La Centralidad del Trabajo

24 mayo 2015 ·

Sobre el trabajo se ha escrito y dicho muchísimo. Algunos intentan esquivarlo porque creen que la vida es corta y no tiene sentido destinar al trabajo el mayor tiempo de la existencia, para que otros luego se beneficien con ello. Por tanto, si de “razones” se trata, no vale la pena perder tiempo en ello. Hemos decidido venir al mundo para cumplir nuestra misión –que seguramente no es la de “vacacionar”– sino para hacer aquello que, por vocación y convicción tenga un sentido en la vida y de valor para nuestros prójimos.

Desviaciones nefastas
Se trate de un trabajo en relación de dependencia o de una profesión liberal –médico, abogado, psicólogo, arquitecto, etc.– no hay dudas que la actividad que le permite al ser humano canalizar su vocación y eventual “pasión” por lo que hace, pasa a ser central en su vida. Si bien hay excesos o desviaciones psicológicas en la forma en que algunos encaran y llevan a cabo su trabajo o profesión, está claro que se lo debe asumir como un medio y nunca como un fin.

En el ámbito de las organizaciones no existen dudas acerca del rol central que ocupa el trabajo. Pero aquí es donde también a veces se presentan los problemas cuando, por distintos intereses corporativos, el foco está puesto a rajatablas en la tarea.
Esta desviación, sin que al principio se la tuviera muy en cuenta, ha venido gestando una pandemia que se origina en problemas mentales y psíquicos en los empleados –incluso entre los ejecutivos. Al ser tan grande la centralidad del trabajo, el impacto que tiene en las personas afecta directamente a la salud, tanto en el corto como en el mediano plazo.

También se producen las mismas consecuencias nefastas cuando el supervisor o jefe del área se extralimita por la presión que ejerce sobre su gente. Hoy nos resultaría muy llamativa la corriente psicológica que, durante la segunda mitad del siglo pasado, estableció que para lograr centralidad en el trabajo había que generar entre los empleados la inseguridad en la permanencia en el puesto y todo tipo de presiones. Esto lamentablemente hizo escuela en muchas empresas de los Estados Unidos, Europa y Oriente, produciendo en la práctica resultados muy adversos. Sin embargo, a las organizaciones les llevó bastante tiempo darse cuenta de lo nefasto de tal práctica; incluso todavía algunos siguen haciendo un culto de ella.
Tales desviaciones, en realidad, no se logran solucionar desde lo psicológico porque el problema del trabajo es de índole organizacional. Hoy la ciencia permite mostrar que la mayor parte de los infartos, accidentes cerebrovasculares, úlceras, trastornos gastrointestinales y depresión, tienen su origen en la mente a partir de la alteración o presión física-emocional a la que estuvo expuesto el empleado. Entonces, ya no se admite que si la persona tuvo un infarto la explicación haya que buscarla en los “antecedentes familiares”. Nada que ver. Hoy se pone el foco en admitir, entre otras razones:

- Que se debió por trabajar bajo presión.
- Que estaba sobrecargado, fruto de la reducción de personal.

- Que había una relación tirante con su jefe o los integrantes del equipo.
- Que se lo obligaba a incurrir en prácticas antiéticas, como la alteración de la información a ser presentada ante el organismo impositivo o recaudador.

Camino de realización
Lo mencionado tiene que ver con las desviaciones pero para nada significa que el trabajo en sí mismo sea patógeno. Las causas hay que buscarlas en la cultura, los valores imperantes en la organización y el clima laboral.

En consecuencia, el trabajo pasa a ser central en la vida a punto tal que cuando escasea o se le priva a alguien, esa persona sufre. ¿Por qué? Porque el trabajo es el ámbito en donde la persona se realiza, en donde puede ser creativa y llegar a sentir que puede hacer cosas útiles para los demás.
¡El portador de Tu Marca Personal logra reputación, reconocimiento y estima de los demás a partir del sentido que le dio al trabajo y a las soluciones que brinda a los prójimos, manteniendo la centralidad alejada de cualquier desviación!
José Podestá

 

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