El ser
humano, aunque a muchos les pese, necesita trabajar por distintas razones. Independientemente
de obtener un ingreso contra la prestación de un servicio, sea en relación de
dependencia o en una profesión liberal, el trabajo conlleva el beneficio y la
oportunidad de brindar un sentido a la vida y una eventual mejora a la
humanidad. ¿Por qué? Porque es una actividad que insume más del setenta por
ciento de nuestra existencia, motivo por el cual bien vale que la realicemos
con una vocación de generosidad hacia los demás.
La gran paradoja
Reiteradas
encuestas señalan que más de la mitad de los trabajadores –empleados y
profesionales– no están felices ni conformes con lo que hacen. Si bien los
motivos suelen ser diversos, hay uno que es muy fuerte y digno de ser tenido en
cuenta, incluso porque es funcional con el recambio generacional: ¡La gente
quiere ser feliz mientras trabaja y no tener unos instantes de felicidad sólo
en muy contados momentos!
Los jóvenes
de hoy ya no ven el trabajo como un yugo
o un sacrifico. Si la empresa que los
contrata sigue valiéndose de los paradigmas del ayer, es muy probable que entre
en problemas por dos razones muy básicas:
a. Hoy los
jóvenes exigen un trabajo en el que se sientan bien, caso contrario lo dejan,
tengan otra propuesta o no.
b. Los
jóvenes desean pertenecer a una organización que los haga partícipes de un
proyecto interesante que les permita proyectarse y crecer.
Para ello
la empresa necesita contar con líderes, que no es lo mismo que un jefe. ¿Por
qué? Porque el líder es un conductor y guía que no penaliza a las personas que
proponen algo nuevo; señala caminos para ser transitados y hasta reformulados
por los verdaderos hacedores de la organización, es decir, los empleados. En
consecuencia, el líder asume el compromiso de hacer crecer a las personas,
mientras que el jefe lo reduce todo a la relación eficiencia-eficacia.
El líder no
lidera con lo que dice, sino con lo que hace, piensa, sugiere y deja hacer.
Pero a diferencia del jefe, que lamentablemente cree que está para controlar y
muchas veces hasta para reprimir, el líder es el que asume exclusivamente en su
persona el fracaso del grupo. Y cuando el resultado se alcanza, el beneficio
siempre es obra del grupo, no del líder.
El empleado líder
Cuando una
organización confía en su gente, por haberla integrado con individuos que poseen
habilidades y talentos en sus respectivas tareas, se nutre de un heterogéneo
plantel de líderes. Saben que “sus jefes” confían en ellos, lo que les permite
aprovechar el nivel de libertad para crear, innovar y plasmar sus
ideas-conocimientos en el logro de los objetivos.
Este
escenario laboral es muy distinto al del ayer. El empleado, ejecutivo o
profesional que trabaja en y para una organización, al sentirse que ya no es
más un objeto-recurso sino un ser que es respetado en su individualidad y
singularidad, se sentirá mucho más motivado por ser parte de un proyecto que
podrá asumirlo como un singular desafío personal.
El rol del
empleado líder, además, es la antesala para iniciar el desarrollo del Personal
Branding dentro de una organización, con el valor agregado que ello tiene para
ambos. De esta manera, el plan de carrera comienza a tener para el empleado un
objetivo mucho más concreto, más allá de si en el mediano o largo plazo desista
de continuar en esa empresa. Seguramente que cuando ello suceda será porque
existen otras etapas, en su plan de carrera, que lo lleva a desarrollarse en
otros contextos.
¡El
portador de Tu Marca Persona siempre cuenta con el potencial de constituirse en
la opción preferente, en su mercado objetivo!
José Podestá