A lo largo de la vida las personas vamos atravesando
distintas etapas o septenios, con sus respectivas peculiaridades,
satisfacciones y algunos imprevistos. Nada de ello nos debiera preocupar, dado
que si todo anduviera muy bien, seguramente que hasta llegaríamos a
desmotivarnos.
Si bien existen herramientas y hasta algunos
recursos sofisticados que nos permiten optimizar el plan de carrera laboral, un
emprendimiento o el desarrollo profesional, sabemos de antemano que no siempre
se llegará a cumplir plenamente. ¿Por qué? Porque más allá que uno aspire poder
reducir y cuantificar los riesgos frente a determinadas contingencias e
imprevistos, éstos no siempre suelen darse en la medida de lo esperado. No
obstante, ello no debiera ser una excusa para no planificar, sino todo lo
contrario. Porque de esta manera nos estamos obligando a tener en cuenta una
serie de premisas o variables que, muchas veces, hasta son útiles para la
mejora del plan o del proyecto en cuestión.
Contexto
volátil
Sí estoy de acuerdo con aquellos que consideran que
la planificación excesiva y estricta es un sinsentido. ¿Por qué? Por algo tan
básico y elemental al que todos estamos expuestos a diario: la velocidad del cambio. Las cosas hoy suceden
de una manera tan veloz que, muchas veces, ni nos damos cuenta de ello. No sólo
ocurre en lo personal, sino también en el mundo de las organizaciones. Basta
con pensar en los nuevos paradigmas o modelos disruptivos que están dejando muy
mal paradas, y hasta en riesgos de extinción, a muchas empresas e industrias en
diferentes mercados.
Es justamente en el ámbito de la actividad o
profesión que llevamos a cabo, en donde me parece más interesante y oportuno
centrar nuestra atención.
Sabiendo que el cambio viene licuando de la mano de la tecnología y la innovación todo aquello
que se preste, esto nos debiera mantener muy atentos en lo que cada uno tiene
previsto hacer en el mediano y largo plazo. Mal que nos pese, habrá trabajos
–sobre todo los repetitivos y aquellos que insumen poca “inteligencia aplicada”–
y profesiones tradicionales que paulatinamente dejarán de tener mercado y
posibilidades ciertas de desarrollo personal.
Esto no significa, en absoluto, que todo vaya a
desaparecer. Si tomamos como ejemplo la
actividad del traductor, es altamente probable que estos profesionales
deban “innovar” en nuevas formas de llevar adelante su vocación, justamente para no verse perjudicados en su futuro
desarrollo profesional. De allí la importancia del “estar atentos” respecto de
los impulsos provenientes del mundo exterior, para actuar siempre de un modo
proactivo.
Podría llegar a ocurrir, en un momento de la vida,
que alguien sienta que lo suyo dejó de tener sentido. Entonces, más que
frustrarse por ello y “gracias” por haber estado atento al devenir de la
situación, sabrá en qué momento deberá “reinventarse” en su propio espacio,
para poder seguir adelante con su plan o proyecto personal.
Impulso
interior
Así como en el ayer era viable que la empresa en donde
uno trabajaba se encargara del desarrollo de las personas, hoy no es tan así.
Posiblemente a algunos les gustaría más que así fuese, por el mero hecho de
sentirse más “seguros y contenidos”. Pero la evolución que se viene dando nos
indica que, tratándose del plan o proyecto laboral y profesional, es la persona
y no la organización la que se tiene que ocupar de ello. Así como en los casi
tres primeros septenios de nuestra vida hemos sido dependientes de nuestros
padres o tutores, no podemos ni debemos resignar el “derecho” que en tal sentido
nos asiste en las sucesivas etapas; tenemos que asumir nuestro propio compromiso
y desafío ante la vida, porque ello hace a la misión y a la vocación
que aspiramos llevar a cabo, por el sentido que tiene para cada uno de
nosotros.
Si bien es cierto que las turbulencias son por lo
general mayores a las que se vieron expuestos nuestros padres, tampoco podemos
generalizar. Aquellos que han pasado por impulsos traumáticos de guerras, persecuciones
y holocaustos –lamentablemente presentes aún hoy en día– también se tuvieron
que “reinventar” para no sólo poder “subsistir” frente a sus crisis, sino para hacer
lo que como mandato sabían que era su misión
y vocación en la vida. Como ejemplo,
seguramente que algunos de ustedes conoce el caso del Dr. Viktor Frankl –sobreviviente en varios campos de concentración durante el régimen nazi en la
2ª Guerra Mundial– por el legado que desarrolló en su libro “El hombre en busca
de sentido” y por la tarea que llevó a cabo a través de su “logoterapia”; al
respecto, la voluntad de sentido es
una de las motivaciones más básicas que nos lleva a descubrir la misión de nuestra vida, para luego tener
también más en claro el qué y el para qué del Personal Branding.
¡El portador de Tu Marca Personal no
necesariamente tiene que ser un “dependiente” de su propia imagen, pero sí
“alguien” que más allá de las turbulencias o avatares presentes en su biografía,
se ocupa por hacer lo que su impulso interior le tiene revelado como misión y
destino en su vida!
José
Podestá