Para Qué Trabajamos

10 noviembre 2013 ·

Uno de los escritores que se ha ocupado del tema es Sergio Sinay, autor entre otros libros de “¿Para qué trabajamos?” Como podrán apreciar, adopté el mismo titular porque es claro, directo e invita a la reflexión. La respuesta que habitualmente más se escucha suele ser: “Para ganarme la vida”. Es decir que existe una correlación prácticamente directa entre trabajo y subsistencia. Sin embargo, la respuesta nos lleva a plantearnos otras dos preguntas:

a. ¿Qué clase de vida?

b. ¿Una buena vida o una vida buena?

Parece un acertijo, pero no lo es

Para acceder a una buena vida se necesita tener buenos ingresos o una alta capacidad de ahorro, por la sencilla razón de que no podemos gastar más de lo que se tiene, atributo que sí es exclusivo de los Estados, por disponer del monopolio de la impresión de billetes. Por supuesto que también algunas personas lo hacen y al tiempo vemos cómo generalmente terminan.

Pretender una vida buena, en cambio, es distinto. ¿Por qué? Porque tiene que ver con el desarrollo y la práctica de valores y virtudes, el respeto y la convivencia con el prójimo, la empatía, el logro, el legado del proyecto personal. Ambas “vidas” no son excluyentes. Por el contrario, suman y se potencian más allá que algunos crean que la vida buena no produce riqueza alguna.

El punto medio

El trabajo es una actividad vital y necesaria para el ser humano. Por tanto, vivirlo tal como lo establece la Biblia –ganarás el pan con el sudor de tu frente– es sacar de contexto tal máxima y no llegar a interpretarla correctamente. Tampoco demanda poner en peligro la salud, las relaciones, los afectos, tal como lo asumen los workalcoholic, muchos de los cuales luego terminan superados por las circunstancia y separados de la organización en la que se desempeñan, toda vez que ésta ve que el empleado-persona ya está acabado.

Los extremos no sirven y ello debe ser tenido muy en cuenta, incluso por los interesados en Tu Marca Personal. En este caso puede llegar a ocurrir que el entusiasmo desmedido por acortar algunas de las etapas conducentes al logro de la visión –meta final del proyecto laboral o profesional–  lleve a confundir el trabajo como un fin en sí mismo. El hecho que se asuma que la empresa es uno mismo – máxima en la que se apoya la metáfora del Yo SA– es comprender que uno es el artífice de su propia vida. No para dejarla en el camino por una ambición desmedida.

Trabajar es transformar

Sin darnos cuenta es lo que venimos haciendo, cualquiera sea la actividad desempeñada: como músico, escritor, carpintero, empleado, agricultor o taxista. Todos dedicamos al trabajo un tiempo importante de nuestra vida. La diferencia parte, para cada uno, en función de:

a. El modo en que desempeñamos nuestro oficio o profesión.

b. El valor agregado que se refleja de ello, es decir, nuestra actitud ante el semejante y la huella de mejora o deterioro que vamos dejando con nuestro hacer.

Sin embargo, cuando el móvil está focalizado en lo material, automáticamente se pierde la noción del límite, los plazos y la cantidad. Como el objetivo perseguido es una buena vida, suele ocurrir con frecuencia que el fin justifica a los medios. Con ello se pierde la posibilidad de distinguir nuestros deseos de las necesidades. La consecuencia es que se termine trabajando para trabajar. Aquí es un buen momento para que cada uno reflexione cómo se encuentra posicionado ante el trabajo y qué sentido tiene en su vida.

Cuando las prioridades es una vida buena, el trabajo pasa a ser un medio en lugar de un fin excluyente; atención entonces con aquellas búsquedas que anticipan una “dedicación excluyente y alta disponibilidad horaria”. Asumirlo por convicción termina siendo, quizás y sin darse cuenta, un buen antídoto contra el vacío y la angustia existencial.

Para aquellos que piensan y hasta sufren porque les toca hacer lo que no les gusta, siempre está la posibilidad de encontrar, mientras se permanece en ese trabajo, cuáles son los aspectos que brindan un sentido a nuestra vida. No se trata de ser lo que hacemos –como el engranaje de la máquina– sino de hacer lo que somos, poniendo nuestra alma, dones y valores.

¡El portador de Tu Marca Personal no debe olvidar que siempre está a un paso de convertirse en un hámster atrapado en una rueda sin fin, especialmente cuando pierde el norte de su proyecto laboral-profesional!
José Podestá

 

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