Así como de niño nuestros padres solían preguntarnos
qué te gustaría ser el día de mañana,
ya de adolescente uno no tenía otra alternativa que preguntarse qué debo hacer de ahora en más, en la
medida que la vocación no hubiese
aflorado aún.
Cuestión
filosófica y existencial
El filósofo sabe que lo suyo es un preguntar
continuo, no sólo en lo personal y existencial, sino en los temas centrales de
su quehacer profesional. En tal sentido, se dice que la filosofía es un camino
de abordaje y reflexión que busca respuestas
a preguntas que tienen que ver con la vida, la verdad, la belleza, la moral
y de todo aquello que nos ocupa y vincula con el saber y las cosas.
Aunque no seamos un filósofo profesional, no
deberíamos olvidar la capacidad de formular preguntas. En el hoy tan cambiante
y veloz en el que convivimos e interactuamos, no se trata de optar por hacer y
seguir a la corriente en piloto automático, sino de autopreservarnos con aquellas
preguntas básicas que nos permitan saber si no estamos perdiendo el rumbo o
quizás el sentido de nuestra vida.
Para ello se necesita estar bien parados, con los dos
pies sobre la Tierra. Esto presupone o nos demanda tener que saber sobre sí
mismo –el infaltable “quién soy yo”– que no siempre lo tenemos en claro o
porque directamente ni se nos ocurrió pensarlo. Sin embargo, esta pregunta es
básica, primaria, porque nos remite a nuestro punto de partida existencial, a
partir del cual vendrá todo lo demás. Pero cuidado, porque:
- No se trata de preguntarse y responder sólo para
un momento en particular –tal como se lo requiere a todos aquellos que se
interesan por el Personal Branding– sino que debemos hacerlo también con
relativa frecuencia, mediante una especie de “sintonía fina” que nos conecte con
nuestra misión en la vida. Con ello
incluso podríamos ir despertando las fuerzas volitivas aún dormidas.
- No podemos “tercerizar” la respuesta. El psicólogo
no la tiene, tampoco el filósofo ni mucho menos la neurociencia. Aquí estamos “solos”
frente a la respuesta que anida en el ADN de nuestro ser interior, motivo por
el cual tenemos que darle la oportunidad de “manifestarla” o bien ponernos en
una sincera “actitud de escucha” con el Yo, no el de nuestro ego y
personalidad, sino el espiritual. De paso, nos estamos autoexigiendo un máximo
de claridad de conciencia.
El filósofo alemán Richard David Precht, autor del
libro “Quién Soy Yo… y Cuántos”, nos ayuda a “pensar” en el tema, aunque ya nos
advierte de entrada que el saber sobre sí mismo dejó de ser esencialmente una
pregunta filosófica para pasar a ser, hoy en día, un tema propio de la neurociencia, dado su afán de
querer explicar los fundamentos de nuestro órgano de conocimiento y sus
posibilidades cognitivas. Y aquí subyace uno de los errores más frecuentes de
la ciencia natural, que todo lo pretende medir, cuantificar, para luego pasarlo
por el tamiz de la lógica y de la razón, cuando la pregunta “quién soy yo” es,
en realidad, algo que para nada tiene que ver con lo orgánico –el cerebro– sino
con lo intangible –lo anímico espiritual.
Al respecto, si en algún momento ustedes quieren
poner “nervioso” a un científico, háganle saber que la decisión que han tomado
ha sido “fruto de una corazonada”. Justamente porque es a través del calor de
nuestro organismo y no del frío de nuestra mente, cuando predisponemos a
nuestro ser interior para que nos “hable e ilumine”.
Con ello para nada estoy subestimando el valor ni el
aporte que la ciencia tiene y viene brindando a la humanidad; negarlo es un
sinsentido. Simplemente lo que intento es advertir que para determinadas
cuestiones –como las que tienen que ver con nuestra existencia y su razón de
ser en la Tierra– las respuestas no las vamos a encontrar en la ciencia
natural, sino en nuestra interioridad. De allí que el pensar filosófico, tal
como lo menciona Richard Precht, desempeña
el papel de un consejero, justamente porque no se puede establecer desde
afuera, desde el mundo exterior, lo que subyace en la existencia de cada uno de
nosotros.
Las
promesas externas
Es tal el avance de la oferta de propuestas y
soluciones que deambulan en el mundo exterior que muchas veces, en lugar de
ayudarnos a discernir, nos atrapan, sorprenden y condicionan. De allí la
necesidad, nuevamente, de ejercitar nuestra capacidad de formular preguntas
para no terminar “optando” por una diagonal que al poco tiempo de estar
transitando por ella comenzamos a disgustarnos, no sólo con uno mismo, sino
también con los demás.
El procedimiento, entonces, es partir al revés. Es
decir, no descartar en absoluto aquello que el contexto hoy te brinda, en la medida
que sea relevante para tu proyecto personal, tanto en lo laboral como
profesional. Todo aquello que resulte ser funcional y complementario a la misión y vocación personal, no dejan de ser también “dones” que se encuentran
a tu disposición para capitalizarlos y desarrollarlos.
En consecuencia, en la medida que tengas las
respuestas al qué y el para qué haré uso de las soluciones que te
brinda el cambio continuo, seguramente que no terminarán alterando
significativamente tu proyecto personal. Más aún, quizás hasta puedas llegar a
descubrir que llegó el momento de sumar también a otras personas, para que
“juntos” puedas potenciar lo realizado hasta el presente y capitalices, porqué
no, un nuevo impulso revitalizador.
¡El portador de Tu Marca Personal es un ser
que está muy predispuesto a la escucha de su “consejero interior”, al tiempo
que va brindando soluciones a todas aquellas preguntas que sabe no debe dejar
de responder!
José Podestá