Cuando llega el momento de decidir la vocación en
materia de estudios, oficio o profesión, suele ocurrir que no lo hacemos con la
dedicación que implica esta vital decisión. Distinta es la situación de
aquellos que, desde pequeños, se perfilan por sus dones hacia la correcta vocación que luego los “marcará” –en el
buen sentido de la expresión– para toda la vida.
No
todos estamos orientados
A pesar de la importancia de tener en claro cuál es
la misión de nuestra vida –para qué hemos venido a la Tierra– por lo general
vamos transitando nuestro devenir en función de las oportunidades y
circunstancias. Es decir que en nosotros impera la tendencia del pensar y el hacer a partir de las situaciones dadas, tratando de ir adaptándonos
lo mejor posible y de un modo reactivo
al devenir de los sucesos.
En el opuesto nos encontramos con aquellas personas
que están en la búsqueda de lo que intuyen les permitirá brindar un sentido a
sus vidas. En este caso conviven los que están convencidos de su misión como aquellos que, tal vez por
desconocimiento, no la han descubierto pero sin embargo están transitando en
ella.
En el medio de estos opuestos está la gran legión de
individuos que interactúan ante las circunstancias dadas –prácticamente en piloto automático– sin tener muy en
claro el sentido de ello. Por lo general los moviliza hacer o aceptar todo
aquello que les permita ganar dinero para “poder vivir”, consumir y acceder a
una buena posición social, aunque no se sientan conformes ni plenos con lo que
hacen. A partir de aquí se derivan otros comportamientos, como ser los que
privilegian la acumulación de poder y prestigio, en distintas esferas de la
vida, aunque ello implique tener que asumir conductas reñidas con los valores,
la moral y el respeto al prójimo.
Pero más allá de los excesos derivados de la
conducta humana, que está movilizada por intereses materiales y egoístas,
existe un gran desconocimiento del sentido
del proyecto personal. Esta carencia no deja de ser central para el ser humano,
porque el sentido es el punto de
partida, tanto para la actividad laboral-profesional como de la posición que
cada uno asume frente a la vida.
¿Qué
sentido tiene lo que hacemos?
Un líder es tal en tanto sea capaz de otorgar sentido a sus colaboradores. Esto vale
para todos los ámbitos, sea el empresario, profesional, institucional o
gubernamental. Al respecto, sabemos que el presidente de un estado-nación
democrático ha logrado tal propósito por el voto mayoritario de los ciudadanos.
En consecuencia los invito a evaluar, en el país en donde se encuentran
establecidos, en qué medida el representante del máximo poder lo asume y ejerce
con humildad, servicio y entrega hacia sus conciudadanos.
El hecho que no encontremos los ejemplos o perfiles
de personas que otorguen sentido
hacia sus prójimos, no significa que estemos excluidos de hacerlo. ¿Por qué?
Porque hace a la misión de cada uno
de nosotros y porque necesariamente a partir de nuestros prójimos es cuando nos
constituimos en seres humanos. Cuando ello no se da, la realidad es la que se
encarga luego de mostrarnos y advertirnos en qué abismo puede caer el individuo,
cuando va a contramano de la vida y del respeto hacia los demás.
También conviene recordar que los líderes no son
dioses –aunque sepamos de algunos que así lo pretenden imponer– sino seres
humanos imperfectos y expuestos en mayor medida a equivocarse. Pero justamente
por ser líderes, deben tener la humildad de reconocerlo y el don de la
rectificación.
Cuando vemos que en algunos casos ello no se da, es
porque si bien son líderes en el aspecto formal, no lo son en la práctica; la
historia y la realidad nos presentan ejemplos muy lamentables y hasta
patológicos que sucumbieron por tal actitud.
¡El portador de Tu Marca Personal es un ser esencialmente
comprometido en brindar generosidad y profesionalismo a través de la vocación
que lleva adelante con su proyecto personal, sin desconocer ni subestimar la
estima y el respeto que merecen sus
prójimos!
José
Podestá