Comunicación y Conocimiento

16 febrero 2014 ·

Cuando se le pregunta a los directivos de una organización qué rol le asignan a la comunicación interna y externa suelen responder, prácticamente al unísono: “¡Mucha!”  Pero cuando se les pregunta a los empleados y a los públicos externos de la compañía, qué posibilidades tienen de expresar sus necesidades, observaciones o críticas, también suelen responder al unísono lo contrario, es decir: “¡Poca o nada!”

Daltonismo y sordera ejecutiva

Los ciudadanos solemos a menudo criticar a un político o funcionario público cuando se empecinan en no reconocer los datos de la realidad, ni escuchar a los reclamos o aportes que, a través de especialistas o cámaras que representan al sector en cuestión, les formulan como un aporte o un principio de solución.

Esta negación de la realidad perfectamente guarda relación con lo mencionado al inicio sobre los directivos de una organización. En ambos casos, los actores “negadores” asumen tal actitud porque creen, piensan y hasta temen, con la apertura a la escucha, llegar a perder la “autoridad”. Lamentablemente no han tomado conciencia que en la sociedad informacional en la que vivimos, la comunicación pasó a ser excluyente para sumar conocimientos, trabajar en red, delegar empowerment, aumentar la productividad, etc.

Tal vez estos ejecutivos y políticos no sepan –y aquí ya hay un síntoma de su incapacidad– que la autoridad no se pierde por escuchar al empleado o al ciudadano, sino por la toma de decisiones desafortunadas. Por tanto, en ambos casos se termina haciendo culto y honor a lo incorrecto, motivo por el cual si en la escala superior jerárquica no hay nadie para hacerles notar a estos funcionarios acerca de su error, las cosas seguirán como hasta ahora.

Los canales alternativos

La cultura actual nos viene mostrando el fluir constante de las comunicaciones en todo sentido, es decir: vertical, ascendente, horizontal y transversal. El empleado, que además de ser un ser humano es también ciudadano, viene interactuando en sus grupos de relaciones. Si bien no todos son extrovertidos en el compartir, la realidad nos señala que las personas literalmente están conviviendo en un estado de conversación, cada vez más participativo y a la que se le van sumando grupos afines.

Entonces, si alguna organización no quiere darse cuenta de ello porque se refugian en la cultura y los valores fosilizados del ayer, es evidente que la conversación de los empleados castrados en el uso de los canales formales de la comunicación, buscarán otras vías alternativas para hacerse escuchar. Las consecuencias de ello suelen terminar siendo perjudiciales, tanto para la organización como para el político o funcionario público. Pero como en la práctica estas cuestiones no son asumidas debidamente, la miopía, la telaraña ideológica o, lo que es peor, el autoritarismo irracional, termina luego perjudicando a los ciudadanos en general.

Las excepciones valen, y mucho

Muy distinta es la situación y el posicionamiento que por ello ejercen y detentan las compañías que se han dado cuenta del triple valor que hoy tienen:

-El empleado de calidad.

-La comunicación.

-El conocimiento compartido.

Esto es literalmente lo opuesto al modelo de management que estuvo vigente durante décadas. Las empresas que optaron por el cambio han terminado por reinventarse a sí mismas, despojándose de las estructuras rígidas y del clásico perfil-recurso humano que hoy, felizmente, ya no tiene más cabida.

Finalmente, hay otro dato clave que caracteriza a las empresas que vienen transitando en el nuevo sendero. Más allá del conocimiento divergente que los lleva a la innovación y a la creatividad continua, han reconocido que el poder ahora está en manos del empleado; éste lo ejerce diariamente a partir del conocimiento aplicado al logro de los objetivos estratégicos de su posición

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José Podestá

 

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