Competente Vs. Competitividad

11 noviembre 2018 ·

Michael Porter es el economista que ha sabido capitalizar –en realidad, apropiarse– el término “competitividad”, a raíz del aporte que durante más de veinte años –hasta el advenimiento de la globalización– brindó al entorno macro y microeconómico, como así también al ámbito de la ventaja competitiva de las naciones. Si bien su pensamiento está anclado en la rigurosidad teórica, supo llevarlo a la práctica con gran solvencia y pasión. De allí el interés que ha despertado a través del tiempo.


Sin embargo su éxito y permanencia se debió, en mi opinión, al hecho de no haberlo dejado aislado en la “declamación”, sino de haberse propuesto integrarlo en la “estrategia”; en esto también le ha valido el respeto y el reconocimiento, tanto del ámbito académico como empresarial, institucional y de las naciones.

De allí que uno de sus best sellers –“Estrategia Competitiva”– sirvió muchísimo de material para que académicos y consultores se ocupasen luego de la puesta en práctica. Ello no es un dato menor, porque el aporte “emprendedor” de Porter ha sido tal que, quizás sin habérselo imaginado, terminó sumando “mano de obra” para su desarrollo en el ámbito exterior.

Hubo otro libro –“Ser Competitivo”– que si bien resume y sistematiza el pensamiento general de Michael Porter, terminó imponiendo y asimilando el término “competitivo” al ser humano. En más de una oportunidad venimos aludiendo, y más que nunca en los tiempos actuales, que si el ser humano aspira hacer una carrera laboral o bien destacarse como emprendedor o profesional deberá ser, necesariamente, “competitivo”. Caso contrario, sus “pares” terminarán superándolo y marginándolo.

Corrigiendo el error

Pero ocurre que en realidad el término competitividad es ajeno al ser humano; alude directamente a todo lo demás. ¿Por qué? Porque aplicado en la persona, ésta quedará expuesta, básicamente:

- A su deshumanización, al terminar siendo asimilado a una “cosa” u “objeto” a la que también se le demanda rentabilidad. De allí la intencionalidad de la expresión “Capital Humano”, por intentar “reducir” a la persona –sea empleado, obrero o ejecutivo– a la “capacidad” que tenga de generar ingresos “rentables” versus el “costo” que implica tener que pagarle un salario, cargas sociales, bonus, etc.

- A exacerbar su egoísmo, por la sencilla razón de aspirar o pretender estar alineado con los objetivos que le establece la organización, sin importarle demasiado a sus pares –léase “competidores internos”– ni mucho menos el mercado –léase “clientes”–  aunque desde lo interno se los considere a éstos como los “usuarios usados” que deberán pagar el precio que le garantice, a la organización, la “maximización de las ganancias”.

Esto es lo que viene ocurriendo en décadas, pero que está mucho más viralizado en el momento actual. Hoy las empresas deben hacer verdaderos “milagros” con el capital que les proveen los accionistas, porque es sabido que es mucho más redituable dedicarse ahora a la especulación financiera que a la generación de nuevos negocios.

De allí que el empleado –cualquiera sea la posición que ocupe en la organización– sienta cada vez más “presiones” para poder llevar a cabo su trabajo o proyecto personal. Literalmente se encuentra cosificado, tal como si fuera alguno de los productos-servicios que comercializa la compañía.

Por supuesto que una organización –más allá de su misión– debe y necesita ser competitiva, tal como lo viene sosteniendo Michael Porter. Si bien para nada se justifica que les demande la competitividad a sus empleados, la empresa sí está en su pleno derecho de exigirles que sean competentes en la tarea asignada. Esta es la actitud que el área de personas asume en las organizaciones que no sólo valoran al ser humano-empleado, sino que lo ubican además en el “centro de la organización”. Las organizaciones restantes –las que se jactan de tener un área de recursos humanos o de capital humano– hacen abstracción de ello toda vez que la “cultura” interna establezca que los empleados sean competitivos entre sí.

El Personal Branding no funciona así

Como podrán darse cuenta, en la medida que uno es parte del sistema actual corre el riesgo de transformarse en una persona insensible, anestesiada ante sus pares y el prójimo en general. Pero ocurre que para construir el Personal Branding necesitamos de ellos, porque en definitiva, son los que terminan valorando el sentido y la pasión que ponemos en la actividad y profesión que llevamos a cabo como vocación.

El error antes mencionado sólo lo podremos corregir desde nuestra propia convicción y labor, siempre y cuando nos demos cuenta de ello y decidamos salir de la “trampa” establecida que nos quiere hacer “creer” que así es el sistema, y las reglas del juego. Para ello disponemos de un recurso clave y fundamental: nuestra libertad.

¡El portador de Tu Marca Personal no se preparó para que lo “domestiquen” ni condicionen, sino para ir contra la corriente toda vez que ésta intente doblegarlo en el cumplimiento de su misión y destino en la vida!
José Podestá

 

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