La Habilidad Blanda, Suma

29 abril 2018 ·


La formación técnica y profesional ha sido un requisito primario a la hora de postularse para un puesto o actividad específica; hace al denominado “saber cómo” o know-how. Luego se contemplaba la trayectoria de experiencias acumuladas y las eventuales soluciones dadas frente a problemas diversos. Con ello el postulante podía encontrarse más que satisfecho para llegar a ser parte de la terna de finalistas de la búsqueda en cuestión.

Durante décadas se ha venido considerando esta demanda de requisitos, hasta que los cambios terminaron por hacer “colapsar” el esquema del management vertical y formal. Ahora el empleado se encuentra prácticamente solo para definir y decidir qué es lo más conveniente hacer. Literalmente, ha perdido el marco referencial y de “contención” que le brindaba la gerencia intermedia y el primer nivel de supervisión. El empowerment pasó a estar en sus manos.

Lo técnico no suple al intangible

Pero ocurre que la mayoría de las personas no cuentan con los recursos-habilidades que les permita poder llegar, de la mejor manera posible, al encuentro e interrelación con sus pares: subordinados, grupos de trabajo y dirección. De allí que en los últimos años se viene enfatizando acerca del rol e importancia que se le debe prestar a las habilidades blandas, es decir, al conjunto de recursos internos que la persona deberá poner en práctica para relacionarse hoy de un modo satisfactorio.

¿Esto que nos dice? Que las habilidades técnicas no bastan porque apenas son el treinta por ciento del “potencial” de la persona. Seguramente que les llamará la atención esta baja calificación. Lo que ocurre es que si la persona carece de las condiciones básicas para “empatizar”, poco éxito llegará a tener a pesar de ser técnicamente sobresaliente.

Si bien no existe aún una convicción plena del rol de las habilidades blandas por parte de algunas organizaciones, fundamentalmente por su “dificultad” de medición, lo cierto es que por su importancia en los resultados y vínculos con las personas, ha pasado a un primer plano.

Otro ejemplo del cambio imperante en el ámbito de las organizaciones tiene que ver con el maltrato, la diversidad étnica, la diferencia de género y el acoso sexual; en realidad, no atañen exclusivamente al entorno laboral, sino que parten de la misma sociedad. Esta problemática, que involucra directamente a las personas, obliga en el caso de las organizaciones a tener que “cortar por lo sano”, es decir, aplicando soluciones drásticas y firmes como recurso mínimo para preservar la necesaria cohesión interna de los empleados, y el respeto por sus derechos. Esto por supuesto también demanda la práctica continua de las habilidades blandas.

Cuidado con las mediciones

La “resistencia” en la que se amparan o “justifican” algunas organizaciones sobre el reconocimiento de las habilidades blandas tiene, en realidad, dos aristas de raíz meramente egoísta:

- Si no se mide no se hace. Esta máxima es la que les ha permitido denostar su consideración y aceptación. Ahora que han surgido nuevas tecnologías que permiten, por ejemplo, medir las emociones e interacciones de empleados con clientes, pares y superiores –para así conformar un “índice de empatía”– no deja de ser todo ello un verdadero disparate. ¿Por qué? Porque estamos frente a “intangibles” que provienen del interior de cada uno de nosotros –de nuestra entidad anímica– y por tratarse de impulsos y convicciones individuales, no están “sujetas” por ahora a ningún parámetro de medición. Simplemente, tienen que ver con el compromiso, la responsabilidad social y el respeto que nos merecemos como seres humanos. ¡No es algo que se pueda “monetizar”!

- No se valora integralmente a la persona. La “cultura del resultado”, del “profit-ganancia”, ha llevado a las organizaciones cometer frecuentes excesos e injusticias con sus empleados; el hecho que haya dado lugar a la existencia de sindicatos es una prueba de la miopía y sinrazón oportuna de sus directivos. Por supuesto que existen excepciones de compañías que están de vuelta de sus errores, y que trabajan activamente para revertir la mala imagen.

