo que suelen hacer un piloto de avión o un marino frente a los sucesos
extremos de la naturaleza, porque no está en ellos el poderlos cambiar o
eliminar.
Alertas,
con sentido
Los cambios y su aceleración en el contexto son un
impulso concreto de la realidad. Por estar fuera de nosotros, como acabamos de
ver, es muy poco lo que se puede llegar a hacer. Sin embargo, ello no excluye
que desde nuestra interioridad pensemos de qué manera me podrá llegar a
afectar, especialmente en el ámbito laboral y profesional; se trata de una
responsabilidad que no podemos llegar a delegar ni omitir, sobre todo cuando lo
que está en juego es nuestra misión, la
vocación y el proyecto de vida.
Por ejemplo, si estamos percibiendo que el avance
tecnológico llegará a poner en riesgo la tarea profesional del traductor de
idiomas, no tiene sentido ponerse a protestar frente a ello en el momento de su
ocurrencia. Pretender trasladar la queja a terceros, cuando poco y nada uno
hizo para reposicionarse o anticiparse a esa realidad, es un signo de gran
descuido e irresponsabilidad, porque de lo que se trata es de poder vivir y
crecer a partir de la vocación en
cuestión.
Para estar atentos al devenir de los cambios
disponemos hoy de un recurso invalorable: la Internet. A través de ella podemos
“navegar” sobre la cresta del cambio para descubrir los nuevos impulsos, eventualmente
anticiparnos y actuar en consecuencia.
Así como los sombreros, las corbatas, los
periódicos, los libros, las tareas repetitivas y todo aquello que a cada uno de
ustedes les venga en mente, se encuentran ya transitando la etapa de
declinación de sus respectivos ciclos de vida, con más razón habrá que estar
muy atentos a lo que hoy uno viene haciendo y brindando a sus prójimos.
Insistimos que semejante realidad no implica
claudicación; tampoco ayuda la nostalgia por lo que ya fue o de aquello que muy
pronto va camino a desaparecer. Por tanto, tengamos en cuenta el sentido y la
razón de ser de nuestra misión en la
vida, para no sólo evitar perder el rumbo sino poder también continuar
enriqueciendo la vocación con las
nuevas reglas de juego. A partir de esa metamorfosis, la evolución y el
desarrollo alumbrarán el devenir de un nuevo ciclo.
¡El portador de Tu Marca Personal sabe que no
debe descuidar su misión ni la vocación elegida, para no dejar de hacer y
brindar a los prójimos aquello que tiene un sentido en su vida, más allá de
cuáles sean los condicionamientos o las restricciones que, inevitablemente,
sabe que han de emerger!
José
Podestá