Llegar a la Cima No Es Un Fin

28 julio 2013 ·

Nunca fue bueno ni sensato pensar y actuar bipolarmente, porque así no es la vida. Tampoco la realidad insinuada desde mezquinas e interesadas pretensiones. Por tanto, no se trata de que todo sea blanco o negro ni de ser, necesariamente, el número uno en cualquiera de las circunstancias, porque la oferta siempre es limitada.

Si la gente tuviera esto bien en claro, muchas vidas se hubieran preservado, incluida la de los hijos que no pudieron alcanzar las altas calificaciones para el ingreso en la universidad, el acceso a un oficio o a una manifestación artística. El hecho que uno no pueda calificar en una postulación para nada significa la descalificación terminal, familiar o social. Sí importó haberlo intentado, porque uno nunca sabe si el destino personal andaba por allí o se trataba de una mera ilusión.

La imposibilidad de alcanzar el objetivo o de no llegar a la cima suele verse y sentirse como una señal de fracaso, con toda la carga emocional que ello tiene para el damnificado. La cultura material que se ha impregnado en todos los estamentos de la sociedad, lamentablemente ha llevado a premiar sólo al mejor y desechar al resto.

No sorprende, entonces, que el ser humano sea objeto de tal vejación y por ello finalmente termine descartado como un objeto o cosa. Sin embargo, ser el mejor en algo o el número uno, implica una gran responsabilidad y compromiso de esa persona hacia los demás, no una mera posición de dominio-poder, ni mucho menos un coto de caza.

Equilibrio y sentido común

El mundo de las organizaciones registra casos reiterados de personas que están obsesivamente motivadas por alcanzar la cima del poder. Pero cuando lo logran sienten, al poco tiempo, que deben ir por más o vivir exclusivamente para ello, aunque luego termine afectando los lazos del núcleo familiar.

El caso de Steve Jobs no bastó, sin embargo, para una toma de consciencia de lo que implica ir por todo. La inmensa mayoría lo sigue admirando por el estupendo desarrollo y posicionamiento que hizo de Apple –mérito que está fuera de discusión– pero sin importarle tanto el trato que tuvo con el personal ni su rol como padre y jefe de familia. Entonces, recién cuando la enfermedad terminal le anticipó su partida de la vida, terminó pidiendo disculpas por ello y también a su hijo por no haberle dedicado la atención que se merecía.

Esperemos que el caso de Sheryl Sandberg, ex Google y actual número dos de Facebook, no se sume como un nuevo caso y ejemplo. Por ahora, esta directora operativa está dispuesta a no detenerse en la posición obtenida. Como mujer advierte que el techo de cristal no es impuesto en las organizaciones por el hombre sino por las propias mujeres que sacrifican sus ambiciones profesiones por atender su vida familiar (sic). Evidentemente esta señora, madre de dos hijos, no descubrió aún que el ser profesional-ejecutivo y mujer, no implica en absoluto tener que claudicar en lo familiar.

Cuando el ser humano y las organizaciones consideran que el trabajo es un fin en sí mismo, en lugar de un medio puesto al servicio de la realización de las personas, se puede terminar en alguna situación extrema como la de los ejemplos mencionados. Pero cuando el trabajo, junto con la especialización o profesión elegida, es percibido como la oportunidad que brinda un sentido en la vida de la persona, todo lo que va desarrollando y compartiendo tiene un valor trascendente. ¿Por qué? Porque no deja de lado al otro.

Camino de viabilidad

Si bien somos conscientes que lo culturalmente establecido en el ámbito de las compañías es la permanente generación de resultados rentables, también es cierto que se trata de un paradigma hoy agotado. La exacerbación del consumo y el continuo recambio de productos y servicios están llevando a las organizaciones al desgaste estructural, al empleo irracional de recursos no renovables y al no sentido. Por otra parte, las señales del contexto y de las nuevas generaciones alertan que si las organizaciones no cambian y se adaptan a las personas, no tendrán futuro.

¡El portador de Tu Marca Personal está muy expuesto a las tentaciones de la carrera laboral-profesional, debiendo por ello no perder el foco ni el sentido que el posicionamiento tienen en su vida!
José Podestá

Las Empresas Son Las Personas

21 julio 2013 ·

Mientras el CEO esté persuadido que su permanencia en la organización depende del nivel de calidad del personal, seguramente que todo marchará dentro de lo previsible. Pero no basta que él lo sienta así. También deberá asegurarse que el staff que le reporta directamente comparta la misma postura. Caso contrario, el director de manufactura creerá que lo más importante es el equipamiento y las materias primas o los productos-servicios, en el caso de Marketing.

Por supuesto que para ser una empresa-marca de aceptación y éxito en el merado, hoy se debe concurrir con propuestas superadoras y de excelencia. Ello no está en duda y ni es objeto de cuestionamiento alguno, por la sencilla razón de ser de modo excluyente la llave de ingreso al mercado que se desea servir. No obstante, tengamos en cuenta que sólo se trata de un enfoque económico-financiero y de creación continua de valor.