En el caso de un profesional independiente o de un emprendedor, saben muy bien que se deben a sus clientes o pacientes, motivo por el cual –conscientes o no– abrazan a la empatía como un recurso que les garantiza un mejor vínculo y relación con las personas; incluso entre los socios.

Así como la habilidad blanda es requerida y valorada hoy en el ámbito laboral, profesional y social, también suma en materia de reputación e imagen toda vez que éstas se proyectan en el Personal Branding. Por tanto, de nada vale excusarse de las malas prácticas asumidas por la organización, cuando en los ámbitos de relación es uno el que está actuando en su representación. Tengamos en cuenta que en estos casos, para lo demás, es uno el que pasa a ser corresponsable de ello, aunque estemos convencidos en lo personal que para nada aprobamos dicho proceder.

¡El portador de Tu Marca Personal sabe que por su calidez, empatía, valores y principios morales, ha de ser respetado por sus prójimos, independientemente del conocimiento técnico que demande su obrar en el ámbito en donde lleva a cabo su vocación!   
José Podestá

El Progreso Tarda

22 abril 2018 ·


Seguramente que la oferta de mercancías y servicios hoy disponibles no deja de llamarnos la atención. Y si de tecnología se trata, más aún. Un ejemplo de ello está referido al aparato que prácticamente se ha adherido en una de nuestras manos, “obligándonos” a que mantengamos gran parte del día la cabeza baja, y sin mirar a nuestros prójimos. No hace falta decir a qué me estoy refiriendo. Pero lo cierto es que año tras año los nuevos modelos buscan “sorprendernos”, aunque más no sea por un lapso breve de tiempo.

El “otro” progreso

En el mundo materialista que caracteriza a nuestra época, podemos encontrar todo aquello que uno pueda necesitar para el uso cotidiano y profesional. Si lo miramos en perspectiva, por ejemplo a veinte o treinta años atrás, nos asiste una “sensación” concreta y natural de progreso. ¿Por qué? Porque los procesos y los nuevos materiales de fabricación, sumados a la inteligencia aplica de los emprendedores, han contribuido a producir un “milagro” de consecuencias no tan deseadas por los fabricantes: ¡Hay más productos y servicios que la capacidad “natural y racional” de poder ser consumidos! Concretamente, sobran bienes y faltan “clientes”.

Quizás y sin darnos cuenta –o bien impulsado por la necesidad de subsistencia de las compañías– estamos:

- Haciendo más cosas de las necesarias.

- Tornando anualmente en obsoleto bienes que, en situación normal de uso, pueden garantizar sus prestaciones durante muchos años.

- Alterando el ecosistema no sólo por la demanda de insumos que luego requieren mucho tiempo de degradación, sino generando también residuos y “chatarra” que luego no sabemos cómo poder procesarlos.

El ser humano, por su parte, necesita trabajar y por lo general le seduce el poder hacerlo en empresas líderes en consumo y tecnología. De esta manera, pasamos a convertirnos en actores “proactivos” de la sobreoferta ya mencionada, sin tener una plena consciencia de ello.

Esta realidad, que además ha llevado confort y ocio a nuestras vidas, no necesariamente deberíamos apresurarnos en llamarla progreso. Por supuesto que lo es cuando a este escenario le contraponemos la realidad en la que viven más de la mitad de la población mundial. Pero ocurre que la “brecha” de este “progreso” no deja de ampliarse, porque cada vez hay más pobres en el mundo.

De allí que el “otro” progreso al que a todos nos debería importar, no está en el “tener”, sino en el llegar a poder “ser” en condiciones básicas y dignas de vida.

Recuperar el centro

En la medida que el “modelo” imperante no posicione al individuo en el centro, origen y razón de ser de las cosas, no podemos hablar de progreso. ¿Por qué? Porque seguiremos “trabajando” para sobredimensionar “más de lo mismo”, es decir, una sobreoferta que no tiene en cuenta a los que están en la base de la pirámide social.   

