El Personal Branding, como toda marca, se
caracteriza por la “huella” que en el camino del ciclo de vida laboral y
profesional va dejando su portador. Por tanto, si lo vemos desde una
retrospectiva, esa persona tendrá mucho o poco que compartir o mostrar, en
función de la trayectoria llevada a cabo.
El
camino como medio
La huella mencionada nos conecta directamente con el
perfil y los “frutos” de la tarea que viene llevando a cabo la persona; así nos
aproximamos a su identidad, comportamiento, actitudes y valores. Además, por la
calidad y contribución en lo obrado, nos formamos una opinión que nunca pasará
desapercibida, aunque ésta no fuera decididamente satisfactoria.
Como se podrán imaginar y atentos al rol e
importancia que adquirió la “visibilidad” y la “transparencia” en los tiempos
actuales, el grado de exposición que vamos teniendo en nuestros círculos de
relaciones y en la comunidad en general, es un factor clave para la valoración
que los “otros” se van formando de cada uno de nosotros.
Lo mencionado ya nos dice algo acerca de la
trayectoria de la persona, de “su” camino en cuestión. Quizás es algo que no
hemos reparado con la debida atención, pero en la sociedad de la información es difícil que podamos pasar desapercibidos,
sobre todo si contamos con alguna experiencia laboral y estudios a nivel
universitario o de posgrado.
Entonces, si nos encontramos en camino transitando
alguna de las etapas del proyecto laboral y profesional, es muy conveniente no
dejar de realizar una evaluación periódica de la propia trayectoria. ¿Por qué?
Por ser ésta la cara visible de lo que estamos o venimos haciendo en nuestra
vida, quedamos expuestos ante la mirada de todos aquellos que nos vienen
siguiendo u observando, desde el “anonimato”, para anunciarse o sorprendernos en
algún momento con una propuesta de convocatoria específica; aquí no ha tenido
incidencia alguna el plan que uno se había oportunamente fijado para el logro
del objetivo personal. Directamente “alguien” se nos apareció o cruzó en nuestro
camino, en carácter de “forastero”, para hacernos saber que le importa e
interesa la trayectoria que venimos llevando a cabo.
Si bien cada etapa del desarrollo profesional tiene
sus peculiaridades y desafíos, siempre pueden llegar a despertar el interés de
“aquel” que también necesita sumarnos a “su” proyecto o emprendimiento. Ello no
deja de ser paradójico, porque por un lado uno está en camino de la realización
personal –incluso de una búsqueda laboral– y por el otro existe “alguien” que
anda necesitando de un socio, un colega o ejecutivo que pueda aportarle el
complemento que necesita para alcanzar la visión
a la que nos invita compartir.
En cuanto a las etapas profesionales, son cuatro y
van desde el primer empleo o trabajo hasta la etapa de la madurez. A título
ejemplificativo las podemos resumir de la siguiente manera:
- 1ª etapa, entre los 18 y 25 años.
- 2ª etapa, entre los 26 y35 años.
- 3ª etapa, entre los 36 y 55 años.
- 4ª etapa, a partir de los 56 años en adelante.
Como pueden observar, la trayectoria hace a un largo
camino a transitar. De allí que es bueno recordar aquella valiosa máxima del
poeta español Antonio Machado, que dice: “caminante
no hay camino, se hace camino al andar” –tiempo atrás fue cantada por Joan
Manuel Serrat– que es muy conveniente tenerla presente en las respectivas
etapas de nuestra vida, porque no se trata de “hacer” cualquier camino, sino
aquel que cada uno de nosotros deberá “crear y transitar” mientras vamos
dejando allí los surcos, las huellas, de nuestra misión y vocación expresadas
en hitos y obras.
Así, el camino no sólo hace a nuestra trayectoria de
vida, sino que es el medio que hará
posible que nuestros “prójimos” se acerquen a él, de la misma manera como
también uno podrá hacer lo mismo, en función del proyecto de vida que hemos decidido
llevar a cabo.
En consecuencia, las mencionadas etapas nos proponen
desafíos específicos que por supuesto no estarán exentos de dificultades y de
replanteos, quizás no sólo en lo vocacional sino también en lo existencial. De
allí la importancia de tener bien en claro la razón de ser de la misión, porque alude a nuestro destino
personal. La vocación, en cambio, es
el recurso del que nos valemos para plasmar concretamente la misión, motivo por el cual siempre estaremos
a tiempo de poder rectificarla mediante una adecuada introspección.
En varias oportunidades algunas personas me hicieron
saber que estaban interesadas en el Personal Branding porque “necesitaban”
conseguir su primer empleo. Ahora que han visto lo que implica la trayectoria
en la vida de la persona, se podrán dar cuenta de cuál es la respuesta a este
interrogante que ya se presenta desde el inicio de la primera etapa del
desarrollo profesional.
¡El portador de Tu Marca Personal siempre
está en camino, dejando en cada etapa las huellas que no sólo identifican su
trayectoria, sino también que nos “habla” del legado de su existencia!
José
Podestá