Si estamos de acuerdo que las empresas son las personas, al lado racional del management le está faltando la dimensión cualitativa y emocional. Por tanto, para ir más allá del límite de la racionalidad –que tanto tiempo y recursos le demanda a la organización– se necesita transitar y valorar el rol que tiene el empleado como sujeto de la gestión.

No son recursos, son personas

Parece ser que en los últimos años las Asociaciones de Recursos Humanos no saben cómo reposicionarse del lamentable error conceptual que los llevó a considerar a las personas como un objeto-recurso. Ello es otro ejemplo del sesgo cuantitativo-racional y formal que vino predominando en las organizaciones, y que hace sentir o creer que el empleado debe ser resumido a un costo al que debe extraerse el máximo beneficio. ¡Qué tal!

Como estas Asociaciones no desean hacerse cargo del error, mantienen aún el mote de recursos humanos, pero en los congresos o seminarios que realizan convocan a especialistas para que hablen del aspecto emocional, del sentido que el trabajo tiene en la vida del empleado, del nuevo significado de la palabra trabajo, del maltrato que se ejerce sobre el empleado –incluso ejecutivo y profesional– cuando no es reconocido por la organización, etc.

Pero lo peor de todo ello es cuando estos ejecutivos de personal regresan a sus empresas y siguen haciendo más de lo mismo, en lugar de constituirse en los agentes del cambio y del reposicionamiento en sus respectivas áreas. Tampoco se esfuerzan en ayudar y persuadir al CEO y al resto de sus pares del primer nivel, acerca del lugar que las personas deben ocupar en la organización.

Tal vez lo que no saben o ni se imaginan estos ejecutivos es que, en un futuro no muy lejano, han de perder el cargo. No porque en lo técnico no sean eficaces y eficientes, sino por no haber realizado el cambio de paradigma que la empresa debió oportunamente adoptar con las personas.

Esta forma de maltrato al empleado luego se ve reflejada y proyectada cuando, por ejemplo, un cliente desea formular un reclamo. Más allá de la labor titánica que éste deberá emprender para que en la empresa lo atienda un ser humano, luego se encontrará con las habituales respuestas evasivas. O lo que es más humillante, con el posterior envío de un set de productos como una forma de soborno para que el asunto tenga un rápido y feliz final, aunque desde la mirada de la empresa se lo viva como un servicio de atención al cliente. De esta forma, el cliente que reclama termina recibiendo un maltrato tal que se asemeja al del recurso humano.

¡El portador de Tu Marca Personal sabe de la precariedad derivada del recurso humano, motivo por el cual optó y se esforzó por no ser parte de ningún rebaño ni llegar a ser tipificado como un empleado-ejecutivo promedio!
José Podestá

Experiencia y Liderazgo

14 julio 2013 ·

A medida que se asciende por la escala jerárquica de una organización, las habilidades cualitativas –también denominadas blandas– comienzan a ser tenidas en consideración. Cuando una persona es promovida a nivel de jefatura, gerencia o dirección, es fundamental que posea aptitudes para involucrarse y tenga muy buena llegada a la gente.

Si bien el puesto ejecutivo vincula con lo formal, el hecho de detentar ese liderazgo no es suficiente. Se necesita, en realidad, ser percibido y respetado por sus pares y empleados como un buen ejemplo para emular.

Inspirar y dejar hacer

En el ayer el foco estuvo puesto fundamentalmente en los resultados, como lo es también en la actualidad. Pero poco y nada importaba el aporte desde del personal, más allá de lo específico de su tarea. De lo que se trataba era de hacer básicamente lo que establecía el jefe, por ser el depositario del conocimiento y la autoridad. Mientras tanto, los empleados permanecían calentando la silla a la espera de alguna instrucción u observación, o bien trabajando de manera muy dedicada y aplicada, con los recursos básicos disponibles.

Felizmente, este paisaje laboral no tiene hoy sentido alguno. El empleado dispone de grados de libertad responsable para hacer su tarea en los tiempos establecidos y del modo que lo considere más conveniente. La rutina y lo estructurado carecen de sentido frente al cambio acelerado, motivo por el cual el empleado debe saber aplicar dosis de creatividad e innovación. Oportunamente informará lo realizado, no necesariamente a su jefe formal, sino al resto de los integrantes del equipo sectorial o multi-departamental al que pertenece, transfiriéndose así un conocimiento de doble vía que sumará valor y nuevas mejoras para la organización, más allá de los eventuales resultados adversos que, en ese caso, se contabilizarán como aprendizaje. Así se viene gestando el lema de la organización que aprende, establecido por Toyota hace ya varios años.

Para que los empleados asuman este rol, la presencia y participación fluida e inspiradora del jefe es vital. Sin que ello implique pérdida alguna de su posición formal, el jefe es el inductor que estimula, involucra y brinda su apoyo y experiencia a lo largo del proceso. Además, festeja los aciertos logrados por su gente y se hace cargo de los resultados negativos, porque sabe que es más importante para la empresa mantener alta la motivación y el compromiso de los empleados. De ellos depende la ventaja competitiva que, en la práctica, se traduce en el reconocimiento y el respeto brindado por el mercado.

