La diferencia entre el abordaje en tiempos del ayer
versus el hoy está condicionado, básicamente, por el cambio y su velocidad. Si
bien el cambio se vino dando desde los inicios de la humanidad, la diferencia
básica y fundamental que ocurrió a partir de la década de 1990 –inicio de la economía de la información y el conocimiento–
radica en la aceleración de los sucesos.
No
todos se dan cuenta
Así como en el ayer los cambios eran “lentos” y
prácticamente la gente no se daba cuenta de ello, en los tiempos actuales
tampoco muchos lo notan. ¿Por qué? Porque su velocidad es tal que por lo
general no se lo percibe de inmediato.
Esto último ha venido produciendo consecuencias
bastante lamentables en aquellas organizaciones que aún están regidas bajo el
formato verticalista. Y es natural que así sea, porque cuando en el contexto
interior de la empresa todo ha venido fluyendo bajo los esquemas lógicos y racionales de sus directivos,
éstos carecen de la velocidad y adaptación necesarios al momento de tener que
aplicar las decisiones radicales que demandan las nuevas reglas del juego.
Quizás para algunos lo que se está mencionando no
les resulta novedoso. Y tienen razón, porque frente a las decisiones en donde
es prioritario que el sentido común se constituya en un recurso inteligente, no suele darse en la práctica con la
espontaneidad requerida.
Sin embargo –y por suerte– existen seres que en el
momento adecuado están ocupando la función correcta. Son los que no sólo suelen
anticiparse al cambio sino que, en determinadas circunstancias, hasta lo
producen. Y cuando han sido exitosos en ello, pasamos a conocerlos por la habilidad-talento
que tuvieron de acercar el futuro al hoy.
La
clave está en la gente adecuada
Pretender evolucionar o simplemente mantenerse con
la exitosa estructura organizacional y el perfil de empleados promedios,
sumisos y de bajo costo, propio del paradigma del ayer, es literalmente un
absurdo. No obstante, reitero, existe una legión de directivos que, por ser
literalmente ignorantes y desinformados sobre el devenir, continúan trabajando
de “puertas-hacia-adentro”. Son más proclives a seguir insistiendo con más de lo mismo.
Mientras el listado de empresas fracasadas por su
resistencia al cambio va en aumento –tal como si el contexto fuera el determinante de su
inexorable desaparición– existen otras que no han tenido ningún inconveniente
en reemplazar el paradigma o bien reinventarse. En este caso el empleado –más
allá de la posición que ocupa en la organización –pasó a ser el verdadero
artífice de la evolución. Además estas empresas, a inicios de la década de 1990,
no se limitaron sólo a la implementación del empowerment sino a llegar a reconocer que el empleado era, en sí
mismo, un paradigma.
La compañía Toyota es un ejemplo elocuente de lo que
venimos manifestando acerca de cómo se deben tomar las decisiones en el hoy.
Esta empresa no se cansa de repetir que es una organización que aprende, no del CEO ni de sus directivos sino de
sus empleados. ¿Cómo? Por la forma espontánea y natural en que comparten sus
conocimientos, crean, innovan y también aprenden de sus errores. El caso Toyota
es reconfortante porque sirve para desmitificar el rol y la soberbia que,
durante décadas, estuvo personalizada en aquellos CEO´s y directivos de estrechez
mental, autoritaria y verticalista.
¡El portador de Tu Marca Personal construye y
sigue desarrollando su posicionamiento, a medida que avanza hacia el logro de
su visión, gracias a su actitud y flexibilidad en las decisiones!
José
Podestá