Todo puesto de trabajo tiene un costo. En el mismo
hay dos elementos visibles: el sueldo que percibe el empleado y las cargas
sociales e impositivas que deben ser tributadas por éste y su empleador. Pero
lo cierto y concreto para la organización es el costo total que debe afrontar,
del cual poco o nada suele tener en cuenta el empleado porque, para ello, está
brindando “su” tiempo y desarrollando la actividad que es objeto de dicha
contratación.
Con
esto no basta
Una empresa en general y un emprendedor en
particular necesitan de empleados-ejecutivos para hacer viable y sustentable el
proyecto en el tiempo. Esto significa que el “capital” es sólo el punto de
partida, la “materia prima” que le permitirá en algún momento a la organización
poder ampliarse, reposicionarse o diversificarse. Pero sin las personas
adecuadas en las respectivas áreas, es imposible llevar adelante un
emprendimiento, sea industrial, comercial o sin fines de lucro.
Si bien existe la creencia generalizada en muchos empleados
de hacer simplemente bien las cosas, retirarse a “horario” al final de la
jornada y percibir el sueldo a fin de mes, ello no es suficiente. ¿Por qué?
Porque no basta para que la organización logre cubrir de esta forma sus costos;
incluso la persona que así “cree” que debe brindar “sus” servicios, poco y nada
estaría haciendo en post de su desarrollo profesional.
Lo
que falta
Lo que se necesita aportar para sumar “riqueza” en
ambas partes, es realizar las tareas de forma tal que sumen productividad –es la relación entre el
resultado y el tiempo utilizado para lograrlo– y valor –son los atributos que la persona incorpora en su trabajo.
Entonces, aquél que se “ocupe” por ello se tornará en un “ser competitivo”,
porque estará mejor posicionado en la organización y en su desarrollo
laboral-profesional.
Todo ello es posible en la medida que la persona
aplique “creatividad” en lo que hace. Independientemente que la organización
brinde las herramientas y los soportes adecuados para que el empleado sea “productivo”,
éste lo logrará en la medida en que “se decida” a sumar sus competencias y su
originalidad en el abordaje y en las soluciones esperadas. Aquí poco y nada puede
hacer el supervisor –gerente o jefe– más allá de la generación de los espacios
o condiciones para que el empleado pueda “expresarse” en lo suyo.
Mientras en el ayer la generación de productividad y valor se implementaban de un modo vertical y autoritario, hoy está
“en manos” del empleado. Por tanto, en la medida que éste no tome plena consciencia
de ello, no sólo dejará de percibir algún “bonus”,
sino que podrá verse expuesto en el corto plazo al eventual despido.
En este momento alguno de ustedes bien podrá pensar
o preguntarse qué pasa entonces con aquellas tareas que, por ser rutinarias,
carecen de poco margen para la “creatividad aplicada”. La realidad nos muestra,
al respecto, que aquellas tareas que van perdiendo paulatinamente relevancia,
estarán expuestas a ser “reemplazadas” en el mediano plazo por robots. Vean
cómo algunos fabricantes de transporte de carga están avanzando hacia el
“camión sin chofer”, tal como ya lo están presentando algunas automotrices, además
de Google, para la “nueva” generación de usuarios.
Valor
+ valor
Contrariamente a lo que uno se pueda imaginar, las
tareas necesitan ser potenciadas con la generación de valor agregado, más la
“actitud” y el convencimiento para hacerlo. Hoy los empleados y profesionales
cuentan con mayores recursos de información y conocimientos que sus “pares del
ayer”, motivo por el cual no se trata de algo imposible de realizar. Tal como
se mencionara, parte de una dosis actitudinal de creatividad aplicada.
Seguramente que aquellos que llevan a cabo una tarea
repetitiva o rutinaria podrán “extender” su permanencia, en la medida que
“decidan” buscar nuevas fórmulas “originales” para realizarlas. Hasta el
“cadete” está en condiciones de poder innovar,
a partir de lo que observa en la calle y de lo que considere es mucho más original
aplicar en la rutina de sus recorridos.
Entonces de lo que se trata no es esperar, sino
hacer. ¿Cómo? Asumiendo un cambio de actitud sin depender del superior
inmediato, tal como si se tratara de algo que uno hiciese en su propia
profesión. Porque, en definitiva, el único que hoy y mañana podrá defender la “empleabilidad”,
es uno mismo.
¡El portador de Tu Marca Personal va haciendo
su camino sumando productividad y valor, porque sabe muy bien que son
“intangibles” necesarios que deberá integrarlos como partes de las mejores
propuestas-soluciones, que luego llegarán para beneficio de sus prójimos!
José
Podestá