A medida
que se asciende por la escala jerárquica de una organización, las habilidades
cualitativas –también denominadas blandas–
comienzan a ser tenidas en consideración. Cuando una persona es promovida a
nivel de jefatura, gerencia o dirección, es fundamental que posea aptitudes
para involucrarse y tenga muy buena llegada a la gente.
Si bien el
puesto ejecutivo vincula con lo formal, el hecho de detentar ese liderazgo no
es suficiente. Se necesita, en realidad, ser percibido y respetado por sus
pares y empleados como un buen ejemplo para emular.
Inspirar y dejar hacer
En el ayer
el foco estuvo puesto fundamentalmente en los resultados, como lo es también en
la actualidad. Pero
poco y nada importaba el aporte desde del personal, más allá de lo específico
de su tarea. De lo que se trataba era de hacer básicamente lo que establecía el jefe, por ser el depositario del
conocimiento y la
autoridad. Mientras tanto, los empleados permanecían calentando la silla a la espera de
alguna instrucción u observación, o bien trabajando de manera muy dedicada y
aplicada, con los recursos básicos disponibles.
Felizmente,
este paisaje laboral no tiene hoy sentido alguno. El empleado dispone de grados
de libertad responsable para hacer su tarea en los tiempos establecidos y del
modo que lo considere más conveniente. La rutina y lo estructurado carecen de
sentido frente al cambio acelerado, motivo por el cual el empleado debe saber
aplicar dosis de creatividad e innovación. Oportunamente informará lo realizado,
no necesariamente a su jefe formal, sino al resto de los integrantes del equipo
sectorial o multi-departamental al que pertenece, transfiriéndose así un
conocimiento de doble vía que sumará valor y nuevas mejoras para la
organización, más allá de los eventuales resultados adversos que, en ese caso,
se contabilizarán como aprendizaje. Así se viene gestando el lema de la organización que aprende, establecido
por Toyota hace ya varios años.
Para que
los empleados asuman este rol, la presencia y participación fluida e
inspiradora del jefe es vital. Sin que ello implique pérdida alguna de su
posición formal, el jefe es el inductor que estimula, involucra y brinda su
apoyo y experiencia a lo largo del proceso. Además, festeja los aciertos
logrados por su gente y se hace cargo de los resultados negativos, porque sabe
que es más importante para la empresa mantener alta la motivación y el
compromiso de los empleados. De ellos depende la ventaja competitiva que, en la
práctica, se traduce en el reconocimiento y el respeto brindado por el mercado.
Ya no se trata del producto-servicio
Una
organización debe tener hoy bien en claro que el factor del éxito no radica en
la excelencia de los productos que fabrica o del servicio que brinda. ¿Por qué?
Porque es lo básico y necesario que debe hacer si aspira alcanzar al
target-cliente en cuestión. Se trata, nada más ni nada menos, que de la llave
de ingreso al negocio.
Pero en los
tiempos que corren, con ello no se logrará ser sustentable en el tiempo. Muy
pronto la competencia terminará haciendo de las suyas, sea presentando
propuestas me too o innovando a
partir de esa idea con soluciones superadoras. Por tanto, las organizaciones
necesitan imperiosamente crear valor en las tareas que realizan a diario los
empleados. Para ello se necesitan dos cosas fundamentales:
a. Contar
con empleados de calidad y motivados en el proyecto del cual forman parte.
b. Disponer
de un staff de líderes experimentados e inspiradores.
Ejemplos de
estas organizaciones, muchas de ellas globales, están a la vista y lo vienen
haciendo desde hace varias décadas. Por eso son líderes, pero fundamentalmente
por la forma en cómo lo hacen.
¡El
portador de Tu Marca Personal está capacitado, por experiencia y trayectoria,
en constituirse en un líder referencial para su equipo, y por ello es valorado
en las organizaciones!
José Podestá