Si bien las empresas recurren al marketing para poder “llegar y vender” productos y servicios al “target” que lo puede “pagar”, sería mucho más creativo, innovador e inclusivo hacerlo con los que no cuentan con los medios, pero que también lo necesitan. Felizmente hay empresas multinacionales como Unilever, Danone, Philips,… que lo vienen haciendo exitosamente en países muy pobres, como por ejemplo India.

Y si de Personal Branding se trata, aquel que asuma su compromiso laboral y profesional con foco en el contexto sobreofertado, podrá llegar a tener un nivel de aceptación y reconocimiento de sus pares, y eventualmente de la comunidad. Pero si además de ello su “proyecto” contempla el compromiso de hacer más digna la vida de los que menos tienen, su proyección y reputación personal llegará a ser superlativa.

Ejemplos de ello seguramente ustedes tienen, sobre todo de aquellos profesionales que no dudaron en brindarse de esa forma a sus prójimos –incluso trabajando lejos de su patria– motivados por la generación aunque más no sea de un progreso “lento”, quizás hasta de escala reducida, pero de un elevado e indisoluble sentido de valoración.

¡El portador de Tu Marca Personal llevará libremente a cabo su misión y vocación en donde sienta que lo deba hacer, como respuesta, consideración y tributo hacia sus prójimos!
José Podestá

Que a Todos les Importe

15 abril 2018 ·


Cuando se tiene el conocimiento sobre algo específico y trascendente, que además puede ser beneficioso para la persona, muchas veces cuesta comprender el porqué de su indiferencia. ¿Será porque no ven lo que uno vislumbra? ¿O porque lo interpretan de manera diferente?

El punto de vista ajeno, importa

Muchas veces vemos que surgen en los grupos de trabajo personas que no se interesan por el tema o el proyecto en cuestión, cosa que sería totalmente diferente sí realmente les llegara a importar. El tema o situación no deja de ser importante, motivo por el cual no debería ser objeto de simplificación alguna; por ejemplo prejuzgándolos porque no se encuentran a gusto con el equipo, porque presienten que se está perdiendo el tiempo o que su punto de vista nunca será tenido en cuenta.

Por supuesto que es responsabilidad del líder del grupo buscar motivación y consenso entre los integrantes, cosa que también sabemos no siempre se lleva a la práctica ni tampoco puesto en consideración. Asimismo, las “urgencias” muchas veces terminan imponiéndose sobre lo importante, incluso más allá del objetivo establecido en la estrategia.

Sin embargo, es un error en mi opinión dejar pasar por alto el “silencio” o el desinterés de involucramiento de las personas. ¿Por qué? Porque se entiende que “todos” son una parte fundamental de la organización a la que pertenecen, y por más insignificante que alguno de sus miembros considere el tipo de “aporte” que está en condiciones de brindar, no por ello hay que dejarlo pasar por alto. Al respecto, los orientales no se cansan de repetir una de sus máximas fundamentes: “¡Lo pequeño, también importa!”. Esta expresión refiere no sólo al tamaño de las cosas, sino también a la dimensión de las ideas.

Negocio propio, aunque no lo sea

Cuando el empleado –incluso el profesional que brinda sus servicios a la organización– es asimilado como tal dentro de un puesto o función específica, termina considerándose a sí mismo como “ajeno” al entorno. Esta “creencia”, que durante décadas se impuso a raíz de la cultura emergente de la organización, ha sido literalmente “siniestra”. ¿Por qué? Porque terminó “cosificando” y asimilando la individualidad de los empleados al perfil de empleado-promedio, con un sueldo también promedio. Sin darse cuenta de ello, fomentaron la aparición interna de “clones” que se limitan a cumplir sólo con lo establecido.

