Trabajo, Vida y Personal Branding

05 mayo 2013 ·

El ser humano, aunque a muchos les pese, necesita trabajar por distintas razones. Independientemente de obtener un ingreso contra la prestación de un servicio, sea en relación de dependencia o en una profesión liberal, el trabajo conlleva el beneficio y la oportunidad de brindar un sentido a la vida y una eventual mejora a la humanidad. ¿Por qué? Porque es una actividad que insume más del setenta por ciento de nuestra existencia, motivo por el cual bien vale que la realicemos con una vocación de generosidad hacia los demás.

La gran paradoja

Reiteradas encuestas señalan que más de la mitad de los trabajadores –empleados y profesionales– no están felices ni conformes con lo que hacen. Si bien los motivos suelen ser diversos, hay uno que es muy fuerte y digno de ser tenido en cuenta, incluso porque es funcional con el recambio generacional: ¡La gente quiere ser feliz mientras trabaja y no tener unos instantes de felicidad sólo en muy contados momentos!

Los jóvenes de hoy ya no ven el trabajo como un yugo o un sacrifico. Si la empresa que los contrata sigue valiéndose de los paradigmas del ayer, es muy probable que entre en problemas por dos razones muy básicas:

a. Hoy los jóvenes exigen un trabajo en el que se sientan bien, caso contrario lo dejan, tengan otra propuesta o no.

b. Los jóvenes desean pertenecer a una organización que los haga partícipes de un proyecto interesante que les permita proyectarse y crecer.

Para ello la empresa necesita contar con líderes, que no es lo mismo que un jefe. ¿Por qué? Porque el líder es un conductor y guía que no penaliza a las personas que proponen algo nuevo; señala caminos para ser transitados y hasta reformulados por los verdaderos hacedores de la organización, es decir, los empleados. En consecuencia, el líder asume el compromiso de hacer crecer a las personas, mientras que el jefe lo reduce todo a la relación eficiencia-eficacia.

El líder no lidera con lo que dice, sino con lo que hace, piensa, sugiere y deja hacer. Pero a diferencia del jefe, que lamentablemente cree que está para controlar y muchas veces hasta para reprimir, el líder es el que asume exclusivamente en su persona el fracaso del grupo. Y cuando el resultado se alcanza, el beneficio siempre es obra del grupo, no del líder.

El empleado líder

Cuando una organización confía en su gente, por haberla integrado con individuos que poseen habilidades y talentos en sus respectivas tareas, se nutre de un heterogéneo plantel de líderes. Saben que “sus jefes” confían en ellos, lo que les permite aprovechar el nivel de libertad para crear, innovar y plasmar sus ideas-conocimientos en el logro de los objetivos.

Este escenario laboral es muy distinto al del ayer. El empleado, ejecutivo o profesional que trabaja en y para una organización, al sentirse que ya no es más un objeto-recurso sino un ser que es respetado en su individualidad y singularidad, se sentirá mucho más motivado por ser parte de un proyecto que podrá asumirlo como un singular desafío personal.

El rol del empleado líder, además, es la antesala para iniciar el desarrollo del Personal Branding dentro de una organización, con el valor agregado que ello tiene para ambos. De esta manera, el plan de carrera comienza a tener para el empleado un objetivo mucho más concreto, más allá de si en el mediano o largo plazo desista de continuar en esa empresa. Seguramente que cuando ello suceda será porque existen otras etapas, en su plan de carrera, que lo lleva a desarrollarse en otros contextos.

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José Podestá

 

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