Cuando nos detenemos a observar el curso de los
acontecimientos locales o globales, más allá de su magnitud y de la aceleración
de los mismos, por lo general nos invade una sensación de impotencia. ¿Por qué?
Porque parecería ser que el presente histórico se nos estuviera escapando de las
manos y poco y nada podemos hacer por ello.
Esta realidad nos lleva a “pensar” acerca del
porvenir y el sentido de la vocación;
y de paso, del Personal Branding. Por de pronto sabemos que el desarrollo de
ambos, indefectiblemente, se consolida recién a partir del mediano plazo; no
son de resolución “mágica”. Sin embargo no todos “creen” que necesariamente sea
así, concentrándose entonces en dos de los condicionantes básicos del hoy:
- El sesgo material.
- La urgencia.
Cuando el tema de la vocación se lo limita a lo externo, ésta tiende a focalizarse en la
categoría psico-sociológica de la profesión u oficio. ¿En qué sentido? En
tratar de “decidirse” por aquella salida laboral que tenga futuro, además de
permitir un ingreso económico “acorde” con el nivel de las expectativas
personales y sociales.
Este “sesgo material”, más allá de ser funcional a
las aspiraciones personales de trascendencia económica y social, tiene su razón
de ser para la mayoría de las personas. Evidentemente hay señales muy claras
del contexto que llevan a pensar y actuar, en consecuencia a dichos impulsos. Hasta
aquí se llega a “hablar” de la vocación
con salida de “empleabilidad”, sin ponernos a pensar si ello es lo más
adecuado, ni “escuchar” la voz proveniente de nuestro impulso interior. Al poco
tiempo o luego de algunos años, estas personas “descubren” que lo que vienen
haciendo en lo laboral y profesional, para nada los hace felices ni plenos, a
pesar del holgado nivel mensual de ingresos y de la “atractiva” exposición
social en la que se encuentran.
Entonces, ¿en dónde estuvo el error? En haber
partido al revés, es decir, en haberse concentrado o dejado seducir por las
señales del mundo exterior, en lugar de partir desde lo ya “establecido” en su
Yo –su espíritu– justamente porque es allí en donde anida el ADN de su venida a
la Tierra, para llevar acabo “su” misión.
Quizás para algunos les llame la atención lo que
acabo de expresar, pero ocurre que no todos tenemos bien en claro que, como
seres humanos, estamos dotados de una constitución tripartita: cuerpo físico,
alma y espíritu. Sin embargo, la ciencia en general y la psicología en particular,
hacen abstracción del alma y del espíritu, porque es algo que no se puede “medir,
cuantificar, ni pesar”, motivo por el cual lo más “sabio” es en tal sentido
negarlos y reducirlos a la categoría de “psique”, diciendo que se alojan y
operan desde el cerebro, que sí es un órgano físico; la neurociencia también
hace hincapié de ello. Pero en lo concreto, se trata de otro “sesgo material”.
Entonces, en la medida que no se parta de la
indagación personal e interior, no vamos a llegar a tener bien en claro el
“quién soy” ni tampoco el “sentido” de la misión
en la vida. Aquellos que lo hacen son los que luego llevan adelante su vocación con pasión y alegría, porque en
definitiva es la consecuencia de ese impulso interior que los moviliza hacer lo que hacen, en beneficio de sus
prójimos.
Es así como luego se lo plasma y proyecta en el Personal
Branding, no gracias a la estrategia viral implementada en las plataformas
digitales –otro ejemplo de “sesgo material”– sino porque en el mundo real son
los seres humanos los que hablan del obrar de uno.
En cuanto al segundo de los condicionantes
mencionado –la “urgencia”– ésta también proviene del mundo exterior. Existen
suficientes razones de necesidad, conveniencia o competitividad que nos pueden
arrastrar en hacer las cosas “ya”, sobre la marcha, con el riesgo que muchas
veces implica tal proceder.
Por supuesto que en la vida estamos expuestos a
tener que hacerlo en repetidas circunstancias; incluso hasta puede ser razonable.
Pero cuando aludimos a la palabra “urgencia”, ésta tiene aquí otro significado;
refiere y vincula a la “presión” a la que uno suele estar expuesto cuando
hablamos de la vocación. Se da cuando
no hemos arribado a ella a través del mencionado trabajo interior y por ello
tenemos luego que decidirnos con rapidez. Por ejemplo, para no perder el año de
ingreso en la universidad, por no llegar a ser parte de una oferta laboral
imprevista o por la presión directa de terceros. También aquí estará presente
el riesgo al error.
El término “empleabilidad”, por su parte, también
tiene lo suyo por la promesa “vinculante” que las instituciones académicas
suelen hacer. Al respecto, no necesariamente la carrera universitaria, el
posgrado o el doctorado “abren puertas” hacia un mejor trabajo, sobre todo en
los tiempos actuales en donde lo que predomina es justamente la escasez en
materia de oferta laboral. Se trata, más bien, de una “oportunidad” para un
acotado número de personas que sí poseen habilidades
superlativas respecto de la mayoría restante.
¡El portador de Tu Marca Personal es un
calificado hacedor en aquello que responde a su convicción y vocación, no sólo
porque así lo demuestra, sino porque también está plenamente satisfecho por
ello!
José
Podestá