Alguno de ustedes podrá llegar a pensar en este momento que eso fue cosa del pasado. Efectivamente y enhorabuena que así sea, pero aunque cueste creerlo, todavía existe esa forma “paleolítica” de concebir el management en muchas categorías de industrias y comercios.

Hoy en día se espera de la persona en relación de dependencia que considere al proyecto por el cual ha sido contratado como algo propio, aunque en lo formal ello no implique que lo así sea. Este tipo actitudinal de abordaje le resultará beneficio al empleado, entre otros motivos, porque:

- Podrá asumir la responsabilidad con libertad y motivación.

- Sus puntos de vista serán tenidos en cuenta, tanto por sus pares y colaboradores como por la dirección.

- Enriquecerá su plan de carrera laboral y profesional.

-Sumará reputación en el desarrollo de “su” Personal Branding.

Como de lo que se trata es de hacer responsablemente las cosas, no por ello se estará exento de cometer algún error –hasta les sucede a los directivos. Sin embargo todo suma, aunque más no sea como “costo de aprendizaje” propio, y del nuevo entorno organizacional en donde el desarrollo se va “haciendo” sobre la marcha.

De allí la importancia de que “todos” puedan expresar su punto de vista, porque se “necesita” del involucramiento responsable de las personas, máxime cuando se está operando en un contexto global. Aquí bien vale tener en cuenta otra de las máximas proveniente, en este caso, del ámbito de las relaciones públicas: “¡El Silencio no es Negocio!

Así como lamentablemente ocurre hasta en las grandes corporaciones –el no decir nada a la comunidad luego de haberse producido un siniestro o un acto de corrupción que afecta a la organización– también vale para las personas que son parte de un proyecto o de algún emprendimiento. El “silencio”, como así también la omisión del punto de vista cuando uno sabe que debe brindarlo, termina perjudicando a todos los involucrados, aunque nos cueste darnos cuenta en ese momento.

Entonces, el actuar como “propietario” de un proyecto, aunque el mismo no me pertenezca, nos hace asumir un compromiso personal y también “solidario” con los demás.

Si bien es cierto que a la mayoría de las personas no se les enseña asumir este sentimiento –incluso hasta se “intenta” evitarlo por el “temor” a la responsabilidad que ello implica– es importante que hoy se admita que sí nos debe importar porque es la persona, en definitiva, la que está llamada a ocupar y ser parte del “centro de la organización”.

¡El portador de Tu Marca Personal necesita escuchar e involucrase en el punto de vista de sus prójimos, por ser ellos los referentes y los destinatarios naturales de su misión y de la vocación que dará sentido a su vida!
José Podestá

Coeficiente de Adaptación

08 abril 2018 ·


El astrofísico Stephen Hawking, fallecido en marzo de 2018, mencionó en una oportunidad que “la inteligencia es la habilidad de adaptarse al cambio”. Otro genio, Albert Einstein, había manifestado que “la medida de la inteligencia es la habilidad de cambiar”.

Esto nos lleva a pensar la corta distancia existente entre la inteligencia y el cambio inducido por el ser humano. De allí que frente al mismo, uno puede llegar a asumir por lo menos tres enfoques:

- Como artífice del mismo, tal como lo vienen llevando a cabo aquellos que nos sorprenden con sus propuestas innovadoras y disruptivas.

- Como actores reactivos, adaptándonos a sus consecuencias.

- Como agentes “reconfiguradores”, llevando el cambio hacia nuevas fronteras de oportunidades.

Con la “receta”, no basta

Para innovar y producir cambios no se necesita contar con un coeficiente intelectual/IQ superlativo, tal como se lo creyó durante décadas. Cuando en los años 1990 en adelante irrumpió la noción de inteligencia emocionalDaniel Goleman fue su gran difusor– se reconoció y aceptó que la inteligencia no es sólo un don anatómico-fisiológico.

