En el mundo en que nos ha tocado llevar adelante
nuestra misión personal,
caracterizado por la veloz fluidez y licuación de las cosas –hasta de los seres
humanos– nos plantea la duda acerca del impulso que las personas sienten por
llegar a ser reconocidas y valoradas.
Quizás seamos una escasa minoría los que, de vez en
cuando, nos cuestionamos sobre nuestro accionar y el sentido que ello tiene
frente a la inmediatez, la frivolidad y el interés utilitario –incluso sobre las
personas– que caracteriza a la sociedad actual. Pero por suerte, también
existen pensadores como el filósofo inglés Derek Parfit [1942-2017] quién llegó
a cuestionarse y relativizar la importancia de la identidad personal.
¿Y
el Personal Branding?
Como estamos frente a un tema profundo que nos toca
muy de cerca a cada uno de nosotros, ello nos lleva necesariamente a
plantearnos algunas preguntas recurrentes, como la que titula a la presente
columna. Si bien la respuesta a preguntas importantes es el trabajo básico del
filósofo, ello no garantiza que tanto éste como nosotros podamos siempre
arribar a una conclusión esclarecedora.
Derek Parfit falleció recientemente y nos dejó
pendiente su respuesta, aunque nunca cesó en la búsqueda y el fundamento de su
mencionada proposición. Más aún, en su teoría que denominó “la conclusión repugnante”, se animó a
alertarnos que en la diferenciación entre una persona y otra es fundamental la moral que los
caracteriza.
Es a partir
de aquí y en la motivación que nos impulsa hacia el desarrollo y el
posicionamiento del Personal Branding, en donde deseo centrar el tema. ¿Por
qué? Porque la moral no es un
atributo ni un “tip de consumo” que, “alegremente”, uno pueda replicar o
especular como una variable “atractiva” para la trascendencia de la identidad
personal, pero sí tiene que ver con un impulso
interno de compromiso y convicción que siempre nos debiera acompañar,
porque hace a la esencia y a la dignidad del ser humano.
Alguno de ustedes se podrá preguntar cómo es posible
que entonces haya personas de comportamientos, actitudes y convicciones “no
éticas”, que no sólo detentan una positiva imagen de identidad, sino también
cuentan con una “legión” de seguidores. Por supuesto que ello carece de toda
justificación. Si estas personas son “famosas” y hasta “admiradas”, ello corre
por cuenta exclusiva del portador de la misma, de su conciencia y de la
“complicidad” de todos aquellos que lo adulan y lo “ayudan” a posicionarse así.
Felizmente una de las fortalezas estructurales del
Personal Branding tiene que ver con el comportamiento ético-moral y solidario
de su portador –cualquiera sea la vocación
ejercida por la persona– porque es la que le permitirá en el tiempo ir
construyendo su reputación y capitalizar el posterior reconocimiento de los
otros, es decir, de sus prójimos. Lo opuesto le sucederá al clásico “ídolo de
barro” que se vale de todos los artificios disponibles –incluso los de la
plataforma digital– para “aparentar” algo que en esencia carece de sustento y
verosimilitud. Si bien podrá llegar a ser un estupendo simulador en todo lo que
dice y hace, será la variable “tiempo” la que finalmente lo terminará
desenmascarándolo.
Aquí se nos presenta una nueva pregunta: ¿Por qué
estos simuladores de una identidad inconsistente tienen cabida en nuestra
sociedad? Al respecto, se me ocurren dos razones:
- Porque suelen ser astutos “vendedores” y
“seductores” en el estilo de vida que llevan a cabo, en donde la “viveza” y el
oportunismo que caracterizan su accionar los mantiene posicionados en un
aceptable nivel de “visibilidad”.
- Porque existe un sector mayoritario de individuos mediocres que prefieren
mimetizarse con estos “productos sociales” del mercado, por considerarlos que
son mucho más fáciles de “pintar y copiar”. Entonces, ¿para qué “perder” el
tiempo en todo aquello que demanda esfuerzo, constancia y un sentido honesto de
superación?
En consecuencia, para todos aquellos que están
persuadidos que se deben a la misión
que sienten que deben llevar a cabo en la vida, a través de la vocación que hace al trabajo o profesión
asumidos, la identidad personal
finalmente importa y mucho. Pero no para una trascendencia efectista,
egoísta o interesada, sino como una derivada natural del compromiso y la entrega
social que los caracteriza.
Así como suele decirse que la economía es una
actividad muy importante para que esté exclusivamente en manos de los economistas,
lo mismo le vale al “marketing” que muchos consideran se debe “replicar” para la
construcción exitosa del Personal Branding. Basta simplemente recordar a los
grandes de la historia –en cualquiera de las especialidades– que supieron hacer
aquello que en su tiempo debían hacer; es así como al día de hoy se los valora
y recuerda. Que yo sepa no necesitaron del marketing, no porque era
inexistente, sino porque no estaban pendientes de “su marca personal”. En
cambio sí estuvieron muy predispuestos, dedicados y concentrados en lo suyo,
sin pensar ni estar pendientes en el legado “atemporal” que dejaron para
beneficio de la humanidad.
¡El portador de Tu Marca Personal bien pudo
no haber sido inicialmente muy consciente de su rol, pero a medida que fue
descubriendo el sentido de su misión en la vida, comenzó a darse cuenta que lo
suyo tiene más que ver con la calidad y la entrega que sus prójimos esperan, de
su trabajo y profesión!
José
Podestá