La Empatía Multiplica

19 febrero 2017 ·

La mayoría de nosotros seguramente hemos escuchado, en más de una oportunidad, que el hombre es un ser social. También sabemos –o nos imaginamos– que aquél que desea vivir en soledad en una isla, termina autolimitándose como persona y por lo tanto se empobrece.

También es un dato de la realidad que la gran mayoría sueña, desea o aspira alcanzar en la vida un nivel social y económico superlativo. Por supuesto que en ello no hay nada de malo, salvo que por tal motivación la persona en cuestión termine centrando sus ingresos como “la” prioridad. ¿Qué nos dice la investigación al respecto? Que una vez superado el nivel básico de comodidad y seguridad, los aumentos posteriores de riqueza y de consumo impactan cada vez menos en la sensación de felicidad, hasta que llega un punto en donde ésta empieza a retroceder y la persona se siente cada vez menos feliz.

Como reflexión de lo mencionado vale entonces hacerse las siguientes preguntas:

- ¿Para eso vine al mundo?

- ¿Tiene sentido dejar como legado una imagen de Personal Branding centrada en lo material?

Otro dato de la realidad nos anticipa que los materialistas tienden más a la posesividad y menos a la generosidad y la confianza, no sólo por dinero. También les cuesta más refrenar sus impulsos y suelen ser más agresivos con sus prójimos.

A pesar de ello, la acumulación de riqueza se ha convertido en una ambición aspiracional que luego se torna en un lastre para esas personas “afortunadas”, y el consumo se ha transformado en una adicción. El resultado de ello es que las posesiones acaban poseyendo a quien las posee; algo parecido es la dependencia “exitosa” que ha conquistado el celular sobre el ser humano, “atrapándole” la mano y condicionando su vida en torno de él.

Lo tóxico en acción

Sin darnos cuenta el sistema económico vigente y el materialismo que lo sostiene ha venido despojando al individuo del principal impulso que motiva a la especie: nuestra naturaleza empática.

Los estudios actuales, con el aporte de biólogos y neurocientíficos, señalan que la naturaleza del ser humano –que desde los griegos nos recuerdan el imperativo social– no es como se nos ha dicho durante siglos. En los inicios de la Edad Moderna, los filósofos de la ilustración caracterizaron la naturaleza humana de racional, egoísta, materialista, utilitaria –hoy diríamos, “tóxica”– e impulsada por la necesidad de la autonomía, atributos que nos predisponen a acumular posesiones y aislarnos de los demás. Sin embargo, otros estudios recientes demuestran todo lo contrario: ¡El ser humano es la especie social que existe y anhela la compañía y la inclusión social! Lo que luego ocurre, lamentablemente, es que esta predisposición es anulada, en gran parte, por la cultura imperante.

En consecuencia, debemos saberlo y estar preparados para que dichos “impulsos” no nos aparten de nuestra misión y vocación en la vida. ¿En qué medida? Básicamente teniendo en cuenta que:

- La sociedad actual ya no se divide únicamente en función de “lo mío y lo tuyo”.

- El valor de las personas no está determinado por lo que poseen, sino por sus habilidades, talentos y empatía.

El otro valor

Sentir empatía es alentar al otro a florecer y a expresar todo su potencial durante su misión en la Tierra. ¿Esto qué significa? Es reconocer que la vida del otro –mi prójimo– es tan única e irrepetible como la mía y que la vida es imperfecta, frágil y difícil, tanto para nosotros como para el ciervo en el bosque.

En la medida que la practiquemos, la empatía se puede expandir horizontalmente con la misma rapidez de las redes globales. Si estamos atentos a las nuevas generaciones, vamos a comenzar a percibir que, de un modo intuitivo, los jóvenes “vienen” más predispuestos para hacer viable la expansión del impulso empático en una civilización que ya se está despegando de las “reglas de oro” que sustentó el capitalismo en los últimos siglos, como ser:

- Que la propiedad es la medida del ser humano y representa a los productos y servicios como si éstos fueran esenciales para la creación de la “identidad” de una persona en el mundo.

- Que la propiedad es una “extensión de la personalidad”, cuando en realidad lo que hizo fue orientar a cada generación hacia la posesión de más bienes.

Para aquellos que aplican o replican los principios del marketing en la gestación de un Personal Branding sólido y exitoso, se lo deberán replantear porque incluso hoy tampoco “funcionan” las reglas de oro que ayer garantizaban el lanzamiento y posicionamiento de los productos y servicios.

¡El portador de Tu Marca Personal sabe que necesita cada vez más interactuar y “colaborar” con sus prójimos, haciendo de la empatía su mejor aliado!

José Podestá

 

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