La aceleración en la tasa de cambio que se observa en la actualidad, sumada la necesidad de complementar las habilidades humanas con la inteligencia artificial de las máquinas, nos ha conducido ante un nuevo paradigma: el de la inteligencia adaptativa/IA medida a través de un coeficiente de adaptación/AQ, el que es aplicable tanto a personas, como a empresas y países.

Seguramente que la mayoría de ustedes viene percibiendo que a pesar de los títulos universitarios, la experiencia laboral, el reconocimiento social, el puesto en el organigrama, estamos sin embargo en dificultades para adaptarnos a la era digital. ¿Esto qué nos dice?:

1. Que el pasado no puede ser usado como punto de referencia para construir el futuro.

2. Las propuestas que tenemos como personas y sociedad están perdiendo validez, a pesar de nuestra inteligencia.

Entonces, para “ver” y “afrontar” el cambio necesitamos despojarnos de nuestras expectativas y autoexigencias, permitiendo que el futuro emerja. Pero como ya no podemos planificarlo –hasta nos cuesta imaginarlo– necesitamos cambiar nuestra relación con el presente y el futuro. ¿Cómo? Aprendiendo a “adaptarnos” a las circunstancias, pero “pivoteando” para crear oportunidades.

Lo expresado nos aproxima al coeficiente de adaptación/AQ, aceptando los hechos y haciendo algo innovador con ello. Por ejemplo, diciendo:

- Sí, me adapto a lo nuevo.

- No, esto no me gusta, lo quiero diferente, y haré lo que sea necesario para cambiarlo.

Entonces, hoy no alcanza con tener una “receta”, haber leído el libro referencial del momento, memorizar fórmulas y aplicarlas. Los seres humanos y las organizaciones han pasado a ser los encargados de seleccionar, interpretar y manejar la información. Así comenzamos a diferenciarnos de las máquinas porque también somos “emocionales” y capaces de usar el contexto para hacer valoraciones y tomar decisiones sobre la base de ello; si bien la tecnología también va en el camino de la IA, intersectando el juicio humano con la automatización, como personas seguimos teniendo sobre ella la “ventaja” del germen anímico, para obrar en consecuencia.

De lo que se trata es de comenzar a poner nuestro foco en la inteligencia adaptativa/IA. Así como en las neurociencias se enfatiza la existencia de la “neuroplasticidad”, la IA también se puede ampliar y entrenar. Por supuesto que es conveniente vincularse además con los prójimos, para así poder entender mejor una situación y trazar soluciones; tengamos en cuenta que el mundo digital no tiene fronteras ni nacionalidad, permitiéndonos conocer otras formas de pensar e incluso de poder trabajar en equipos multidisciplinarios.

Para el final he dejado los elementos del cual se nutre la IA, esperando que de esta forma se pueda comprender la dimensión de su alcance. En su constitución intervienen:

- La inteligencia intelectual, que nos brinda análisis y racionalidad.

- La inteligencia emocional, que nos da propósito y sentido.

- La inteligencia intuitiva, que nos brinda motivación y poder de ejecución.

¿Se imaginan cómo podría la IA mejorar el mundo si la aplicáramos, aunque más no sea, regularmente?

¡El portador de Tu Marca Personal, a pesar de no ser plenamente consciente de ello, está expuesto al coeficiente de adaptación toda vez que va rectificando su misión y el destino de su vida, frente a las vicisitudes del cambio!
José Podestá

Aprender a Ser Mejores

01 abril 2018 ·


De entrada me parece oportuno dejar en claro que no todos hemos venido a la vida para ser una celebridad ni mucho menos para tener un buen pasar. El contexto nos ayuda, por suerte, a darnos cuenta de ello. ¿Y qué nos muestra el contexto? Que cada uno de nosotros es lo que es o debería ser en función de su misión-destino, para luego poder obrar en consecuencia.

