Teoría y Práctica

18 diciembre 2016 ·

Hace unos años atrás, el economista y sociólogo canadiense Henry Mintzberg escribió un libro que, aparentemente, no tuvo la difusión o aplicación esperada. Me estoy refiriendo a “Directivos, No MBAs”. A pesar de la cruda realidad de lo que les viene sucediendo a las compañías y reparticiones públicas, las carreras universitarias de grado y de posgrado del ámbito administrativo y negocios básicamente forman “profesionales teóricos” que, si bien pueden estar a gusto con lo “aprehendido,” poco y nada de ello tiene valor al momento de su aplicación.

Qué está sucediendo

Más allá que las instituciones académicas aspiran a ser percibidas por las comunidades públicas y de negocios por el culto y el resguardo a la “excelencia” que caracterizan sus ofertas, todo ello tenía un sentido cuando el contexto, las crisis y la velocidad del cambio no producían los sucesos “disruptivos” de los tiempos actuales.

Si bien las matrices, los modelos y las simulaciones de casos son un estímulo para el quehacer de nuestras neuronas, nada de lo que allí se pregona tiene un viso de realidad; en definitiva, son buenas ejercitaciones y especulaciones. Tiempo atrás, hasta los “juegos de empresa” eran un requisito al que uno no podía eludir en el plan de estudios. Si bien hacía a la “currícula académica”, la mayoría sabíamos que se trataba más bien de un “artificio intelectual” de escasa significancia concreta y real.

Sin embargo, mayoritariamente las universidades se mantienen en lo suyo porque hace a sus respectivos “core business”. Por otra parte, están surgiendo otras alternativas de estudios que comienzan a llamar la atención a las nuevas generaciones, por el enfoque y las aplicaciones que les permiten, a los egresados, poder hacer frente tanto al contexto como al trabajo desde otra mirada.

En la medida que los planes de estudio no se revisen de manera continua, poco valor e interés irán despertando en sus destinatarios. ¿Por qué? Porque no los ayudará a resolver, del modo deseado, las tareas ni los conflictos derivados del entorno “glocal” en donde se encuentran. Para aquellos que están necesitados de llevar a cabo un curso universitario, les sugiero que antes pregunten al director de la carrera cuándo fue la última vez que actualizaron el programa de estudios y cuál es el porcentaje que balancea la teoría con la práctica; seguramente que se van a sorprender.

Así como en el ayer un operario en la línea de producción iba aprendiendo-haciendo, en el hoy la gran mayoría de las personas que ingresan a una organización deben pasar por un proceso de adaptación y aprendizaje –más allá del origen del título universitario– para “suplir” así la distancia existente entre la teoría y la realidad. De esta forma, las compañías e instituciones se evitan de incurrir en sobresaltos indeseados.

El título ya no es lo que era

Si bien existen muy buenas universidades a las que suelen frecuentar algunas empresas para “nutrirse” de los mejores egresados, es cada vez menor el valor y el reconocimiento que para la mayoría de las organizaciones tiene el título del cual son portadores los postulantes. Al respecto, ha habido algunas anécdotas “tragicómicas” por parte de algunos ejecutivos que pretendieron, de buena fe, “encorsetar” sus proyectos y tácticas en modelos de una cierta sofisticación que para nada resistían el sentido común, ni mucho menos la realidad concreta del ámbito en donde se desempeñaban.

Por supuesto que con lo expresado no estoy pretendiendo insinuar ni afirmar que la formación universitaria o terciaria deba pasar a un segundo plano. ¡En absoluto! En un mundo que a diario nos deslumbra con los avances registrados en las ciencias y en las tecnologías –como así también en las múltiples fuentes del saber– se impone que el individuo lleve a cabo aquella especialidad que guarde plena relación con su misión y vocación. Además, el profesional actual sabe muy bien que deberá ir retroalimentando el estudio de modo continuo, permanente, para suplir así la “descapitalización” de lo que ya fue, con la incorporación de nuevos conocimientos de reemplazo y superación.

Entonces, el saber que en su momento llegó a insinuarse como algo estático y dado, hoy nos demanda que no sólo seamos receptores fluidos de lo nuevo, sino también co-creadores de nuevas ideas y soluciones.

Esta dinámica, como se han de imaginar, se encuentra en las antípodas del enfoque académico tradicional. Para colmo, la universidad se enfrenta a la resistencia al cambio de aquellos directivos académicos que, no sólo están preocupados por lo que deben innovar de modo frecuente, sino también por la necesidad de conservar sus puestos de trabajo.

Sabiendo que las organizaciones necesitan soluciones creativas para los tiempos que corren, de poco y nada les sirve que el ejecutivo o especialista a contratar se encuentre “respaldado” por un MBA o un PhD, porque éstos suelen referir a un contexto o temática que no necesariamente los ayudará para poder llegar a ser eficaces, eficientes y competitivos, todo a la vez.

¡El portador de Tu Marca Personal es percibido como tal a raíz del estilo, la actitud y la forma de cómo hace lo que hace, sin por ello olvidar que lo suyo le demanda, además, una fuerte orientación y compromiso hacia sus prójimos!

José Podestá

 

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