Sobre el trabajo se ha escrito y dicho muchísimo.
Algunos intentan esquivarlo porque creen que la vida es corta y no tiene
sentido destinar al trabajo el mayor tiempo de la existencia, para que otros
luego se beneficien con ello. Por tanto, si de “razones” se trata, no vale la
pena perder tiempo en ello. Hemos decidido venir al mundo para cumplir nuestra
misión –que seguramente no es la de “vacacionar”– sino para hacer aquello que,
por vocación y convicción tenga un sentido
en la vida y de valor para nuestros
prójimos.
Desviaciones
nefastas
Se trate de un trabajo en relación de dependencia o
de una profesión liberal –médico, abogado, psicólogo, arquitecto, etc.– no hay
dudas que la actividad que le permite al ser humano canalizar su vocación y
eventual “pasión” por lo que hace, pasa a ser central en su vida. Si bien hay
excesos o desviaciones psicológicas en la forma en que algunos encaran y llevan
a cabo su trabajo o profesión, está claro que se lo debe asumir como un medio y
nunca como un fin.
En el ámbito de las organizaciones no existen dudas
acerca del rol central que ocupa el trabajo. Pero aquí es donde también a veces
se presentan los problemas cuando, por distintos intereses corporativos, el
foco está puesto a rajatablas en la tarea.
Esta desviación, sin que al principio se la tuviera
muy en cuenta, ha venido gestando una pandemia que se origina en problemas
mentales y psíquicos en los empleados –incluso entre los ejecutivos. Al ser tan
grande la centralidad del trabajo, el
impacto que tiene en las personas afecta directamente a la salud, tanto en el
corto como en el mediano plazo.
También se producen las mismas consecuencias
nefastas cuando el supervisor o jefe del área se extralimita por la presión que
ejerce sobre su gente. Hoy nos resultaría muy llamativa la corriente
psicológica que, durante la segunda mitad del siglo pasado, estableció que para
lograr centralidad en el trabajo había que generar entre los empleados la
inseguridad en la permanencia en el puesto y todo tipo de presiones. Esto
lamentablemente hizo escuela en muchas empresas de los Estados Unidos, Europa y
Oriente, produciendo en la práctica resultados muy adversos. Sin embargo, a las
organizaciones les llevó bastante tiempo darse cuenta de lo nefasto de tal
práctica; incluso todavía algunos siguen haciendo un culto de ella.
Tales desviaciones, en realidad, no se logran
solucionar desde lo psicológico porque el problema del trabajo es de índole
organizacional. Hoy la ciencia permite mostrar que la mayor parte de los
infartos, accidentes cerebrovasculares, úlceras, trastornos gastrointestinales
y depresión, tienen su origen en la mente a partir de la alteración o presión física-emocional
a la que estuvo expuesto el empleado. Entonces, ya no se admite que si la
persona tuvo un infarto la explicación haya que buscarla en los “antecedentes
familiares”. Nada que ver. Hoy se pone el foco en admitir, entre otras razones:
- Que se debió por trabajar bajo presión.
- Que estaba sobrecargado, fruto de la reducción de
personal.
- Que había una relación tirante con su jefe o los
integrantes del equipo.
- Que se lo obligaba a incurrir en prácticas
antiéticas, como la alteración de la información a ser presentada ante el
organismo impositivo o recaudador.
Camino
de realización
Lo mencionado tiene que ver con las desviaciones
pero para nada significa que el trabajo en sí mismo sea patógeno. Las causas hay
que buscarlas en la cultura, los valores imperantes en la organización y el
clima laboral.
En consecuencia, el trabajo pasa a ser central en la
vida a punto tal que cuando escasea o se le priva a alguien, esa persona sufre.
¿Por qué? Porque el trabajo es el ámbito en donde la persona se realiza, en donde
puede ser creativa y llegar a sentir que puede hacer cosas útiles para los
demás.
¡El portador de Tu Marca Personal logra
reputación, reconocimiento y estima de los demás a partir del sentido que le
dio al trabajo y a las soluciones que brinda a los prójimos, manteniendo la
centralidad alejada de cualquier desviación!
José
Podestá