Aunque muchos no lo digan y quizás hasta lo nieguen,
el ser humano busca y necesita seguridad para sí mismo en todos los ámbitos de
la vida. Del tema se ocupó, tiempo atrás, el psicólogo estadounidense Abraham
Maslow [1908-1970] célebre por su estudio de las motivaciones y necesidades del
hombre; llegó a graficarlas en forma escalar en la pirámide que lleva su
nombre.
“Este
es mi escritorio”
Cuando en el ayer uno escuchaba tal expresión, el
ocupante pretendía con ello marcar un lugar seguro y un espacio geográfico referencial para el resto de los empleados. De
este modo definía no sólo el nivel jerárquico, sino también la distancia que todavía en el hoy existe
en otras profesiones, como por ejemplo entre el médico, el abogado o el
consultor con el cliente.
Pero en el mundo de las organizaciones este
escenario se fue licuando, a partir
de la globalización y de la aceleración del cambio. Por supuesto que el
escritorio es necesario como lugar de apoyo y trabajo. Lo que ha perdido
trascendencia es el rol de estatus y “poder” que cumplía dentro de la cultura organizacional
autoritaria y vertical.
No obstante, posiblemente algunos de ustedes haya
visto en la actualidad –o quizás hasta lo esté padeciendo– la barrera del escritorio como un factor
demarcatorio y de diferenciación. Si así fuere, lo sensato sería sentir pena
por su ocupante, porque tal vez se trata de un ser que necesita aferrarse a
ello para suplir algunas de sus carencias internas; vincula más con el perfil
de un burócrata y no del líder que las organizaciones necesitan para ser
competitivas.
El
otro lugar
Cuando a partir de un análisis de introspección uno logra descubrir cuál es la vocación
que se enmarca en la misión, destino y sentido de la vida, se termina por saber
lo que estamos llamados a ser. Es decir,
el lugar a ocupar en la vida, cualquiera sea la actividad, oficio o profesión
que a uno lo motiva y convence.
De esta forma, si pudiéramos por un instante
elevarnos y mirar en perspectiva a nuestros prójimos en general –tal como a
veces nos muestra una toma cinematográfica– en el paisaje veríamos a cada ser
haciendo lo suyo, aunque nos imaginémonos que no todos hayan partido de su
vocación y misión.
El lugar aspiracional en la vida es lo que también
motiva en algunos el interés por el Personal Branding, incluso como un
“refuerzo” explícito de la necesidad de seguridad. Pero cuidado con ello,
porque el reconocimiento que a futuro su portador logre en la comunidad en
donde se realiza y trabaja, es consecuencia de lo mencionado anteriormente. Por
tanto, el Personal Branding no es una tabla
de salvación sino la consecuencia por estar haciendo muy bien lo suyo, a
partir del lugar que ha decidido ocupar por vocación en la sociedad.
Tampoco hay que creer o asumir que uno no logrará
trascender con el Personal Branding porque no se tiene las habilidades de
liderazgo ni mucho menos de genialidad. Todos tenemos alguna competencia o
talento, además de una misión específica a cumplir en la vida, motivo por el
cual si somos consecuentes –haciendo lo que debemos hacer– se logrará el
merecido reconocimiento. Ello vale tanto para un artesano, un trabajador social
o un emprendedor, a pesar que se encuentren comparativamente muy distantes de
llegar a ser una celebridad mundial. Además, un mundo habitado exclusivamente
por genios no sólo sería insoportable sino prácticamente inhabitable.
¡El portador de Tu Marca Personal está
pendiente del trabajo y de la entrega derivada de su vocación-misión en la
vida, mientras que los prójimos son los destinatarios que terminarán reconociéndolo
y valorándolo por lo que realmente es!
José
Podestá