Cómo hacerlo

Así como para muchos no les resulta nada fácil poder dilucidar su misión y posterior vocación en la vida –meditando y escuchando “su” voz interior– también es cierto que a todos nos cuesta bastante poder entender que la vida –y el cómo vivirla– depende de cada uno de nosotros. Es decir que:

- No lo podemos evitar o postergar, porque con ello nos estamos privando del mandato “original”.

- Tampoco se lo podemos solicitar ni mucho menos “reclamar” a un tercero.

Quizás alguno de ustedes se estará debatiendo porqué “no me gusta la vida que tengo”. Si así fuera, está en “tu” voluntad el poder cambiarla a través del desarrollo de nuevas estrategias personales. Pero nunca usar el contexto ni a “los otros” como excusa para no hacerlo. ¿Por qué? Porque se trata de tu vida, de tu trabajo o tu profesión.

Otro ejemplo que también vincula con lo que estamos diciendo, tiene que ver con la felicidad. No se trata de un “don” que otros me deben brindar, porque: ¡Ser feliz es una decisión personal!

Entonces,… ¿qué tengo que hacer? Dado que nos encontramos en camino de aprender todos los días a ser mejores personas, deberíamos entender y asumir que a esta vida vinimos para hacer tres cosas fundamentales:

1. Aprender a amar.

2. A dejar una huella.

3. A ser felices.

En estas tres cosas deberíamos trabajar también todos los días –además de nuestras obligaciones formales. Nuevamente, la pregunta del millón es cómo hacerlo. Personalmente sugiero que podríamos llegar a concentrarnos en tres criterios:

- Aprender a “amar la responsabilidad” como una instancia de crecimiento. El trabajo sea remunerado o no, dignifica el alma y el espíritu y nos hace bien en nuestra salud mental. En la sociedad materialista en que nos encontramos es mal visto el “cansancio” por su connotación negativa, de la cual “debemos” deshacernos, y no cómo el privilegio de estar cansados por el hecho de estar entregando a nuestros prójimos lo mejor de nosotros. No deberíamos olvidar, más allá de la cultura del ocio imperante, que al planeta Tierra vinimos a “cansarnos” en el buen sentido de la palabra.

- “Valorar la libertad” como superadora de uno mismo. El ser libre nos vincula con el mandato interior de poder optar y hacer lo que anida en nuestro ser existencial. De esta forma me brindo a los demás, con sentido de responsabilidad.

- Desarrollando el maravilloso talento de la “fuerza de voluntad”. Así podré dilucidar qué gratificaciones inmediatas debo postergar en pos de mejores cosas. Crear calidez dentro de mi ámbito familiar, laboral y profesional, sin olvidar que los “otros” nunca deberían estar en la “frontera” de mis consideraciones. Tratar de dosificar la tecnología para que “nunca” llegue a obstaculizarme los vínculos personales, la conversación y el sentido del obrar.

Personal Branding mejorado

Una sociedad que privilegia los resultados, las ganancias, la competitividad,… termina desplazando al ser humano del centro de la realización, para reducirlo a un mero “instrumento” o “actor” de valor en la categoría de cliente-usuario. En este enfoque miope y egoísta, el Personal Branding carece de relevancia y sentido, porque de lo que se trata es, simplemente, de “maximizar ganancias” aunque implica terminar “usando” al prójimo.

Por supuesto que el aprender a ser mejores no excluye, en absoluto, el llegar a tener una sólida posición económica-financiera en la vida. Pero no cuando esa persona lo haya ponderado como un “fin en sí mismo”, porque así ya hemos visto en otras oportunidades que los prójimos no llegarán a verse identificados con él. En cambio todo es distinto cuando la persona obra y va dejando “su” huella, a través del amor responsable de su entrega.

¡El portador de Tu Marca Personal se ocupa por aprender a ser una mejor persona en lo suyo, para así no descuidar la calidad ni el  sentido que tiene su obrar en los demás!
José Podestá

 

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