Ya no se trata del producto-servicio

Una organización debe tener hoy bien en claro que el factor del éxito no radica en la excelencia de los productos que fabrica o del servicio que brinda. ¿Por qué? Porque es lo básico y necesario que debe hacer si aspira alcanzar al target-cliente en cuestión. Se trata, nada más ni nada menos, que de la llave de ingreso al negocio.

Pero en los tiempos que corren, con ello no se logrará ser sustentable en el tiempo. Muy pronto la competencia terminará haciendo de las suyas, sea presentando propuestas me too o innovando a partir de esa idea con soluciones superadoras. Por tanto, las organizaciones necesitan imperiosamente crear valor en las tareas que realizan a diario los empleados. Para ello se necesitan dos cosas fundamentales:

a. Contar con empleados de calidad y motivados en el proyecto del cual forman parte.  

b. Disponer de un staff de líderes experimentados e inspiradores.

Ejemplos de estas organizaciones, muchas de ellas globales, están a la vista y lo vienen haciendo desde hace varias décadas. Por eso son líderes, pero fundamentalmente por la forma en cómo lo hacen.

¡El portador de Tu Marca Personal está capacitado, por experiencia y trayectoria, en constituirse en un líder referencial para su equipo, y por ello es valorado en las organizaciones!
José Podestá

Ansiedad Laboral y Profesional

07 julio 2013 ·

En la vida de relación no basta llevarse bien con los sucesos y las personas que nos rodean. También es fundamental andar bien con uno mismo.

Cuando uno lee o escucha algo parecido y que además impacta en lo personal, una de las cosas que se nos viene a la cabeza es sentir qué fácil o simple es decirlo desde afuera, como espectador. Lo cierto es que en el contexto acelerado que nos rodea e invade, hace que nuestro ser interior vaya intentando paliar o neutralizar como puede a las circunstancias. Pero cuando éstas nos desbordan –fruto de la realidad o de la representación que nos hacemos de ella– la emoción entra en escena.

El miedo disfrazado

Cuando uno se siente inseguro de algo, incluso en el ámbito laboral y profesional, la ansiedad se nos hace presente y comienza a hacer de las suyas. ¿Cómo? Por ejemplo, estimulando a la mente para que genere imágenes que nos muestre una salida superadora para ser atrapada en forma rápida. Por supuesto que ello no siempre se logra, con lo cual ese impulso interior acelerado y ansioso nos conduce a un fracaso seguro, al tiempo que nos resbalamos por esa realidad.

Aquí el miedo se disfrazó de ansiedad. Lo sentimos y padecemos cuando vemos peligrar la promoción laboral tantas veces prometida o con motivo del excesivo tiempo de demora que la empresa se tomó para confirmar el ingreso, luego de haber transcurrido casi seis meses del momento de la búsqueda.

Por supuesto que no todo miedo está disfrazado. Las situaciones concretas de inseguridad e indefensión estresan por la impotencia que producen, pero éste no es el caso en cuestión. En cambio todavía existen empresas que creen e instalan dentro de la organización un clima de inseguridad, amparándose es una lamentable teoría psicológica que sostiene la conveniencia de ello porque gracias al estrés generado, los empleados se han de esmerar más en las tareas. Lo que en realidad hacen estas empresas es mostrar el desprecio que tienen por el personal, al que catalogan de recurso humano, aunque luego intenten negarlo o racionalizarlo a su manera.

Consecuencias adversas

Cuando en una organización se intenta gestionar a las personas a través de la inseguridad, la mente de los empleados se vuelve naturalmente ansiosa, generando un compendio de imágenes que se van filtrando en los sucesos del presente. Así, la ansiedad termina desvinculando al empleado de aquello que lo rodea y comienza a ver enemigos y peligros que no están y quizás nunca lleguen. Se trata sólo de una imagen y no de una realidad. Mientras tanto, el cuerpo genera dosis de adrenalina que no llegará a utilizarla ante peligro alguno, quedando anclada o dando vueltas sin destino y sin poder canalizarla, con el efecto negativo que luego termina impactando en el mismo organismo que la generó.

Nadie niega los trastornos de ansiedad que hoy sufren y padecen las personas a raíz de la incertidumbre reinante en la sociedad. En la medida que la organización se ocupe por generar un clima laboral fraterno, permitirá que la energía negativa latente que generan y traen los empleados desde el mundo exterior, se descargue transfigurada en propuestas creativas e innovadoras. De esta forma, la empresa se convierte en un catalizador que revierte o transforma lo negativo en positivo, en lugar de ser también parte activa del problema.

Para el empleado se trata de una solución liberadora y terapéutica. Al poder canalizar su ansiedad y liberarse del fatalismo emocional, se siente seguro para alcanzar con éxito el plan de carrera. Además, se da cuenta que está pisando con firmeza el suelo sobre el que está caminando.

¡El portador de Tu Marca Personal está muy atento a sus emociones porque sabe que está expuesto a ellas y que necesita gestionarlas y revertirlas con objetividad!
José Podestá

 

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